La guerra infinita Jorge Olivera Castillo
LA HABANA, Cuba - Febrero (www.cubanet.org) - Ver una señal televisiva proveniente de un satélite es suficiente para sumergirse en un mundo de sobresaltos y permanente duda sobre la capacidad para conservar el status de espectador.
Los cubanos están hastiados del teque político, de la rimbombancia y las estadísticas que dan como cierto un país en el que no existen las insatisfacciones, ni las penurias, ni nada que conmocione la existencia. Ellos, los héroes y heroínas de una batalla en que cargan con el peso de la vulnerabilidad y la zozobra, sienten la necesidad de no cejar en sus empeños.
Pugnan porque en sus televisores permanezcan otros mensajes ajenos a una cotidianidad de tintes grises. Prefieren el acoso de las telenovelas mexicanas, los noticiarios que sacan a luz la noticia sin las sombras de la parábola y el humor desprovisto de talanqueras. Guerrean a su manera en un ambiente que se crispa con la llegada de las patrullas policiales y el camión de ETECSA (la compañía que monopoliza las comunicaciones en Cuba).
Ambos, en confabulación, insisten en acabar con todo aquel que salga del redil y vaya, aunque sea de manera virtual, a Miami, a participar en el programa de Don Francisco presenta, o salga a medianoche por una pizza Domino en Hialeah.
Los inquisidores portan tijeras, pistolas y la orden de limpiar la zona de ese fenómeno que ha desatado las alarmas, llamado popularmente "el cable".
Cercenarlo sin compasión y detectar al infractor siguiendo la ruta de la cuerda después de escalar las azoteas. Ese es el modus operandi que practican los ejecutores de la limpieza ideológica, y por supuesto el preámbulo de multas, confiscaciones, entre otras figuras represivas en la que no se descarta la cárcel.
Por estos días se puso en marcha una ofensiva que afectó algunos barrios del municipio Cerro, Centro Habana y 10 de Octubre. Como medida preventiva, muchos se desconectaron tras el aviso de las razzias. Existe una red de alertas que funciona pese a los controles del régimen. Gracias a esto muchos evitan a tiempo ser detectados.
La desconexión es temporal. El soplo de las tentaciones termina por derribar el miedo y se vuelve a vivir en esos espacios donde cohabitan el temor y el gozo.
Sustituir las pesadillas por los sueños, darle un barniz a las tragedias, ponerle coto a las depresiones, no es poca cosa para el cubano medio. Se le rinde culto al "cable" por sentido común y necesidad manifiesta.
No creo que logren tener éxito en eliminar lo que se ha convertido en algo que ya alcanza magnitudes insospechadas. Aparte de las delaciones, amenazas de toda índole que se exhiben en los medios oficiales, la resistencia a la claudicación es obvia, tanto de los que pagan sumas que van desde los 5 hasta los 10 pesos convertibles al mes, como los que se encargan de enlazar cientos de núcleos familiares con la programación de varias canales hispanos de Florida.
Un detalle en que baso mis dudas es el nivel de corrupción que inunda extensas áreas del tejido social cubano. Entre los que participan de las ganancias se cuentan policías y personas con vínculos que les permiten ofrecer información de la hora y el día de los operativos.
El gobierno insistirá en poner orden en la finca con el garrote en una época en que se precisan más que nunca las zanahorias.