Los escenarios El año 2007 inicia con el reconocimiento inusitado, por parte de George W. Bush, de que Estados Unidos está perdiendo la guerra en Irak: "El desafío al que nos enfrentamos en el gran Oriente Medio es más que un conflicto militar. Es la lucha ideológica decisiva de nuestra era". Sin embargo, en contra de los reclamos de la sociedad norteamericana, Bush propone extender la ofensiva en vez de regresar los soldados a casa.
No solamente se anuncian nuevos contingentes de soldados para Irak sino que se (re)inicia otro conflicto bélico en el área de Somalia, ampliando el alcance geográfico de la guerra y de la incursión de Estados Unidos en esa zona del planeta. Se acuerda la instalación de bases militares en nuevos destinos, como la república Checa; la ampliación de otras, como la base de Vicenza en Italia; y el mapa de África parece ser objeto de un rediseño del tendido de redes de control militar en que las bases se combinan con cuerpos de paz, misiones humanitarias, modernización de ejércitos locales, golpes militares, bombardeos directos y políticas de ajuste dictadas por los organismos internacionales y acatadas por las oligarquías de la región.
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Estrategia combinada para América Latina
Es sabido que el punto central de la penetración militar de Estados Unidos en América Latina ha sido Colombia, con el argumento de su relativa incapacidad para controlar el narcotráfico y resolver el viejo problema de las guerrillas, sobre todo porque impiden el libre paso por un territorio de grandes riquezas. Pero si bien el primer dato a relevar es la presencia directa de oficiales norteamericanos, ya sea actuando autónomamente o asesorando a los cuerpos de seguridad colombianos, es también de destacarse la gran presencia de mercenarios. Es decir, Colombia, como Irak y muchos lugares de África, sería escenario de lo que se llama un ejército de "apoderados", muchos de los cuales son, paradójicamente, colombianos contratados por empresas norteamericanas como Dynncorp.
Nuevas maneras de establecer un control militar se ponen en juego en el Caribe garantizando la ocupación y disciplinamiento de Haití a través de la participación conjunta de otros ejércitos, varios de ellos latinoamericanos, esta vez bajo la investidura de "cuerpos de paz".
Presiones para el cambio de legislaciones que permitan la injerencia directa de Estados Unidos en el juicio de detenidos pidiendo su extradición (México); introduciendo algunas restricciones ciudadanas correspondientes a iniciativas antiterroristas y, en el extremo, logrando convenios de inmunidad, como en el caso de Paraguay (aunque este convenio no fue renovado en diciembre pasado e interrumpió su continuidad).
Otra modalidad reciente es la de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) que parece ser el complemento perfecto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Esta alianza, que se establece en nivel presidencial y no pasa entonces por el Congreso, introduce la novedad de considerar todo el territorio de América del Norte, compuesto por México y Canadá además de Estados Unidos, como área de seguridad "nacional", y con ello se justifica la colaboración de los sistemas de seguridad de los tres países en el cuidado de las fronteras externas del área completa.
La ASPAN parece una iniciativa destinada a sentar precedentes que puedan más adelante ser transferidos al resto del continente, de la misma manera como se hizo con el TLCAN. En ese sentido constituye uno de los focos rojos de la región, a pesar de que por sus repercusiones inmediatas su impacto sea evidentemente menos devastador que el de las otras sub-áreas mencionadas.
A todo esto se agrega, como una capa envolvente a lo largo de América Latina, una frontera virtual creada por los sistemáticos recorridos y patrullajes realizados por la marina de Estados Unidos. Muchas veces bajo la forma de ejercicios militares, otras combinados con fuerzas de la DEA, pero siempre con instrucciones de interceptar cualquier nave que se encuentre en la zona, los barcos que rodean América Latina establecen una nueva frontera, ahora en el mar, bajo la responsabilidad y jurisdicción (¿por qué?) de Estados Unidos.
¿Nueva amenaza?
El balance de la situación general que hacen el Pentágono y sus asesores externos parece indicar su preocupación por la manera como las diferentes resistencias han estado limitando sus condiciones de posibilidad. Efectivamente, tanto la resistencia de los pueblos invadidos (Irak, Afganistán, Colombia, Haití, Paraguay) como las luchas por la defensa de recursos, de territorios, de derechos y capacidades de autogestión, están impidiendo el libre acceso de Estados Unidos a los recursos que le son necesarios o incluso estratégicos. De la misma manera las campañas en contra del ALCA u otros tratados de libre comercio nocivos, las campañas por la desmilitarización y contra la deuda han planteado serias dificultades a la libre acción de los agentes del poder hegemónico. Por esta razón, se ha empezado a explorar la idea de que entre las principales amenazas a enfrentar en el presente, la insurrección popular debería colocarse al lado del narcotráfico y el terrorismo.
Por supuesto esto equivale a convertir el derecho de los pueblos a rebelarse en un comportamiento criminal. Rebelarse contra la corrupción; contra gobernantes ilegítimos o autoritarios; contra transnacionales saqueadoras; contra violaciones a los derechos humanos, pasaría a ser una amenaza a la democracia en vez de una lucha por la democracia. Pero por más absurdo y paradójico que parezca, los síntomas parecen perfilarse en ese sentido.
Esto no es más que una prueba de la fuerza de la organización popular y de la globalización de las resistencias.
Si ya se consiguió detener la instalación de la base de Alcántara (en Brasil), ¿por qué no nos empeñarnos en sacar todas las bases militares de nuestros territorios? Cada victoria sobre una base militar, no importando dónde se encuentre, es una victoria para la humanidad.
Desmilitarizar el mundo no depende sólo de echar fuera las bases. Es necesario desmilitarizar también el pensamiento. No obstante, ambas cosas avanzan simultáneamente y quitar hoy la base de Manta (Ecuador), será una de nuestras grandes apuestas y, seguramente, de nuestras grandes victorias.