El 1º de Enero de 1959 las sirenas de La Prensa, a las que se unieron otros agudos sonidos de fàbricas, barcos, hasta pitos y alegres matracas en los barrios, alertaron a los porteños. La huida de Batista se transmitía en todos los informativos. Casi de inmediato Celia conociò la buena nueva. Alberto Granado, de visita en la Argentina, llamò para saludarla y pedirle noticias de la familia, especialmente de su amigo Fuser. Ella le contò lo que sabìa y lo invitò a comer en su casa, donde tambièn estarìa Jorge Masetti. Fue un encuentro muy cordial, podìan compartir historias, recuerdos, rastros de aventuras, Jorge entrò eufòrico y sin saludar abrazò a Celia.
- Ganamos, Celia, ganamos - de algùn modo podìan sentirse partìcipes de una lejana victoria.
Masetti precisò los detalles de la huìda de Batista y el avance de las fuerzas rebeldes. Cienfuegos y Guevara iban de Santa Clara a La Habana. Fidel se disponìa a partir en lo que serìa una marcha triunfal.
-¿Què puede pasar ahora?
- Yo le dije que estaban haciendo la revoluciòn - recordò Masetti.
- No es cosa que se resuelva de la noche a la mañana- dijo Guevara, que estaba de visita.
- Hay tiempo, parece que un general intenta formar una junta militar para que se haga cargo del gobierno - Masetti consultò los cables de la agencia France Press que tenìa en la mano.
- ¿Què dice Fidel? - preguntò Celia, aceptando que era èl quien tenìa la ùltima palabra.
- Convocò a una huyelga general, la consigna es "Revoluciòn, sì. Golpe de Estado militar, no".
Todos decidieron ir a la Avenida de Mayo a integrar la manifestaciòn que la crònica del diario Clarìn sintetizò en su ediciòn del dìa siguiente asì: "Una multitud de banderas argtentinas y cubanas ponìa una nota de color sobre la prieta muchedumbre que vitoreaba constantemente las figuras de Castro y Guevara". Perdida entre la gente que coreaba cantos y nombres, Celia levantaba la bandera de la estrella, que vendedores ambulantes ofrecìan en las esquinas.
La tapa del diario Clarìn del 2 de enero resumiò lo que estaba pasando en Cuba : "Un jòven argentino" se tutulaba un artìculo seguido de unas lìneas: "Ernesto Guevara, el joven mèdico argentino que ocn gran valentìa dirigiò varias de las operaciones màs difìciles de la prolongada lucha, comandarà la Fortaleza de La Habana".
En verdad, el CHe estaba en La Cabaña, cerca de la fortaleza del Morro. POdìa mirar romper las olas contra el Malecòn, dormir en una cama con sàbanas y comer con su habitual buen apetito. Los dìas de andar por el monte atravesando pantanos, aguijoneado por los mosquitos, hambriento, mezquinàndose las medicinas para el asma porque no era fàcil conseguirlas, disparando al bulto, sancionando con rigor faltas que hubiera tolerado en otras circunstancias, trepando laderas, vadeando riachos, sabiendo que en cualquier momento silbaba una bala que podìa tener su nombre, habìan apsado. Ahora se trataba de colaborar en la construcciòn de un paìs. Iba encaminàndose hacia el hombre nuevo.
El 4 de enero Celia atendiò el telèfono, que no dejaba de sonar transmitiendo felicitaciones y saludos.
- Hola vieja... ¿còmo andan ustedes? Por acà todo va bien.
- Ernestito, viejo querido, ¿llamàs desde La Habana?
- Sí, señora. Desde mi escritorio en La Cabaña, quería escucharlos y decirles que costò un poco, pero todo està saliendo como pansàbamos. Acà estoy, esperando a Fidel.
Enseguida las personas que estaban en la casa rodearon el telèfono, se cruzaban los saludos, se mezclabhan las voces. Una fiesta desordenada, estruendosa; de inmediato se recuper첨o ese v첨inculo s첨olido que siempre superò los desacuerdos. Los Guevara no conversaban con el Che, hablanban con Ernestito, con alguien de la familia. Para todos, y de diferentes maneras, fue maravilloso saber que estaba sano y salvo, listo para iniciar una nueva aventura.
(extraìdo del libro de Julia Constenla - Editorial Sudamericana)
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo)