"¡Son comunistas, militares disfrazados de médicos que vienen a lavarle el cerebro a la gente!", así decían de los doctores cubanos que ocuparían el módulo de Barrio Adentro.

Mientras en las comunidades humildes acogían con entusiasmo el programa de salud, en esta urbanización de clase media del estado de Miranda, echarlo adelante parecía una misión imposible.

Todos los consultorios, hasta ese momento, se habían ubicado en las barriadas más pobres, pero contar con un sistema de atención gratuito y confiable, era un reclamo de Venezuela completa.

"¿Los médicos cubanos? Son buenísimos. Cada vez que mis hijos se enferman los traigo para que los traten acá", asegura Yolanda, una vecina de La California Norte. Vitta, por su parte, padece de presión arterial alta y acude a chequeársela todos los días. "Antes tenía que ir a una farmacia, pero ahora vengo porque me gusta más, me atienden chévere y no me cobran nada".

A pesar de ser un territorio donde predomina la oposición al presidente Chávez, formar parte de Barrio Adentro se volvió aquí un acontecimiento. De inmediato, decenas de personas se movilizaron para respaldar la idea y crear un comité de salud.

El 12 de mayo del 2004, cuando abrió el consultorio, ya hacía ocho meses que la doctora Marisol Peláez velaba por la salud de los habitantes de La California Norte. "Inicialmente consultábamos en casa de una vecina y decíamos que éramos parientes del interior, para poder familiarizarnos con la comunidad sin causar rechazo".

Las primeras jornadas fueron muy duras. Apenas se recibían dos o tres pacientes, muchas veces los mismos, que acudían para que no les retiraran los médicos por falta de contenido de trabajo.

Yudith Silvera viene frecuentemente con alguno de los 20 niños de la guardería donde trabaja.

Pero con el tiempo, el consultorio se ha convertido en un elemento imprescindible dentro de la urbanización. Carmen di Tercio les debe la vida. Una aspirina le hizo reacción mientras andaba de compras en el mercado de Petare, y le pidió al taxista que la llevara con los doctores cubanos. "Cuando llegó estaba sin conocimiento. Inmediatamente la inyectamos, le canalizamos la vena, y logramos que volviera en sí a los pocos minutos".

Yudith Silvera viene frecuentemente con alguno de los 20 niños de la guardería donde trabaja. Antes tenía que arreglárselas con una empresa de seguros, "el servicio era lento y carísimo, pero aquí nos atienden de inmediato y son excelentes".

¿Miedo? La doctora Marisol asegura que "el compromiso con Fidel, la necesidad de que la Revolución bolivariana salga adelante por su significado para el mundo, y la protección de tantos amigos, hizo que nunca sintiéramos miedo.

"Siempre estuvimos acompañados por los vecinos del comité de salud, quienes venían a custodiar el módulo. Sin embargo, mucha de aquella gente que tocó cacerolas solo estaba confundida. Les habían dicho que traíamos armas y la intención de predicar el comunismo, pero poco a poco fueron comprobando la realidad. Incluso, nos han ofrecido disculpas.

"¿El secreto? Esmerarnos en el trabajo y demostrar la calidad humana de los cubanos. Las personas agradecen a diario lo que hacemos por ellos, el coraje de estar aquí, de dejar atrás nuestras familias para venir a ayudarlos".

En la sala de espera, todos los días, chavistas y opositores hacen cola, se sientan juntos, conversan, mientras les llega su turno. "Antes, este tipo de cosas era imposible, sin dudas es parte de los cambios que está experimentando Venezuela", reconoce Marisol.

Al lado, acaba de abrirse una sala de rehabilitación. En su inauguración no hubo cacerolazos ni piedras, y sí mucho entusiasmo. Fernando la Roca, uno de los pacientes habituales, comenta que "todavía hay gente que le quiere hacer la vida imposible a la Revolución, y a nosotros mismos, que vivimos en la zona. Los medios de comunicación les han envenenado el cerebro. Pero seguiremos luchando para que el proceso avance y lo que se ha construido perdure".