Mentiras y abusos del modelo chileno Alejandro Lavquén
Según la prensa, y a pesar de todos los problemas políticos, sociales y económicos (mínimos comparados con otras naciones en opinión de los “entendidos”), Chile es un país próspero y vanguardista en sus fundamentos. La gente es feliz de muchas maneras y libre de optar ante la oferta de tiendas, mall y lugares de entretención. Claro, nadie protesta con fuerza cuando algo anda mal, salvo los estudiantes secundarios, a quienes todos dicen apoyar en sus demandas, pero sin integrarse activamente a las movilizaciones. Pero qué otro apoyo se podría esperar de un pueblo que permanece impávido ante la cantidad de abusos a los que es sometido diariamente: cobros desproporcionados en las cuentas de agua, luz y teléfono, intereses usureros en las casas comerciales, bancos, supermercados y financieras, un sistema de salud y previsión ideado para enriquecer a un grupo de privilegiados con el dinero de los trabajadores, etcétera. Visto a la realidad de los hechos, este es un asco de país en los aspectos mencionados. Y qué decir del Transantiago, el mejor ejemplo de “maestro chasquilla” que hemos podido ver en mucho tiempo. El pueblo se encuentra prisionero entre las redes del crédito y el temor a perder sus empleos, obnubilado además por la televisión, que les entrega su excremento día a día a través de noticiarios y programas producidos y conducidos por personas mediocres e ignorantes, elevados a la categoría de ídolos gracias a dos pasquines que circulan en los quioscos y cuyo objetivo es ser el soporte de “entretención” y distracción del sistema socio-político que impera en nuestra nación para la desgracia de la clase media y proletaria. La solución a estos males podrían ser muchas, pero, para que esto suceda, primero el pueblo debe tomar conciencia de que son ellos los únicos que, con su presencia colectiva en las calles, pueden presionar a las autoridades para cambiar las cosas.
El pueblo debe organizarse, comenzando por sacar de sus cargos a los dirigentes sindicales que lo único que hacen es usufructuar de las organizaciones gremiales y elegir a quienes de verdad se la jugarán por los intereses de quienes representan. A esto se debe agregar una actitud de rechazo popular a los parlamentarios de la Concertación y de la Alianza, negándoles el voto durante las elecciones, el Parlamento de Chile es uno de los grandes responsables de la situación de indefensión en que se encuentran hoy los trabajadores. El nuestro, salvo excepciones, es un Congreso cuyos miembros son serviciales al sistema económico manejado por los empresarios en complicidad con el Ministerio de Hacienda. Ante todo esto es claro que hoy la última palabra la debe dar el pueblo movilizado y consciente de su rol en la construcción de su propio futuro, aunque algunos pretendan que el pueblo no es capaz de conducir su propia historia. Tamaña mentira debe ser extirpada de la conciencia de los trabajadores de este país y del mundo.
ARENGA AL LUCHADOR SOCIAL
(Poema de Alejandro Lavquén)
Vuela, no te detengas, no escuches
los cantos de Sirena.
Se siempre tú, no cambies de idioma,
no te rindas ante la frivolidad.
Continúa a paso de piedra, de caricia,
de luz, mantén en tu boca el flujo
dulce del amanecer.
Escribe tus motivos, puéblanos de ideas,
haz de las murallas el gran silabario.
Cuídate del puñal que sigue tus pasos,
pero no te detengas, no aceptes los reproches
apolillados del inquisidor.
Golpea lo establecido cuándo haya que golpear.
Sigue avanzando, trae la lluvia
a donde espera la flor.
Fluye tu constancia como el río mayor
a sus afluentes.
Recoge las riendas del carruaje
que te trae el camino.