Este discurso fue dado por José Martí en Duval-House de Madame Bolio en Cayo Hueso el 25 de diciembre de 1891.

Y he aquﾃｭ la medicina, cubanos... he aquﾃｭ el conｭfortativo del alma, que tambiﾃｩn se enferma como el cuerpo, y dominada por la pasiﾃｳn, se postra o se entibia a veces; he aquﾃｭ el cariﾃｱo de este santo hoｭgar, que aunque no es el legﾃｭtimo, que sueﾃｱo en mi fiebre o delirio, de una justicia definitiva para mi pueblo, tiene aquﾃｭ su mejor levadura para levantarlo y sus raﾃｭces abonadas, con lﾃ｡grimas tan puras y tan sinceras, como las de este joven (1) y las vuesｭtras. Y este cariﾃｱo obliga al viajero tanto a mereｭcerlo, que es ya medicina en su naturaleza; y ya se alivia la dolencia fﾃｭsica y rejuvenecen sus brﾃｭos, y se siente doble en su jﾃｺbilo, y el viajero no puede, en lengua de lisonja, hablar, a quienes ha tiempo, les guardaba el deseo de hacerles compaﾃｱﾃｭa: agradeｭcido por cuanto ve, y sin estﾃｩriles reservas, debe deciros: que os abraza, con esperanza real y con el alma entera. Pero el alma de nuestro pueblo, disｭgregada en jirones, paseando su nostalgia por tieｭrras frﾃｭas, que carecen del fuego de nuestro sol y la dignidad de nuestra palma, puedo decir, sin teｭmor a equivocarme, que su mayor suma congregada, siempre la vi, y la palpa mﾃ｡s de cerca ahora, unas veces con intensﾃｭsimo dolor, otras con admiraciﾃｳn, pero siempre con respetuoso recogimiento, por haber creado y mantenido un nﾃｺmero de patriarcas leaｭles a una idea, en los estrechos lﾃｭmites de este nido cubano: el noble Cayo.

Y esta conjunciﾃｳn de dolor y este perseverar en el sacrificio, por vivir en casa propia, levantada con manos amigas, dﾃｩbiles acaso, por la constante vigiｭlia, pero heroicas por la tenacidad en las arremetiｭdas, cuyos impulsos serﾃ｡n santificados con la sanｭgre de nuestros soldados temerarios, serﾃ｡n tambiﾃｩn compensados, cuando en el banquete cordial y sinｭcero de la patria redimida, pechﾃ｡ndonos todos, homｭbreﾃ｡ndonos, tocﾃ｡ndonos el corazﾃｳn con manos leaｭles, alborozados por haber pagado y merecido nuesｭtro cubierto, arraiguemos en tierra grata, la semilla fructﾃｭfera de nuestra vida republicana, ya constiｭtutiva de medio ambiente en nuestra residencia temｭporal del extranjero.

Entonces, unidos en amor y aspiraciones, los cuｭbanos, levantaremos hogar a los proscriptos, con el mismo generoso ejemplo que levantﾃ｡is la vivienda temporal y el sublime altar en vuestras conciencias, al sacrificio por la Patria que llevaremos en triunｭfo al Capitolio.

Adviﾃｩrtense pues, sin escudriﾃｱamientos ni sagaciｭdad, maliciosa, en las miradas que me rodean toda esa voluntad y deseo que habremos de realizar sin duda ... Y este apretar de almas y enlazamiento de corazones, llenos de amor y verdad, desdeﾃｱando la pasiﾃｳn que pudo entibiarnos alguna vez, por avanzar muy de prisa o no precaver la oportunidad, es augurio de oportunidad que se allega, donde con provecho y eficacia para todos, podamos hablarnos, corazﾃｳn a corazﾃｳn, y sacarnos a un golpe previsor, para que vuele al cielo de nuestro destino, lo que tiene de enﾃｩrgico y humilde nuestro pueblo, de grande y de sublime: las ﾃ｡guilas y las palomas!

(1) Se refiere Martí a Genaro Hernández.