Cuba: inventando una crisis
Carlos Angulo Rivas
Las últimas declaraciones de los voceros oficiales de la Casa Blanca nos muestran una vez más el interés de crear una crisis política y social donde no existe ninguna. La vieja treta del imperialismo se ha repetido muchas veces allí donde la administración gubernamental norteamericana tenga la mirada puesta en razón de algún beneficio directo o el empeño de demostrar su indiscutible hegemonía. De esta manera la salud del comandante Fidel Castro, en vista de las actitudes asumidas recientemente dejan en claro la diferida venganza contra un pueblo que supo construir en medio de la adversidad, el bloqueo político y el embargo económico, una democracia socialista ejemplar cuyos logros sociales y nacionales son solamente comparables con los países del mundo industrializado.
Y a decir verdades, las declaraciones del portavoz del Departamento de Estado, Sean McCormack, afirmando: “Que el pueblo cubano sepa que no tiene un mejor amigo que Estados Unidos y que pueden contar con nuestro apoyo a través del proceso de transformación hacia su futuro democrático. Estamos prontos para ayudar a Cuba en una transición democrática y estamos preparados para proveer rápidamente alivio humanitario sustancial para apoyar una transición genuina." no pueden pasarse por alto debido a la desfachatez del mensaje. Sorprendente la insolencia, ¿no es cierto? ¿Puede ser amigo un gobierno que durante cerca de medio siglo ha tratado de hundir en la miseria a los sacrificados ciudadanos cubanos que hicieron de su país un símbolo de dignidad nacional en América Latina? ¿Puede ser amigo un gobierno que por todos los medios trató de socavar la construcción de una sociedad saludable, sin hambrientos ni niños muertos por inanición, sin analfabetos y con índices de salud, educación y cultura inmejorables? ¿Puede ser amigo un gobierno que aprobó normas de insana severidad a fin de endurecer el ilegal embargo contra Cuba, como las leyes de Helms-Burton- Torrecelli? ¿Puede se amigo un gobierno que pretende la venganza política por no ser obedecido con la cabeza encorvada en señal de sumisión absoluta?
Y señalamos que se trata de una venganza porque de Cuba no pueden saquear petróleo o diamantes, pero sí aspirar a arrebatar, a manera de castigo ejemplar, el honor de un pueblo que dirigido por la revolución socialista del presidente Fidel Castro enseñó al mundo entero que la preeminencia de la dignidad y la soberanía no son negociables. De allí que la amenaza velada de una intervención o la injerencia en los asuntos internos de Cuba se transforman en una cínica procacidad de la política exterior norteamericana, pues alienta fuera de toda razón humana la odiosa celebración de una enfermedad terrenal. El odio de los gusanos de Miami que dejaron de ser cubanos hace muchísimo tiempo no tiene límites y tampoco el de la Casa Blanca en la palabra de la Secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, quien incita a la comunidad internacional con asombroso descaro a presionar por una transición democrática que abra el paso rápidamente a elecciones multipartidistas en la isla.
Felizmente nadie cree en las devaluadas palabras de quienes hablan de la paz y fabrican la guerra abusiva de la supremacía militar (Afganistán, Irak, Palestina, Líbano, etc.) o de quienes hablan de democracia y apoyaron a todas las sangrientas dictaduras latinoamericanas (Pinochet, Videla, Galtieri, Morales Bermúdez, Somoza, Trujillo, etc.) para no hablar de las que han existido y aún existen en el mundo. ¿No es acaso que la señora Rice nos habla de la transición hacia la democracia refiriéndose a las caricaturas electorales de la trampa y el fraude, de la estafa política mediática que elige presidentes latinoamericanos en las sedes de sus embajadas como los casos de Alberto Fujimori, Carlos Menem, Salinas de Gortari, Vicente Fox, Alejandro Toledo, Álvaro Uribe, Alan García, Carlos Andrés Pérez, etc., por apenas citar a los más connotados líderes del asalto al Estado, el crimen impune y la corrupción endémica.
La farsa de la lucha por la democracia de la administración norteamericana es simplemente una fórmula de vender regímenes obsecuentes y subordinados, de gobernantes no elegidos o mal elegidos. Ya que la política de Washington ha convertido a la definición de la democracia real en un simple acto electoral en el que debe ganar, a las buenas o a las malas, el dirigente corrupto más adicto a la intriga y la falsificación. Cabe mencionar en este aspecto fundamental la reciente elección en México, donde el candidato ganador, López Obrador, quiere ser eliminado mediante una estafa al electorado o la del sujeto Alan García en el Perú, ex gobernante acusado de latrocinios, enriquecimiento ilícito y crímenes de lesa humanidad todavía impunes, que fue ayudado directamente por el embajador James Curtis Struble a cometer un doble fraude electoral para imponerse sobre Ollanta Humala, candidato ganador de la primera vuelta que encarnaba el voto antisistema y anticorrupción.
Frente a estos hechos recientes y notorios, no cabe duda que la “transición a la democracia” de la Casa Blanca para Cuba significa el feroz atropello a la revolución socialista, verdadero ejemplo para los países del tercer mundo en los últimos años. Y por eso también los estrategas y los representantes de la administración norteamericana, guiados por el odio a quien nunca les obedeció, el comandante Fidel Castro, legendario líder de los No Alineados, pretenden crear una crisis política indudablemente artificial, enhorabuena rápidamente desenmascarada por la determinación precisa del propio líder al ceder provisionalmente sus funciones de Jefe de Estado a su hermano Raúl Castro, segundo en comando del gobierno y las Fuerzas Armadas. Además, garantía de la continuidad de un proceso revolucionario que goza de magnífica salud, fortalecido por la apertura de gobiernos integracionistas como los reunidos en la cumbre del MERCOSUR en Córdoba, Argentina, justamente con la presencia del comandante Fidel Castro como invitado de consideración y respeto. Continuidad revolucionaria reforzada por el propio pensamiento del Raúl Castro quien en junio pasado afirmó a la prensa: "el comandante en jefe de la revolución cubana es uno solo, y únicamente el Partido Comunista Cubano, como institución que agrupa a la vanguardia revolucionaria y garantía segura de la unidad de los cubanos en todos los tiempos, puede ser el digno heredero."
Afortunadamente la sed de venganza no pasará. Las vanguardias organizadas en el partido, en las organizaciones de base de la juventud y los trabajadores son plena garantía de cualquier sucesión tranquila, ordenada, unitaria y fundada en los principios inculcados por el legendario líder latinoamericano y mundial, cuya épica revolucionaria transciende las fronteras de la sensibilidad humana hacia los más pobres y desafortunados. No hay ni habrá crisis política en Cuba; tampoco habrá la “transición democrática” al estilo norteamericano, aquella de la farsa, la comedia y el sainete de los embustes y las mentiras, cuyos resultados son la falta de salud, educación, trabajo, salubridad, alimentación y subsistencia; la existencia de la mendicidad, la inseguridad social y la desprotección a los ancianos; es decir, no habrá la reiniciación hacia el reino de la exclusión de vastos sectores populares y la marginalidad. La irracionalidad y el odio enfermizo de quienes quieren borrar de la faz de la tierra la revolución cubana chocarán con las enormes barreras de la solidaridad universal de los pueblos sedientos de justicia social.
6 de agosto de 2006