Con la visita del presidente de Estados Unidos, George Bush, a América Latina, más específicamente a Brasil, se desató una polémica alrededor de la viabilidad del desarrollo de los biocombustibles. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Los biocombustibles son una tragedia ecológica y social. Con su producción se creará un problema muy grande de soberanía alimentaria, ya que hay miles de hectáreas de soja, caña de azúcar y palma africana que se van a expandir, lo que va a producir una deforestación masiva muy grande. Esto ya está pasando en Colombia y en el Amazonas de Brasil. Además va a aumentar la escala de producción de monocultivos mecanizados, con altas dosis de fertilizantes y específicamente Atrazina, que es un herbicida muy nocivo con irrupción endocrina. Digamos que los problemas de la agricultura industrial se potenciarán de una forma tremenda.
Por otra parte, el desarrollo de los biocombustibles no tiene ningún sentido energético, ya que todos los estudios que se han hecho demuestran que se necesita más petróleo para fabricar biocombustible. Por ejemplo, en el caso del etanol de maíz se necesitan 1,3 kilocalorías de petróleo para producir una kilocaloría de bioetanol. Esto no tiene ningún sentido. Lo que está ocurriendo, básicamente, es el diseño de una nueva estrategia de reproducción por parte del capitalismo, que está tomando el control de los sistemas alimentarios. Aquí se está produciendo la alianza inédita de multinacionales petroleras, biotecnológicas, de autos, los grandes mercaderes de granos y algunas instituciones conservacionistas. Entonces, hay un conglomerado que va a decidir junto a China, debido a su demanda de soja, cuáles van a ser los grandes destinos de los paisajes rurales de América Latina. Yo creo que en ese sentido tenemos que tener mucho cuidado de que nuestros gobiernos, a pesar de que quieran utilizar esta oportunidad, prioricen la soberanía alimentaria como un elemento de desarrollo estratégico.