En este momento, cerca de 7.000 buques cargados de petróleo surcan los mares del planeta. Transportan 2.300 millones de toneladas anuales de crudo, en un incesante ir y venir entre los pozos petrolíferos y las refinerías.

Los datos de los siniestros ocurridos entre 1974 y 1980 imputan a los accidentes una tercera parte de la contaminación marítima mundial.

Sin embargo, la contaminación por petróleo del mar es mucho más amplia. La Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos estima que el medio marino recibe una media de entre tres y cuatro millones de toneladas de hidrocarburos. De esta cantidad, un 10% es debida a accidentes, y el resto, a causas intencionadas generadas en la propia industria de petróleo, limpieza de tanques o vertidos desde tierra.

No obstante, la organización ecologista Greenpeace eleva la cifra hasta los cinco millones de toneladas anuales. De ellos, un 10% tendría su origen en los accidentes de los buques petroleros.

Tráfico marítimo en aumento

La flota mundial industrial está compuesta por unas 110.000 embarcaciones. 50.000 de ellas son barcos mercantes que usan petróleo o sus derivados para impulsarse y que en sus accidentes o limpiezas son una importante fuente de contaminación. Además, otros 24.000 barcos de guerra surcan los océanos. Se calcula, según Greenpeace, que el 77% de la contaminación que se encuentra en el mar tiene su origen en actividades que se llevan a cabo en tierra firme. El 23% restante de la contaminación corresponde al tráfico marítimo en alza, a los vertidos que se producen en el mar y a las fugas que existen en la extracción de petróleo de los pozos marinos.

El mayor derrame de petróleo de la historia se produjo en 1979, frente a la bahía de Campeche, México. Unas 420.000 toneladas de petróleo fluyeron durante días. El desastre afectó a lo largo de un año a las playas en un área de 1.600 kilómetros.

La mayor tragedia por vertido de petróleo en Europa se produjo en 1978, cuando el Amoco Cádiz perdió 223.000 toneladas devastando las playas británicas y francesas de la zona más próxima al accidente.

El petróleo tiene un efecto mortífero sobre las especies al entrar en contacto con ellas. Las aves marinas pierden su capacidad de volar; los peces pelágicos que se impregnan carecen de su habilidad natatoria. Todos mueren después. El plancton, pequeños organismos que son la base alimenticia de la cadena trófica marina deja de existir al faltar la luz.

Cuando una marea negra llega a la costa, sus efectos son aun más evidentes. Acaban con todo vestigio de vida allí donde se depositan. Algas, crustáceos, moluscos, bacterias... sucumben ante el crudo. Las piscifactorías son muy sensibles a esta contaminación.

El resto del petróleo que termina hundiéndose junto a la costa daña la vida marina de la plataforma continental, lugar donde se concentra la biodiversidad.

Para evitar estos desastres ambientales, algunos países tratan de defenderse con normativas más estrictas en el tráfico marítimo. EEUU ha impulsado leyes para primar el transporte de petróleo en barcos con doble casco. Protegen sus costas, pero los buques rechazados surcan otros mares.

La UE no tiene esas leyes. A raíz del accidente del Erika, Francia se ha comprometido a que bajo su Presidencia logrará normas más severas para el transporte de crudo por el mar. La iniciativa fue ayer aplaudida por la ministra Isabel Tocino. Pongamos nuestro granito de arena, diciéndole no al consumo de combustibles provenientes del petróleo