Las espaldas mojadas en las costas españolas: El negocio se internacionaliza. El contrabando de seres humanos desde Africa del Norte para llevarlos, vía España, a la 'tierra soñada' de Europa, ya se ha convertido en una industria plenamente modernizada. Los dueños de las empresas punteras se han lanzado, igual como hacen las multinacionales de éxito en las grandes bolsas mundiales, a fusiones internacionales. Así pueden 'diversificar la oferta'.
Algunos de sus 'sectores de negocio' son fácilmente reconocibles, como el tráfico de mujeres -sobretodo desde Nigeria- para surtir a los burdeles de Europa. Otros no resultan tan transparentes; desde el transporte de lujo con destino garantizado, al contrabando barato en masa, con sus fatales riesgos para los pasajeros. Ahora el mar ya devuelve tantos cadáveres a las playas españolas, que ha comenzado una macabra disputa entre las autoridades centrales y regionales sobre quién debe pagar las cuentas de tanto enterramiento.
Las autoridades españolas calculan que la industria marroquí del contrabando humano tiene actualmente una reserva de unos 25.000 emigrantes clandestinos para ser enviados a España, desde Tánger o desde el entorno de los enclaves de Ceuta y Melilla ciudades españolas en la costa marroquí. Y además, gracias a sus recientes fusiones con 'transportistas hermanos' en Mauritania y las Islas de Cabo Verde, otros tantos pasajeros dispuestos en puertos de aquellos territorios.
El ministro español del Interior, Mayor Oreja, ya declara públicamente que el contrabando de espaldas mojadas 'será nuestro principal problema en esta década'. Claro está que también lo dice porque el gobierno conservador español busca argumentos para desmantelar la 'demasiado generosa' ley de inmigración, que había entrado en vigor -a pesar de sus protestas- justo antes de las elecciones de marzo. Pero eso no desmerece su evaluación del problema: el contrabando humano está creciendo de modo explosivo.
Ahora que España está terminando el 'blindaje' de Ceuta y Melilla, completado con modernísimas técnicas de vigilancia en el Estrecho de Gibraltar, al precio de unos 150 millones de dólares, se ve el resultado que ya había predicho la policía de fronteras: 'Con el enorme crecimiento de población, y de miseria, en Africa del Norte, no se puede ni pretender poner coto a las ansias de emigración; como mucho, se le fuerza a escoger otras rutas.'
Ahí, uno de los problemas es la endémica corrupción entre la policía y otras instituciones marroquíes. ¿Cómo explicar, de otro modo, que expediciones enteras de clandestinos, ante la dificultad de cruzar el Estrecho de Gibraltar, aparezcan de repente ante las costas de las Islas Canarias? Un desvío de 3000 kilómetros, que incluye el cruce de campos minados y zonas militares en lo que fue el teatro de guerra del antiguo Sahara Occidental...
Pero esa puerta trasera para gentes del norte de Marruecos, ahora ya no parece más que un negocio marginal para la industria del contrabando humano. Ha habido un vuelco completo, comparado con años anteriores, en la cifra de emigrantes marroquíes y de los procedentes de Africa negra, detenidos en las costas canarias. Allí, en 1999, los marroquíes formaban el 86 por ciento, contra un 14 por ciento del resto de africanos. Pero en lo que va de año, los emigrantes desde la Africa negra ya constituyen el 88 por ciento; entre ellos, más de la mitad mujeres y -significativamente- la cuarta parte niñas menores de edad, procedentes de Nigeria. La industria del contrabando se ha fusionado con la trata de mujeres para abastecer los burdeles europeos.
Y además de sus 'joint ventures' con colegas de Nigeria, Mauritania, Guinea y las Islas de Cabo Verde, los mafiosos marroquíes (sin duda con algunos socios europeos para 'colocar la mercancía') también están ampliando sus contactos con las flotas internacionales de pesqueros de arrastre (coreanos, chinos, rusos) que operan en las aguas entre Africa y las Canarias. Estos ganan un buen sobresueldo como remolcadores, para llevar pateras hacia las costas españolas.
La industria del contrabando humano está cada vez menos dispuesta a arriesgar sus marinos expertos para pilotar las simples pateras hasta las playas, con el peligro de que les detenga la guardia costera española. Los emigrantes 'baratos' son entregados a su suerte, sin piloto, una vez que los buques remolcadores han llevado las pateras a la cercanía de las Islas Canarias. Da igual si no saben navegar hasta la playa, o si naufragan; los pasajeros ya han pagado, y nadie se ha molestado en preguntarles si saben nadar.
De este modo, cada año mueren ahogados centenares (otros cálculos dicen que algunos miles) de emigrantes clandestinos. Y se mueren viendo aquellas playas que les fueron descritas, por el servicio de marketing de una industria internacional de contrabando humano, como la tierra prometida de Europa.