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General: ¿por qué USA está en guerra con los pobres y los oprimidos?
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: matilda  (Mensaje original) Enviado: 20/04/2007 19:12
Si Jesucristo sería incapaz de bombardear a nadie, ¿por qué USA está en guerra con los pobres y los oprimidos?

Jason Miller
http://civillibertarian.blogspot.com

Traducido por S. Seguí


“No me cansaré de afirmar que si queremos poner fin realmente a la violencia debemos acabar con la violencia que se halla en la base de todas las demás: la violencia estructural, la injusticia social, la exclusión de ciudadanos de la gestión de los asuntos del país, la represión. Todo esto es lo que constituye la causa primera, de la que las emanan todas las demás.”

Arzobispo Óscar Romero (1917-1980)

A diferencia de la riada de materia fecal bovina que lanzan nuestros estimados medios de comunicación corporativos, el terrorismo no constituye una amenaza inminente a la existencia de seres humanos morales y pacíficos. No cabe duda de que algunos grupos de individuos matan a personas inocentes en aras de programas políticos enloquecidos. Sin embargo, en su mayor parte, los grupos que el gobierno Bush y sus portavoces oficiosos, la cadena Fox News y medios afines, califican de terroristas son personas que, simplemente, utilizan un tipo de “guerra asimétrica” con el fin de resistir a la opresión, la explotación y el sometimiento de un agresor imperialista. Cada vez más, las políticas exteriores e interiores de Estados Unidos las determinan un puñado de cínicos burgueses, algunos de los cuales ni siquiera tienen la nacionalidad estadounidense, cuya malevolencia solamente es superada por su avaricia.

Permanentemente fieles a su mendaz naturaleza, esta élite del dinero ha concebido la Guerra contra el terror como un ataque contra todos aquellos valientes capaces de enfrentarse por la violencia a su propia esclavización. Sí, esta reciente campaña destinada establecer la Pax Americana es únicamente una nueva tapadera de la Guerra contra los pobres y oprimidos. La Humanidad se ha visto conducida a un épico enfrentamiento entre adinerados y empobrecidos desde que se desarrolló la agricultura, se abandonó el nomadismo y comenzó la acumulación de riqueza. La industrialización, el consumismo, el materialismo, la esclavitud de la deuda, la esclavitud del salario, la supercompetitividad, el egocentrismo y la miríada de desgracias que ha aportado el capitalismo americano han catapultado a la plutocracia a la estratosfera, en términos de riqueza y poder. Esta plutocracia no va a renunciar tranquilamente a ese botín obtenido con sus malas artes.

A pesar de la creciente miseria y del número en aumento de seres humanos indigentes, nuestros amos corporativos y sus leales propagandistas nos aseguran que la guerra de clases ha terminado. Al fin y al cabo, el colapso de la Unión Soviética y la carrera de China en pos de una adaptación al libre mercado probarían que el socialismo y el comunismo son utopías fallidas. Estados Unidos y los países conquistados (perdón, liberados) son meritocracias. Para aquellos de ustedes que vivan en la miseria, la riqueza está a la vuelta de la esquina; solamente tienen que mover su holgazanes traseros y aplicarse con un poquito de duro trabajo. Este tipo de pendejadas fluye libremente de las bocas de tipos que se llevan a final de mes unos ingresos de seis, siete y hasta ocho dígitos, de personas que anidan en total seguridad dentro de los confines de sus barrios blindados (gated communities) y que reposan en el confortable apoyo que les brinda su fortuna, heredada o saqueada.

Sin embargo, lejos de haber terminado, gracias a los esfuerzos incesantes de Goldwater, Buckley, Nixon, Reagan, Cheney, Bush y otros neofascistas, la actual lucha socioeconómica ha alcanzado un punto de máxima intensidad. Trágicamente, la élite gobernante ha utilizado su formidable máquina de agitación y propaganda para conseguir que las confundidas masas crean que las víctimas de nuestro depravado sistema (y de sus campeones) son el auténtico enemigo.

Consideremos lo siguiente:

En un llamativo contraste con George Bush, personaje responsable de la muerte de un millón o más de iraquíes y afganos, además de varios miles de estadounidenses en Nueva Orleans e Iraq, Hugo Chávez, que no tiene las manos manchadas de sangre y que además ha mitigado el sufrimiento de millones de personas, es “la amenaza”.

Los combatientes de la resistencia que luchan por expulsar a un ocupante extranjero que libra una guerra genocida contra el pueblo iraquí desde la Guerra del Golfo o son “terroristas”. Los componentes de las hordas invasoras, en cambio, son tratados de “libertadores”.

Grupos palestinos como Hamás, con un ridículo nivel de armamento y de financiación, que hacen uso de la violencia en un intento desesperado de contrarrestar la brutal limpieza étnica, el apartheid, la ocupación y la colonización practicados por los sionistas, cometen “actos terroristas” cuando matan a civiles israelíes. A la inversa, las fuerzas del ejército israelí actúan “con total justificación” cuando asesinan a una escala mucho mayor, únicamente porque “defienden el derecho de Israel a la existencia.”

Es posible hallar muchos otros ejemplos en los que el establishment en el poder vilipendia y ataca a esa “despreciable basura”, pero podemos hacer marcha atrás unos pocos años para echar un revelador vistazo a un ejemplo concreto de las perniciosas maquinaciones de los opulentos. Al mismo tiempo, exploraremos también una potencial solución al cáncer del capitalismo estadounidense, una plaga que cubre la tierra y a casi todos los seres que viven en ella.

¿Libres por fin?

La Teología de la Liberación, movimiento de amplia difusión entre los sacerdotes y obispos de América Central y del Sur en las décadas de 1960, 1970 y 1980, tiene unas raíces que remiten a Dietrich Bonhoeffer, un pastor luterano ahorcado en 1943 por su resistencia a Hitler y los nazis. Al interpretar las enseñanzas de Cristo como una llamada a dedicar sus vidas a la lucha por la justicia social y los derechos humanos, personas como Dom Hélder C창mara, Leonardo Boff, Dorothy Stang y Oscar Romero se enfrentaron al acoso, las acciones punitivas del Vaticano, la persecución y el asesinato en su lucha por la emancipación de los explotados, los violentados y los pobres.

El obispo rojo

Enfrentándose tanto al Vaticano como a la dictadura militar que gobernó Brasil desde 1964 hasta 1985, el obispo rojo, Dom Hélder Câmara, fue un intrépido defensor de los de abajo. Llegó a ser conocido en todo el mundo por su denuncia constante de las violaciones de los derechos humanos perpetradas por el inhumano Gobierno brasileño de entonces, y por su denuncia, igualmente valiente, de los elementos derechistas de la Iglesia católica. Antes de que el Papa Juan Pablo II y Joseph Ratzinger, su reaccionario confidente y actual Papa Benedicto XVI, consiguieran silenciar a la mayor parte de los teólogos de la liberación —por sus tendencias marxistas—, Câmara consiguió hacer progresar significativamente la causa de la Humanidad en Brasil.

Una de las frases más conocidas de Câmara es aquella en la que afirma: “Cuando doy pan a los pobres me llaman santo; cuando pregunto por qué los pobres no tienen pan me llaman comunista.”

El Arquitecto

Leonardo Boff consiguió atraer sobre sí, de manera muy especial, las iras de Joseph Ratzinger. Boff —también sacerdote, también brasileño— era incluso más radical a los ojos de la Iglesia que Câmara. Sus incesantes esfuerzos intelectuales establecieron las bases para la Teoría de la Liberación en América Latina. El Vaticano era totalmente reacio a asociarse con los movimientos políticos izquierdistas y estaba dispuesto a hacer caso omiso de todas las invocaciones de Cristo a la justicia. Como principal arquitecto de la Teoría de la Liberación, Leonardo Boff era un hombre marcado.

Afirmaciones como “Jesús era un prisionero político que murió en la Cruz, no un viejo que murió en su cama” hicieron poco para atraerle la simpatía de una institución mucho más interesada en aumentar su riqueza e influencia que en adoptar una postura contra los poderes establecidos en beneficio de los pobres. La Iglesia prohibió a Boff el desempeño de alguna de sus actividades sacerdotales. Más tarde, Boff dejaría la Iglesia y continuaría su búsqueda de un mundo mejor, ahora por medio de un activismo político independiente.

Al afirmar su ferviente oposición a nuestros criminales potentados, en noviembre del 2001, Boff comentó: “Para mí, el ataque terrorista del 11-S marca un punto de inflexión para un nuevo modelo humanitario y mundial. Los edificios que fueron blancos del ataque nos transmiten un mensaje: una nueva civilización mundial no podrá construirse basándose en la actual economía de dominación (simbolizada por él World Trade Center), en el tipo de máquina de muerte establecido (el Pentágono) y en el tipo de arrogantes políticas que tanta exclusión producen (la Casa Blanca, finalmente no atacada debido a la caída de un avión). Para mí el sistema y la cultura del capital comenzaron a caer. Son demasiado destructivos.”

Dot

Una monja estadounidense que más tarde adoptó la nacionalidad brasileña, Dorothy Stang, fue una infatigable y valerosa defensora tanto de la selva húmeda como de los derechos de los campesinos. A pesar de las amenazas de muerte por parte de terratenientes e intereses madereros, siguió contribuyendo a que familias brasileñas pobres cultivasen sus pequeñas propiedades sin recurrir a la deforestación. El 2 de diciembre de 2005, unos asesinos la mataron a balazos a quemarropa.

Dot —como la llamaba su familia— resumió así de brevemente su noble programa:

“No quiero huir, ni tampoco abandonar la lucha de estos campesinos que viven en la selva sin protección alguna. Tienen el sacrosanto derecho de aspirar a una vida mejor en una tierra de la que puedan vivir y en la que puedan trabajar con dignidad y respeto del medio ambiente.”

San Romero

Quizás la figura más influyente de un movimiento tan estimulante como la Teología de la Liberación fue San Romero. El Vaticano había nombrado a Óscar Romero arzobispo de San Salvador por su abierta defensa del Consenso de Washington. No obstante, el testimonio de miles de horribles crímenes contra la Humanidad catalizó su profunda conversión. Jimmy Carter (y más tarde Ronald Reagan) financiaron a los militares del gobierno de El Salvador, dominado por algunos ricos oligarcas estrechamente alineados con las multinacionales estadounidenses. En su lucha por defender su riqueza de la amenaza del azote comunista, los amigos salvadoreños de Washington asesinaban cada mes un promedio de 3.000 opositores. Romero defendió un camino de no violencia. En 1978, escribía lo siguiente:

“El consejo evangélico de presentar la otra mejilla a un agresor injusto lejos de ser pasivo o cobarde indica una gran fuerza moral que deja al agresor moralmente vencido y humillado. Los cristianos siempre optan por la paz ante la guerra.”

En uso de su posición y su voz en el seno de la Iglesia, Romero pedía en sus sermones el fin de la tortura y los asesinatos. Como medios activos de protesta cerró escuelas, canceló misas, abrió el seminario a los sin hogar y los heridos, y paralizó la construcción de una nueva catedral. Lanzó duras acusaciones contra los implacables tiranos que gobernaban El Salvador y exigió a Estados Unidos que pudiera fin a la financiación de los carniceros de su país (Washington siguió transfiriendo a éstos 1.500.000 dólares diarios durante doce años), pidió a los pobres que asumieran “su propia lucha por la liberación”, e instó a los campesinos que formaban el ejército de El Salvador que desafiaran a sus amos del Gobierno:

“Hermanos, son ustedes parte de nuestro mismo pueblo y matan a sus propios hermanos campesinos (…) Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios... Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla... Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado (…) La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Ya es hora de recuperar nuestras conciencias y obedecerlas, y no de obedecer las órdenes del pecado. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!”

A consecuencia de esta llamada a los soldados de El Salvador de desobedecer las órdenes, el 24 de marzo de 1980, monseñor Romero celebró la que iba a ser su última misa. En pleno servicio, la bala de un asesino le partió el corazón. En unos instantes dejó de existir. Las fuerzas reaccionarias habían asesinado otro intrépido defensor más de los pobres y los tiranizados.

A ver: ¡más adoctrinamiento!

No obstante, como los expertos mediáticos, los think tanks y los cargos públicos occidentales han observado, con su peculiar astucia, la lucha de clases no existe. Las clases socioeconómicas son fluidas y amorfas, en una economía mundial dominada por Estados Unidos y que ofrece una movilidad ascendente ilimitada. Marx y sus filósofos están muertos, enterrados y olvidados. El hecho de que “referentes morales” como el multimillonario mexicano Carlos Slim [1] , o los estadounidenses Walton [2] y Charles Koch [3] , o el australiano Rupert Murdoch [4] y otros pocos centenares más posean más riqueza que los 2.500 millones de personas más pobres es únicamente el “orden natural de las cosas”. Aunque sea una lástima, los once millones de niños que mueren anualmente por causa de la pobreza son los sacrificios necesarios que exige el becerro de oro.

Llegado el terrorífico e improbable caso de que el adoctrinamiento a que ha sido usted sometido falle y se encuentre usted afligido, de repente, por el profundo sentimiento de vacío existencial que acompaña al convencimiento de que nuestro hedonista, adquisitivo, narcisista, vacío, ruin y belicoso modo de vida americano está moralmente en bancarrota, recuerde que los Teólogos de la Liberación nos mostraron que hay otros modos de ser.

Pero, bueno, vamos a dejarnos de pendejadas

Encienda usted la tele, disfrute de la fantasía de que puede llegar a ser tan rico y privilegiado como Donald Trump [5] . A fin de cuentas, ¡es mucho más gratificante que intentar emular a esos idealistas incorregibles que ni siquiera llegan a santos!

[A modo de revelación: En los orígenes de su definitivo divorcio de este fanatismo centrista que pretende pasar por progresismo y que afecta a tantos estadounidenses, este autor, inadvertidamente, defendió y adoptó ideas parecidas a las de la Teología de la Liberación, antes de descubrir la existencia de este increíble movimiento. A pesar de haber abandonado su fe cristiana en favor de una espiritualidad personal forjada en el crisol de la lucha personal, las dos direcciones que se indican a continuación revelan las reveladoras similitudes existentes entre sus principios personales y los de la Teología de la Liberación: http://www.politicalaffairs.net/article/articleview/4369/1/50/ y http://www.axisoflogic.com/cgi-bin/exec/view.pl?archive=145&num=22526]

Notas del traductor
[1] Telecomunicaciones, etc. Es el hombre más rico de América Latina.
[2] Propietarios de la cadena de supermercados y grandes superficies WalMart.
[3] Una de las mayores fortunas del sector del petróleo y la energía.
[4] Magnate mundial de la prensa y otros medios (cadena Fox, p. ej.); amigo y protector de José M짧 Aznar.
[5] Gran fortuna proveniente de la especulación inmobiliaria y la construcción.

Fuente: http://civillibertarian.blogspot.com/2007/04/jesus-wouldnt-bomb-soul.html

Jason Miller publica sus ensayos en el blog Thomas Paine’s Corner (http://civillibertarian.blogspot.com/). Se le puede escribir a: willpowerful@hotmail.com

S. Seguí es miembro de Cubadebate y Rebelión.



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De: elsantaneco Enviado: 20/04/2007 22:13
 
MATI, TE QUIERO MUCHOOOOOOO TE ADOROOOOO 

San Romero

Quizás la figura más influyente de un movimiento tan estimulante como la Teología de la Liberación fue San Romero. El Vaticano había nombrado a Óscar Romero arzobispo de San Salvador por su abierta defensa del Consenso de Washington. No obstante, el testimonio de miles de horribles crímenes contra la Humanidad catalizó su profunda conversión. Jimmy Carter (y más tarde Ronald Reagan) financiaron a los militares del gobierno de El Salvador, dominado por algunos ricos oligarcas estrechamente alineados con las multinacionales estadounidenses. En su lucha por defender su riqueza de la amenaza del azote comunista, los amigos salvadoreños de Washington asesinaban cada mes un promedio de 3.000 opositores. Romero defendió un camino de no violencia. En 1978, escribía lo siguiente:

“El consejo evangélico de presentar la otra mejilla a un agresor injusto lejos de ser pasivo o cobarde indica una gran fuerza moral que deja al agresor moralmente vencido y humillado. Los cristianos siempre optan por la paz ante la guerra.”

En uso de su posición y su voz en el seno de la Iglesia, Romero pedía en sus sermones el fin de la tortura y los asesinatos. Como medios activos de protesta cerró escuelas, canceló misas, abrió el seminario a los sin hogar y los heridos, y paralizó la construcción de una nueva catedral. Lanzó duras acusaciones contra los implacables tiranos que gobernaban El Salvador y exigió a Estados Unidos que pudiera fin a la financiación de los carniceros de su país (Washington siguió transfiriendo a éstos 1.500.000 dólares diarios durante doce años), pidió a los pobres que asumieran “su propia lucha por la liberación”, e instó a los campesinos que formaban el ejército de El Salvador que desafiaran a sus amos del Gobierno:

“Hermanos, son ustedes parte de nuestro mismo pueblo y matan a sus propios hermanos campesinos (…) Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios... Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla... Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado (…) La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Ya es hora de recuperar nuestras conciencias y obedecerlas, y no de obedecer las órdenes del pecado. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!”

A consecuencia de esta llamada a los soldados de El Salvador de desobedecer las órdenes, el 24 de marzo de 1980, monseñor Romero celebró la que iba a ser su última misa. En pleno servicio, la bala de un asesino le partió el corazón. En unos instantes dejó de existir. Las fuerzas reaccionarias habían asesinado otro intrépido defensor más de los pobres y los tiranizados.



 
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