• La policía china libera a 31 hombres que fueron forzados a trabajar durante un año a pan y agua y sin cobrar La fábrica pertenecía al hijo de un alto funcionario comunista. No son pobres sino esclavos.
Varias de las víctimas son trasladadas a un hospital.
- Heridos Los liberados muestran las graves quemaduras causadas por los ladrillos calientes.
ADRIÁN FONCILLAS
PEKÍN
El rescate de 31 esclavos en China obliga a preguntarse dónde está el límite de la ruindad humana. Las fotos de los liberados remiten forzosamente a las de los prisioneros de los campos de concentración nazi: unos aparecen famélicos, otros usan bastones para caminar, todos tienen la mirada perdida y el cuerpo salteado de golpes y quemaduras. Los hombres habían permanecido encerrados un año, forzados a trabajar sin cobrar y a base, literalmente, de pan y agua. La policía los liberó a finales de mayo en las afueras de Linden, en la provincia de Shanxi.
Es cierto que en la historia confluyen algunas de las lacras actuales de China. Las condiciones laborales que requiere la fábrica global son propias del Manchester del siglo XIX. La invasión de productos chinos sería imposible sin los costes de producción imbatiblemente bajos, eufemismo de salarios cortos y jornadas larguísimas que aplican tanto empresas nacionales como extranjeras. Son especialmente débiles los emigrantes rurales, que viajan a las ciudades sin el permiso de residencia, convertidos en semiclandestinos y con escasos derechos que reclamar.