El desastre se expande
Es de casi todos conocido que el sistema imperante en Cuba es incapaz de producir ni felicidad ni bienes de consumo para sus ciudadanos. Los ejemplos desgraciadamente sobran: la industria azucarera de mayor producción en el mundo, destruida; el transporte público, inservible; la vivienda brilla por su ausencia; los ferrocarriles a duras penas funcionan; los comestibles, inexistentes; los campos y ciudades, destruidos. Al nivel de una guerra mundial.
El régimen se nutre, se viste y recibe medicinas de los vilipendiados exilados, de las Naciones Unidas y de dádivas de países tiranizados o en vías de tiranizarse. Ni hablar de los derechos humanos; la represión y los atropellos están a la orden del día. Cuba es un triste desastre.
Siempre, desde su comienzo, la llamada revolución cubana ha sido un parásito que se ha dedicado de vivir del prójimo, pasando el cepillo a diestra y siniestra. De eso hay pruebas de sobra. Podemos señalar a la extinta Unión Soviética, en parte quebrada por los regalos a la revolución cubana; a los chinos, que son medio tacaños; y hoy día a la República Bolivariana de Venezuela con su distinguido presidente, siempre dispuesto, con chequera en mano, a comprar al confundido y corrupto continente. A Venezuela le cuesta más de $20,000 por visita que cada galeno cubano hace a un enfermo venezolano, y creo quedarme corto.
Mi sencilla pregunta es: ¿es factible que la Venezuela bolivariana se torne comunista? Mi respuesta es un rotundo no. Pues si Venezuela se torna comunista, ¿quién la va a mantener a ella y quién va a mantener a esa larga cadena de países encabezados por la Cuba socialista? Eso creo yo, pero por si acaso no estaría de más echarle unas cuantas cáscaras de plátano maduro en el camino al gran intelectual benefactor de nuestro continente.
Rosendo López-Gottardi
North Miami