La anciana.
Dos noches sin dormir. Sabía que según las últimas investigaciones científicas, dormir es sumamente importante tanto para la salud, como para la concentración y el buen “humor”. Empero, un guerrillero es conciente que “su noviazgo con la muerte” puede terminar lo más pronto, de lo que se cree, y concretarse en la más eterna boda. Tal vez sea tonto pensar en la salud cuando se anda en una guerra fraticida, pero la esperanza jamás la pierde un ser humano, especialmente cuando sabe que sus sueños son justos y humanistas. Tal vez no sea fácil hablar de humanismo en una guerra donde es imposible decir que no se llega a acumular mucho odio a los asesinos del pueblo. Pero el talante de un verdadero Revolucionario debe de recorrer por dicho estrecho pero glorioso sendero: el Amor por el prójimo.
En mi caso, a pesar que la noche anterior me prometí a mismo dormir todo lo que pudiera, ahí estaba nuevamente, no en posta, pero sí en vela. No podía dormir pensando en que aquel grupo de muchachos jóvenes estaban bajo mi responsabilidad moral y militar. Pensando en que si aquella anciana o cualquiera de aquellas jóvenes nos podrían ir a delatar. Pensando en que era muy posible un ataque sorpresa del enemigo. Para aquellos entonces la “guerra contra insurgencia” estaba bien desarrollada en el país, por lo cual un asalto nocturno del enemigo era muy posible. Era curioso, pero nuestras vidas prácticamente dependían de aquellas personas.
Así pues, como conocedor de la zona y responsable de aquel pequeño comando, tomamos la decisión de “dormir” en un lagar diferente, a modo que el enemigo, no nos encontrara desprevenidos, y con posibilidad de realizar un contra ataque.
Me sentí tranquilo por una parte, pero aún así no podía dormir. ¿Qué sorpresa nos traerá la anciana? ¿Por qué no dijo ni media palabra? ¿Que significaba aquel silencio? Estas preguntas “papaloteaban” dentro de mi atolondrado cerebro.
Un rayo de esperanza alumbraba dentro de mí, aunque para aquellos entonces no había leído mucha psicología; en los ojos de aquella anciana no había odio, más bien lastima, por nosotros. ¿O quizás no era ni lastimas ni indiferencia sino simpatía. Me sentía como todo un psicólogo novato especulando sobre el estado emocional de un paciente.
Como a eso de la 5 de la mañana, tome la decisión no de no ir. Estaba haciendo frió y después de aquella idea me dio más frió. Pensé: si no vamos no hay peligro y, asunto arreglado. Pero moralmente me sentía fracasado, porque estaba pensando como un soldado burgués y no como un soldado revolucionario. Porque si no iba estaba contra el trabajo de expansión.
El trabajo de expansión era vital, porque se trataba de un trabajo social, que no solo garantizaba el profundizar la lucha revolucionaria, sino que también la propia sobre vivencia social y militar de la guerrilla en aquella zona. Era pues un gran dilema. O tal vez un dilema creado innecesariamente en mi propia mente.
A las 6 de la mañana uno de nosotros se tomo la decisión de hacer un pequeño fuego, en una grieta grande que estaba en el paredón de aquella barranca. Calentamos unas tortillas medio tiesas que hadábamos en las mochilas, y con un queso blanco, que de pura suerte aún no tenía gusanos, comimos como sí de un gran banquete se tratara.
Mientras comíamos les pregunte a los “compas” qué pensaban de la cita con la anciana que teníamos a los 8. Uno de ellos me dijo que no había dormido bien pensando en eso. Todos estaban pensativos. Pero lo bueno del guerrillero, que está siempre dispuesto a todo. ¡Vamos pues, a ver que pasa! Dijeron los cipotes, bien decididos.
Bien, compañeros les dije. Vamos ya al terreno. Explorémoslo y ustedes se quedan ocultos cubriendo los principales flancos por los cuales el enemigo puede atacar.
A las 6: 45 tomamos camino. A los 7: 10 aproximadamente estábamos en el terreno. Todo parecía normal. A las 7: 50 estaba todo listo.
En Aquel lugar había una pila vieja. Era una antigua forma de los terratenientes para recolectar agua llovida. Pensé, por si veo al enemigo acá puedo cubrirme y tengo la posibilidad de retirarme sin necesidad de entrar en combate directo. ¡Pensando en aquella anciana!
A eso de los 8 y 5 minutos, a los lejos con mis prismáticos o (binocular) como son conocidos por nosotros los salvatruchos, divise dos mujeres que venían con unos cestos bajo el brozo. De pronto me llene de tranquilidad pues todo estaba tranquilo, como desde hacia unos tres días. Pero precisamente en eso momento, y, “todo guerrillero debe de ser un buen observador”, estaba todo muy tranquilo, ningún disparo, nada, nada, todo en calma.
La anciana con otra señora desconocida, para nosotros, estaba ya en el lugar indicado esperándonos. Baje disimuladamente del paredón de la calle y la salude... Muy buenos días señoras, les dije. ¿Cómo están? Esta frase es muy común en la zona rural de mi país. ¿Cómo están? ¿Cómo estas, o como esta usted o VOS? Todo depende del grado de confianza que se tengo con la persona.
.. . “Qué las lastima que no vinieron los otros muchachos nos dijo, con tuno muy sincero” No le repliqué, andan por ahí. Destapo aquellas cestas, y pude ver un remiro de Tortillas recién echadas muy calientitas. Y en la otra cesta una Olla llena de frijoles frescos con queso y huevos estrellados. ¡Hay Dios mío, todo un banquete!
Apresuradamente llame a los cipotes, que estaban haciendo posta. La voz mía no sé, estaba un poco turbada con aquel gran regalo, me dio alegría, pero también una profunda tristeza pues yo sabia que aquella gente era extremadamente pobre, y que nos daban de lo muy poquito que tenían.
¡No sabia que hacer! No podía despreciar aquella comida, pero tenia un gran nudo en la garganta que me impedía comer. Los cipotes que andaban con migo, se pusieron a comer como locos, parecía que no había comido todos un año jajaja
Mientras yo tuve la ocurrencia de decirles a las señoras, dos ancianas, que debía de ir al “baño”. Me retire cafetal adentro unos cuantos metros; y me puse a llorar. No sé si de felicidad o de melancolía. Quería gritar, “como Tarzán en la Selva” pero en aquello lugares no había tales privilegios jajaj
Pero luego, se me vino a la mente el trabajo de expansión, y me llene de alegría y coraje y me dije: De todo modo es por está gente pobre y explotada que ando luchando. Regrese y me comí cómo 8, o 9, tortillas con frijoles, queso y huevos estrellados.
Después de haber comido, quisimos recompensar con dinero la inmensa amabilidad de aquellas ancianas, pero no, no quisieron tomar de nosotros ni un centavo. Nos despedimos y nos dijeron donde vivían y cuanto, más o menos, era el número de lugareños de la zona de ellas.
Después pasaron como unos 5 días. Tuvimos la ideas de hacer unos ataques sorpresas a distintas zonas de ruta del enemigo. Toda era imprevisto, pues el objetivo militar era llamar la atención del enemigo de una zona diferente de donde se quería hacer trabajo político- militar. Dicho y hecho, el enemigo concentro fuerzas en otra zona.
Así, que tomamos la decisión de ir al caserío de la gente. Aun principio nos recibieron con un poco de miedo, pero después con toda confianza. El trabajo social pues estaba iniciándose.
Para en esos entonces el plan de extermino de las bases sociales del FMLN aún estaba en marcha, por lo cual era una responsabilidad de nosotros que aquella gente no estuviese en peligro directo. Pero la gente con la que estábamos era de la retaguardia de la enemigo, por lo cual su gran alegría por haber conocido a los guerrilleros del FMLN era más que evidente. Y para nosotros su seguridad y que mantuvieran su discreción era vital. No solo para el ejemplo de los otros caseríos, sino también por nuestra propias subsistencia, no solo social sino que también física. La seguridad de aquella gente era nuestra responsabilidad no sólo moral sino que también política y ética.
Hicimos un “correo” social con aquella gente, a modo que gradualmente su testimonió fuera disimuladamente regándose. También las visitábamos por las noches con la compañía de la luz de la luna, El sol por excelencia del guerrillero.
Un mes después, una columna nuestra fue vista por unos trabajadores, y tuvieron conversando amenamente con aquella gente. ¡El trabajo estaba dando muy buenos frutos!
Una de las muchachas como de unos 15 o 16 años era la hija de un sacristán, de una Ermita aledaña. Nos informaron que era un gran reaccionario. Pensamos ignorar tal persona.
La higiene personal de cada guerrillero: la higiene personal en un país tropical con 38 a 39 grados todos los días del año no es fácil. Por lo menos uno se necesita bañar una vez al día. Para el hombre tal vez no esta tal relevante bañarse cada tres o cuatro días, pero para las compas, para las guerrilleras era más frustrante el no tener agua para una gran “bañada”
La zona del volcán de Santa Ana, se caracteriza por ser escasa de agua. Los lugareños debían de comprar el agua a camiones “Aguateros” que subían desde la ciudad. Pero la mayoría de gente tomaba agua recopilada de las lluvias. Tener agua para bañarse pues era todo un lujo en aquella zona.
Yo tenía entendido que en la vieja Ermita Colonial había una “Cisterna”. Era un verano particularmente seco. Todo lleno de polvo, y al agua para beber se nos acabo. No queríamos incomodar a la gente porque el enemigo tenia un operativo en aquella zona, y no queríamos que se dieron cuenta que nosotros rondábamos por todo aquello, por sobre todo por la seguridad de la gente.
Pero sin agua y todo “sucios” literalmente hablando, llegamos por detrás de aquella Ermita. ¡Entremos VOS me dijo Rutilio!, qué era el más impulsivo. No le dije, el señor ése, dicen que es reaccionario. Y nuevamente pues, estábamos ante otro dilema: ¡Ir o no ir al interior de la Ermita y darnos a ver con aquel hombre!