Poco más de medio millón de lectores adquirieron un millón de ejemplares en la etapa citadina de la XVI Feria Internacional del Libro de Cuba, un récord cuando aún faltan tres días para que cierre sus puertas en La Habana. Después echará a andar por otras 39 ciudades, de occidente a oriente, con su carga de seducción y la letra impresa como un resorte movilizador, incitante, de irresistible magnetismo.
La afluencia de público a la cita editorial, con Argentina como invitada de honor, no deja de sorprender a los visitantes extranjeros que coinciden en resaltar lo masivo de un fenómeno para ellos inédito.
Es impactante, impresiona esta feria cubana, afirmó la narradora y periodista mexicana Elena Poniatowska, sobre todo al advertir la participación de un público infantil que selecciona a voluntad los títulos preferidos, sin que medien imposiciones de los padres.
Pocas veces he disfrutado un paisaje como este -añadió-, tantas personas contagiadas por la fiebre de la lectura.
Cada año la feria es esperada con la misma delectación, casi con voracidad. En 2007 ocho millones y medio de volúmenes estarán circulando hasta su adiós temporal, el próximo 11 de marzo en la oriental Santiago de Cuba.
A bordo de ella, unos tres mil títulos que recorren una amplia diversidad de ramas del conocimiento humano: de la literatura a la ciencia y la tecnología.
Libros a granel, 500 editoriales sobre el tapete, 135 expositores, de ellos 82 extranjeros y 53 nacionales.
Los cubanos responden como quien acude a una cita de amor, dispuestos a saciar su sed y contagiados por el olor de la tinta impresa que fluye por el parque Morro-Cabaña con sus dos mil 774 metros cuadrados invadidos por una incontenible marea humana.
No importa si llueve o azota un viento irreverente saturado de humedad. El libro llama con fuerza y se sale a buscarlo.
El título de mayor venta, hasta el miércoles último, era Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet, según registros del Comité Organizador.
También Tinísima, de Poniatowska -en su edición cubana, del Fondo Casa de las Américas- es reclamado con insistencia.
Es una fiesta nombrable, como dijo en la inauguración el poeta cubano César López (Premio Nacional de Literatura 1999), homenajeado en esta XVI edición junto al investigador e historiador Eduardo Torres-Cuevas (Premio Nacional de Ciencias Sociales 2000).
Una fiesta de la palabra y también de la familia cubana, como la definió el ministro de Cultura, Abel Prieto, al resaltar su poder de convocatoria que crece cada vez más con los años.
La Habana es su puerta de entrada. La recibe y respalda con el poderío de su acervo espiritual para después volcarla en brazos de la isla donde crece y se multiplica.