La Isla quedó por delante de numerosos países que, en algunos de los casos, la superan ampliamente en el número de habitantes y en recursos naturales, como Canadá, México, Colombia, Argentina y el propio país anfitrión.
Parece necesario destacar, ante el silencio de algunos y la grosera manipulación de la verdad de otros, esta proeza que tiene, más allá del tema deportivo, otras lecturas en el terreno cultural y socio-económico y en el debate ideológico de estos tiempos.
En el mejor de los casos, los medios más objetivos reconocen el éxito cubano como resultado de la prioridad oficial brindada al deporte a partir del triunfo popular del Primero de Enero de 1959.
Y eso es cierto, pero es apenas una partícula de toda la verdad, pues no basta con dedicar recursos, siempre escasos, a crear y sostener una infraestructura técnica y organizativa y mantener una férrea voluntad política de garantizar la práctica deportiva como un derecho del pueblo, ¡ de todo el pueblo ¡.
Todo ello, innegablemente meritorio, sería insuficiente si la Mayor Antilla no contara con un sólido sistema educacional con más de 800 mil graduados de nivel superior y en el cual se encuentra insertado actualmente más del 25 por ciento de la población, y cubre hasta los más apartados rincones.
Tampoco estos éxitos a nivel continental tendrían lugar si la ínsula no exhibiera un sistema integral de salud de alto nivel científico especializado, en el cual invierte buena parte de su Producto Interno Bruto y que crece a pesar de los sostenidos esfuerzos de Estados Unidos por bloquear el acceso a medicamentos y equipos de última generación.
Los indicadores de salud alcanzados, comparables y en algunos casos superiores a los existentes en los territorios más desarrollados, constituyen un indispensable sostén de la participación masiva de la práctica deportiva desde la edad preescolar.
No es casual entonces que la casi totalidad de los atletas cubanos en Río de Janeiro iniciaron sus carreras deportivas en los Juegos Escolares, a los que poseen acceso todos los ciudadanos sin distinción de raza, credo religioso, sexo u origen social y geográfico.
El tercer componente cultural y socio-económico de estos resultados es la seguridad laboral existente en el seno de la familia isleña, en un país que alcanzó el pleno empleo, con indicadores inferiores al dos por ciento de desempleados y que cuenta con una legislación laboral destinada a garantizar estabilidad, equidad y justicia, aun cuando está distante de tener satisfechas todas las necesidades de la vida moderna..
Complemento básico de todo lo anterior se deriva de que los atletas se saben y sienten representantes de un país que rescató independencia y soberanía, se hizo dueño de su propio destino histórico y convirtió en un principio la dignidad y el sentido de Patria.
Es la convicción plena de estar defendiendo los colores del pueblo al que pertenecen y los formó en hombres y mujeres libres, instruidos y físicamente plenos.