El regreso del Idiota
Bajo ese título, Mario Vargas Llosa, el notable novelista peruano y liberal semicolonial, nos anuncia en La Nación, de Buenos Aires, del 24-02-2007, que una década después de la aparición de Manual del perfecto idiota latinoamericano, el papel debe soportar el detritus de los mismos autores Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas (hijo de Mario). El título del mamarracho se llama: El regreso del idiota.
Hugo Presman
Si el primer engendro fue posible al calor de las políticas neoliberales de devastación, el segundo sale a la luz cuando las consecuencias de la aplicación de las imposiciones del Consenso de Washington, de liquidación del Estado, privatizaciones, apertura indiscriminada de las economías latinoamericanas, distribución regresiva del ingreso, incremento obsceno de la pobreza y la indigencia, debería llevar a estos autores bien pagos adoradores del Dios Mercado a un saludable silencio. Pero los idiotas colonizados son irredimibles. Tienen ojos pero son ciegos, tienen orejas pero son sordos, tienen olfato solo para rendirles pleitesía a sus amos y tienen voz para expresar sus mentiras. ¿Exageración? Acá van algunas parrafadas de Mario Vargas Llosa: «El Manual del perfecto idiota latinoamericano golpeaba sin misericordia, pero con sólidos argumentos y pruebas al canto, la incapacidad genética de la derecha cerril y la izquierda boba para aceptar una evidencia histórica, que el verdadero progreso es inseparable de una alianza irrompible de dos libertades, democracia y mercado. Además de llegar a un vasto público, provocó saludables polémicas y las inevitables diatribas en un continente "idiotizado" por la prédica ideológica tercermundista, en todas sus aberrantes variaciones, desde el nacionalismo, el estatismo y el populismo hasta, como no, el odio a Estados Unidos y al "neoliberalismo". Una década después, los tres autores vuelven ahora a sacar las espadas y a cargar contra los ejércitos de "idiotas" que, quién lo duda, en estos últimos tiempos, de un confín a otro del continente latinoamericano, en vez de disminuir parecen reproducirse a la velocidad de los conejos y cucarachas, animales de fecundidad proverbial. El humor está siempre allí, así como la pugnacidad y la defensa a voz en cuello, sin el menor complejo de inferioridad, de esas ideas liberales que, en las circunstancias actuales, parecen particularmente impopulares en el continente de marras».
Vargas Llosa no se pregunta acerca del por qué de la impopularidad de las ideas que arrojaron a al desocupación, a la pobreza, a la indigencia y a la muerte a millones de latinoamericanos. Ciego, ni siquiera reconoce que son impopulares. Para el sólo son aparentemente. Y dice que su hijito y sus compinches no tienen complejo de inferioridad para exponerla. En eso acierta. La cara de piedra de estos cipayos bien pagos es difícilmente superable, salvo por otros cuya calaña le permita una degradación mayor. Y su complejo de inferioridad lo padecen y lo exhiben con fruición hacia sus amos.
Divide a la izquierda en carnívora y vegetariana. De la primera dice: «Hace unos años, parecía una antigualla en vías de extinción que no sobreviviría al más longevo dictador de la historia de América latina. Fidel Castro ha renacido de sus cenizas con el "idiota" estrella de este libro, el comandante Hugo Chávez, a quién, en un capítulo que no tiene desperdicio, los autores radiografían en su entorno privado y público, con su desmesura y sus payasadas, su delirio mesiánico y su anacronismo, así como la astuta estrategia totalitaria que gobierna su política. Discípulo e instrumento suyo, el boliviano Evo Morales, representa dentro de "la izquierda carnívora" la subespecie "indigenista"». «Aunque en la "izquierda carnívora", por ahora, sólo figuran, de manera inequívoca, tres trogloditas -Castro, Chávez y Morales- en El regreso del idiota se analiza con sutileza el caso del flamante presidente Correa, de Ecuador, grandilocuente tecnócrata, quién podría venir a engordar sus huestes».
El escritor peruano seguramente prefería a Carlos Andrés Pérez en Venezuela que con modales pulcros remataba el país y practicaba políticas de ajuste recomendadas por el Fondo Monetario Internacional que provocaron el Caracazo del 27 de febrero de 1989 con un número indeterminado de muertos que oscilan entre 400 y 2000. O Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia que se había criado en EE.UU., hablaba con dificultad el castellano e intentó privatizar el gas, el agua y lo que estuviera a su alcance. Las movilizaciones populares lo expulsaron hacia su patria estadounidense al intentar vender el gas a este país, el 17 de octubre del 2003, dejando tras de sí setenta muertos y centenares de heridos. O los impresentables y títeres presidentes ecuatorianos como Abdalá Bucaram y Jamil Mahuad, el primero destituido por el Congreso «por incapacidad mental para gobernar» y el segundo que aplicó un durísimo ajuste económico y un proceso de dolarización. Mario Vargas Losa, autor de la notable novela Conversación en la Catedral, exhibía entonces un silencio tan estruendoso como los detonantes elogios actuales a su hijo y compinches de trapisondas. Pero hay signos que revelan que los acorazados e ignorantes cruzados son sensibles a los flechazos de una realidad que con enormes limitaciones, muestran síntomas de salir en varios casos, de la noche de los noventa. Sus aprensiones permiten acentuar el optimismo. Obsérvese este párrafo revelador. «Pese a su buen humor, a su refrescante insolencia y a la buena cara que sus autores se empeñan en poner ante los malos vientos que corren por América Latina, es imposible no advertir en las páginas de este libro un hálito de desmoralización. No es para menos. Porque lo cierto es que, a pesar de los casos exitosos de modernización que señala, el ya conocido de Chile y el promisorio de El Salvador, sobre el que aporta datos muy interesantes, así como los triunfos electorales de Uribe en Colombia, de Alan García en Perú y de Calderón en México, que fueron claras derrotas para "el idiota" en cuestión, lo cierto es que en buena parte América latina hay un claro retroceso de la democracia liberal y un retorno del populismo, incluso en su variante cavernaria: la del estatismo y colectivismo comunista. Esta es la angustiosa conclusión que subyace en este libro afiebrado y batallador: en América Latina, al menos, hay una cierta forma de idiotez ideológica que parece irreducible. Se le puede ganar batallas pero no la guerra, porque, como la hidra mitológica, sus tentáculos se reproducen una y otra vez, inmunizada contra las enseñanzas y desmentidos de la historia, ciega, sorda e impenetrable a todo lo que no sea su propia tiniebla».
Este último párrafo significa, que a los pueblos se le pueden ganar batallas pero no la guerra, porque la defensa de sus riquezas, de su cultura y de sus valores, lo inmunizan a la larga contra la prédica de los sectores dominantes, y es entonces que se despeja la niebla y asoma el encuentro con el sendero de la liberación, estrecho y con múltiples acechanzas, con sus avances y contradicciones.
Por otra parte, Mario Vargas Llosa, omite, que las políticas neoliberales fueron aplicadas en América Latina por democracia avenidas después de criminales dictaduras instigadas por los sectores concentrados de la economía y el apoyo norteamericano que dejaron el campo propicio para aplicar las políticas de devastación.
Álvaro Vargas y sus cómplices fabrican una historia funcional a los intereses imperiales. «Confunden» lo que el imperio dice con lo que hace como dice Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001. Por eso odian en forma visceral al escritor y ensayista uruguayo Eduardo Galeano y su libro Las venas abiertas de América Latina. Ahí donde puede leerse: «La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros países se especializan en perder». «Para quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de América Latina no son otra cosa que el resultado de su fracaso. Perdimos; otros ganaron. Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos: la historia del subdesarrollo de América Latina integra la historia del desarrollo del capitalismo mundial». Federico List padre de la unión aduanera alemana, había advertido que el libre comercio era el principal producto de exportación de Gran Bretaña. Pero la libre competencia en los mercados se convirtió en una verdad revelada para Inglaterra, solo a partir del momento en que estuvo segura de que era la más fuerte, y después de haber desarrollado su propia industria textil al abrigo de la legislación proteccionista más severa de Europa. En los difíciles comienzos, cuando todavía la industria británica corría con desventaja, el ciudadano inglés al que se sorprendía exportando lana cruda, sin elaborar, era condenado a perder la mano derecha y si reincidía, lo ahorcaban; estaba prohibido enterrar un cadáver sin que antes el párroco del lugar, certificara que el sudario provenía de una fábrica nacional.
Ya lo había escrito Carlos Marx en Miseria de la filosofía: «Nada de extraño tiene que los librecambistas sean incapaces de comprender como un país puede enriquecerse a costa de otro, pues estos mismos señores tampoco quieren comprender como en el interior de un país, una clase puede enriquecerse a costa de otra».
Tampoco recuerda el autor de La ciudad y los perros, que hace poco Carlos Alberto Montaner, colaborador del diario La Nación, se vio envuelto en un escándalo al estar incluido su nombre en una lista de periodistas pagados por la CIA, noticia aparecida en la prensa norteamericana.
El 25 de octubre del 2002, publiqué una replica al primer libro de ésta camarilla descerebrada. Dos de sus capítulos se transcriben a continuación.
Manual Del Perfecto Idiota Latinoamericano
Cuando el neoliberalismo avanzaba rauda y depredadoramente en América Latina, tres autores compartieron su única neurona y engendraron el manual de referencia. Arremetieron contra Eduardo Galeano y uno de sus libros Las venas abiertas de América Latina alabando hasta el éxtasis la anulación de las barreras aduaneras, la desaparición del Estado, la destrucción de las industrias, la privatización total, el equilibrio fiscal a cualquier costo, la colonia próspera, la especialización primaria, el ingreso irrestricto de capitales especulativos, la restricción monetaria y una larga lista de zonceras equivalentes. Han transcurrido pocos años desde que aquellos desvaríos se tomaran como verdades reveladas. Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa pueden ser tomados hoy como prototipos del perfecto cipayo latinoamericano. Tan idiotas que no distinguen el discurso externo del interno del Imperio. Algunos ejemplos a considerar por los neoliberales coloniales que aplica hacia adentro EE.UU.: a) en los últimos 18 meses la emisión realizada equivale al 50% de la masa monetaria total; b) el déficit presupuestario es de 165 mil millones; c) la emisión monetaria no se trasladó a los precios; d) aumentó la productividad laboral incrementando la plusvalía sin afectar el nivel de ocupación; e) se privilegió la ocupación para mantener la demanda global al tiempo que caían a pique los activos empresariales; f) el correo estatal tiene un déficit de 1700 millones pero no hay propuestas privatizadoras; g) los ferrocarriles estatales arrojan un déficit de más de mil millones de dólares pero los legisladores provenientes de las regiones de los ramales que dan pérdida defienden el carácter social de los mismos; h) se protege todo aquello que los de afuera producen a menor costo; i) los subsidios agrícolas se incrementaron para el próximo lustro. Pedro Albizú Campos, el héroe puertorriqueño, que luchó contra la idea del Estado asociado que aquí propone Carlos Menem, sostenía con precisión: «Aquel que no está orgulloso de su origen no valdrá nunca nada porque empieza por despreciarse a si mismo». Claro que estos perfectos idiotas latinoamericanos tienen una valía individual inversamente proporcional al daño, a las miserias y a las muertes que provocan.
Argentina: el fracaso neoliberal inocultable
Helio Jaguaribe, el economista brasileño sostiene: «El neoliberalismo es una ideología letal...... igual que el comunismo, no aprende de sus propios errores. Si las cosas marchan mal, sostienen ambos, es porque no se radicalizó lo suficiente». Con relación a la Argentina afirma: «La crisis de la Argentina tiene su raíz en un largo proceso de adopción de políticas neoliberales que empezaron hace 25 años y que fueron elevadas a su culminación con la actuación de Domingo Cavallo. Fue un proceso suicida. Por ideología se privó al país de su parque industrial. Privilegió a su sistema financiero y mercantil en detrimento de su capacidad industrial. Su actual parque productivo es muy primitivo, casi preindustrial. Claramente no es el caso de Brasil».
Esa es la explicación técnica. Las consecuencias y los costos humanos están al principio de ésta nota. O en la descripción de Carlos Polimeni: «La Armada Brancaleone del Hambre ha aprendido de a poco su oficio, dictado por la necesidad, que siempre ha sido maestra. Sus componentes revisan las bolsas con gestos mansos y tranquilos, para no ser traicionados por los vidrios... Muchas veces los grupos son familias enteras, en que hay roles dictados por el tamaño, la fortaleza física, la resistencia. Los niños son casi siempre los más activos... Mirar a esos niños a los ojos es una tarea demoledora. El ciudadano común mira a la Armada Brancaleone del Hambre con una mezcla de incredulidad y culpa. Estas personas que se alimentan de la basura, que viven de sus residuos, que vuelven útil lo que en el cuarto B era inútil, no son una fuerza invasora, sino una de las expresiones más rotundas y expresivas de la crisis argentina. Son los excluidos del mercado, las estadísticas de pobreza y marginación hechas personas de carne y hueso, con sueños y pasado, con pelos y señales. Ésta patética fotografía tiene protagonistas que no están invitados a la fiesta». Más bien están condenados, no al éxito como dijo el Presidente Eduardo Duhalde, sino a pagar con su vida y la de sus hijos los costos del evento festivo de banqueros, privatizadas y acreedores.
América Latina sufre las consecuencias de las políticas adoptadas con matices, con mayor o menor intensidad. Caída Argentina, Uruguay y Brasil se sacuden intensamente mientras convulsiones sociales intensas afectan a Bolivia y Paraguay. Ecuador está un paso más allá de la devastación, en la etapa de la dolarización, Venezuela se debate en su soledad nacionalista, mientras en Colombia a la penetración económica continental se la adiciona el desembarco de asesores militares. Es hora de recordar y aplicar la frase de Benjamín Franklin: «O caminamos juntos o nos ahorcarán por separado».
Como Julio César, hemos pasado el Rubicón. En nuestro caso el de la degradación y de la decadencia. Nunca hay un piso en la caída histórica. Con un estado diluido tenemos la off-shorización de las mafias como en la desintegración de la Unión Soviética.... Sólo queda la lucha para la reversión de éste laberinto. Para evitar la disgregación y el derrumbe perpetuo.
Tal vez, porque como decía Abba Eban: «La historia nos enseña que la gente y las naciones sólo actúan sabiamente, después de haber agotado todas las alternativas». El primer paso es convencer en el campo de las ideas. El neoliberalismo está herido seriamente. Es necesario encontrar el pensamiento liberador de la época y que quede encarnado en las mayorías. Cuando eso sucede, la historia da un viraje.
Como decía Víctor Hugo: «No existe en el mundo nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo».