CUBA: cuarenta y ocho años de dignidad
inSurGente (Por Tadeo Sevilla).- Cuarenta y ocho años se están cumpliendo de aquella madrugada del 1º de enero de 1959, cuando cambiaron para siempre los destinos de la mayor isla del Caribe y tronaron victoriosos los fusiles de la primera Revolución genuinamente popular en América Latina. Cuarenta y ocho años de esfuerzos y sacrificios, de errores y aciertos, de amenazas y victorias. Cuarenta y ocho años de mantener viva la esperanza de los pobres sobre el pedestal de la dignidad de un pueblo que se niega a ponerse de rodillas ante los que anhelan el regreso a un pasado oprobioso. Cuarenta y ocho años siguiendo la ruta trazada desde el primer día, sin cabida para los claudicantes y los pusilánimes.
A los que por fortuna nacimos justo en el año de la alborada, ya nos asoman las canas sobre las sienes y con ellas, el orgullo de haber visto crecer una Revolución más grande que ella misma. Con esa Revolución bebimos la esperanza de construir un hombre nuevo, con ella trabajamos cuando aún nuestra adolescencia reclamaba a gritos el jolgorio de la juventud, a ella la defendimos con las armas en la mano cada vez que se sentía amenazada y por ella sacrificamos nuestro ocio en aras de construir una Patria «
con todos y para el bien de todos» como lo soñó el Maestro.
De esa Revolución victoriosa aprendimos a crecernos como hombres y a rectificarnos como seres humanos. De sus errores nos nutrimos para ganar la experiencia necesaria que se necesita para construir el camino del futuro y de sus virtudes vivimos orgullosos. Porque la Revolución Cubana es básica y esencialmente humana y como tal, se erige sobre la base de sus mejores experiencias.
En estos cuarenta y ocho años de intensa búsqueda, el pueblo de Cuba se ha enfrentado a la batalla más prolongada por la supervivencia jamás conocida en la Historia. Cuarenta y ocho años de una guerra sin cuartel contra los que han alimentado el odio y la frustración de ver a un pueblo levantarse seguro con las riendas de su futuro en manos sólidas. Cuarenta y ocho años de enfrentamiento, utilizando la vergüenza como única espada contra el terrorismo engendrado por los enemigos de su propio pueblo y contra un cruel bloqueo económico por parte de la potencia imperialista más grande y voraz del planeta.
En cuarenta y ocho años se han escrito gloriosas páginas en la Historia. Se le permitió a un pueblo sentirse compañero, el hijo del pobre campesino logró llevarle a su padre de regalo un título de médico, el negro descubrió que la verdadera dignidad no estaba detrás de un cajón de limpiabotas y los cuarteles donde antes se torturaba y se asesinaba se convirtieron en centros de enseñanza.
A pesar de la pobreza y la austeridad con que se han vivido estos cuarenta y ocho años, la Revolución cubana pobló la isla de escuelas, los jóvenes estudiantes comprendieron que trabajar junto al obrero y el campesino era mucho más loable que vivir de las banalidades del jet set, los hospitales se abrieron con la libertad que demanda la especie humana, las universidades se multiplicaron llenando sus aulas de millares de estudiantes de todo el mundo y el cubano humilde aprendió a no acostarse sin comer.
Esos son los “crueles delitos” que no perdonan los explotadores y los ciegos que abandonaron la tierra tras los cantos de sirena. Estos son los “actos condenables” de los que se plegaron humillantes ante el enemigo a la espera de una limosna. Estas son los razones por las que esos que se disfrazan de “demócratas” han sembrado la muerte y el terror contra todo un pueblo en aras de reconquistar un pasado de corruptos y meretrices.
Pero la Historia es testigo. Mientras del otro lado de las noventa millas de la dignidad unos se retuercen en sus propias vilezas sin que el mundo atienda sus â
pataletas” y sus lamentos plañideros, otros, en la Isla verde y bañada de cielo siguen confiando en el futuro que se gana a fuerza de trabajo y de esperanzas, concientes que su Revolución es sólida, auténtica y eterna.
A las puertas del 2007, no podemos menos que sentarnos a repasar el pasado, reflexionar sobre el presente y prepararnos para el futuro. Una fórmula inevitable para los que tienen sus ojos puestos en Cuba, con Cuba y por Cuba. Llegamos todos a los cuarenta y ocho años de un proyecto social que es ejemplo para todo el mundo y en este cumpleaños de un pueblo entero, alcemos nuestra copa para desearles un próspero año nuevo, y las mejores felicidades por su futuro, que a fin de cuentas, es el futuro de los todos los pobres de la tierra.
¡Feliz 2007!