Era la mañana del 19 de mayo de 1895. Por tribuna la montaña y por auditorio la tropa mambisa. Era el escenario del que sería el último discurso del delegado, del Mayor general José Martí Pérez, a quien los soldados llamaban Presidente. Le antecedieron en la palabra el generalísimo Máximo Gómez, con su elocuencia militar, sobria y enérgica, y el general Bartolomé Masó.
Y habló Martí con el verbo encendido de patriotismo. Alertó de lo mucho que faltaba por hacer, de los grandes sacrificios y llamó a no esquivarlos porque "es preferible morir en defensa de la libertad que vivir privado de ella".
Voz dúctil a las inflexiones y rica en modalidades y matices para expresar sus nobles postulados, refirió Manuel Piedra Martel, testigo de la historia. En ocasiones el suave susurro o el estruendoso rumor en despeñado torrente, sobre todo para hacer vivas sus consideraciones de lo que debía ser la República. Aún la tropa bajo la influencia de sus palabras, cuando se escuchan unos tiros. Todos marchan a la batalla contra un enemigo superior en fuerzas y bien posicionado. Creo que Martí ha muerto, dijo alguien, pero 112 años después, el más universal de los cubanos, el antimperialista e internacionalista adelantado, marcha en nuestra vanguardia.