Caí en algo blando que se removía bajo mi cuerpo. Quise estirarme y encontré una pared de madera. Cuando intenté pararme alguien gimió. Comencé, con más cuidado, a moverme lentamente, pero a cada uno de mis movimientos respondían otros. Parecía que mi cuerpo se hubiera ramificado y que se desparramaba por todas partes, más allá de mi piel, de mis brazos y de mis piernas. Al rato y sin quererlo se desbocó mi imaginación y comencé a pensar con absoluta certeza que ese lugar era un pozo negro, angosto y profundo y que debajo de mi cuerpo había otros cuerpos vivos que se movían lentamente en medio de dolientes suspiros y suaves quejidos. Por oleadas llegaban a mí los pensamientos fantásticos. No sé por qué razón imaginé que todas eran mujeres; una rubia, tal vez, de pelo liso, alta, y tostada; morenas y finas, algunas; trigueñas 'serían otras, de ojos claros y largas trenzas. Miristas, eso son, son miristas -me dije-. Y que estaban allí desde hacia mucho tiempo, imaginé. Sumidas en ese hoyo sin fondo. En ese mar de fantasías, se me venían a la mente las láminas de los libros de historia sagrada que lela cuando niña. En ella las almas M purgatorio, o no sé si del infierno, gemían enterradas hasta la cintura en una lejía hirviendo, por los siglos de los siglos. Si no me aterraban más mis propios pensamientos, era porque en mi patético desvarío, imaginaba que estas mujeres 13 eran tan heroicas y ejemplares que por eso podían sufrir así, tan estoica y aguerridamente ese tormento. Y que las generaciones venideras tendrían en ellas -yo también me incluía-, en nosotras, el más alto ejemplo de valor y firmeza revolucionaria. ¡Oué locura! Mientras tanto, tenía la sensación que el todo compacto que formaban nuestros cuerpos se movía en ondas como una gelatina y ya no sabía exactamente donde terminaba mi cuerpo y comenzaban otros. De pronto... una palabra en voz baja, casi un susurro, me volvió a la realidad. -¿Vienes del puerto? - No, de aquí, de Santiago... -¿Cómo estás? -Bien..., creo. -¿Eres la compañera del Pájaro? -Sí... ¿Cómo lo sabes? -Los esperaban desde la semana pasada... A todos les preguntaban por él... A todos los que han llegado últimamente... y sacaron a varios a porotear para traerlos a ustedes. A renglón seguido, y sin mediar más explicaciones, me instruyó: -Acomódate. Nosotros nos turnamos para descansar: 2 se paran y 2 aprovechan de sentarse con las piernas recogidas a la barbilla para caber. Siéntate en tus zuecos mejor, así ocupan menos trecho y no nos maltratamos con los zapatos. Bueno? Me di cuenta que era argentina. Después me asusté y pensé que podía ser uruguaya... Entonces, es Tupa, me dije, y eso significa que aquí están los casos más "pesados" y será difícil pasarla... Y me estremecí sólo de pensarlo. Al poco rato sucedió algo inexplicable: me invadió un pesado sopor y me quedé incomprensible y profundamente dormida. Desperté sobresaltada por un grito desgarrante que rompía la noche. Lo seguían insultos y ruido de golpes. Eran 14 alaridos de dolor que se le estampaban a uno en el cuerpo...En segundos tuve la certeza que torturaban a Renato. Había algo de niño en esos gritos desgarrados. Me aterré al pensar que lo matarían, pero al instante temblé porque en cualquier momento me vendrían a buscar para llevarme al interrogatorio, y yo ya sabía lo que era la tortura. Eso me hizo caer en un estado maldito de horror y desesperación. Y sin embargo, aún me quedaban reservas de terror, porque pensé en mi hijo de 3 años que estaba en la casa donde nos apresaron, y se me recogió el estómago de imaginar que también lo tenían y lo torturarían junto a nosotros. -"No paran en nada estos hijos de puta, -me decía con desesperación- porque no cabe duda que son unas bestias, unos locos sádicos". , Lumpen es lo que son. Lumpen embravecido y soberbio que está desatado y con libertad de aniquilar si es preciso, para conseguir información o colaboración. Por suerte, mientras pensaba estas cosas, crecía mi odio y él me daba fuerzas, porque también sin descanso me crecía el pavor y ya no tenla cómo escapar de esa sensación de sobresalto y de miedo atroz que me invadía. ¿Qué le harán a mi niño? me preguntaba. ¿Qué te harán? ¿y, a mí? ¡A mí que no me hagan nada! yo no podré resistir otra vez la tortura... ¡Ojalá que me muera ahora mismo! suplicaba para mis adentros, sin saber a quien dirigir mis súplicas. -"Que a mi niño ni le hagan nada... ¡por Dios!, ¡Nada! No hablaré. Pero... no, que no lo toquen, que no lo aterroricen! ¿Cómo lo haré para que no lo toquen? ¡Cómo voy a hablar ... después que he resistido tanto! No, no podré resistir! ... Si yo muero, se acaba el riesgo. Pero, ¿cómo morir? ¡No hay ni con qué matarse en esta puta cárcel !'. Ahí aprendí que en el fondo de uno, de todas maneras se agazapa el instinto de vivir. Eso si que a veces duele hasta el hueso. Se vive en el horror y se clama por la muerte. Pero allí, en el centro mismo del infierno, donde todo se vuelve en contra, y donde los amores y los recuerdos tan pronto son 15 motivo de heroísmo como de debilidad, porque juegan en el límite de la resistencia humana y uno no quiere otra cosa que morir, para borrarse y dejar de sufrir y de temer. Al mismo tiempo como que las raíces se rebelan y se aferran a la vida, más allá de la razón y de la voluntad y también más allá de la locura. Por eso, aun cuando el horror se extiende fuera de la geografía del propio cuerpo, y uno siente el dolor que le están produciendo al otro, además del propio dolor y el miedo propio; aún así, y a pesar de esas circunstancias, de todas maneras uno mantiene una absurda e irracional esperanza de vivir, y desarrolla de cualquier modo una suerte de estrategia de sobrevivencia. -"¿Y cómo voy a salir yo de ésta? -pensaba y pensaba-. ¿Qué puedo inventar, qué.... qué puedo inventar? -Me haré la loca, eso voy a hacer. A Eduardo, lo conocí... lo conocí.... ¿dónde? Donde mierda digo que conocí a Eduardo. ¡Ah! ya sé. Diré que lo conocí... ¿dónde? Bueno..., en Osorno. Eso es lo mejor... En Osorno lo conocí. Podría... eso es, podría acordarme, porque mi amigo vivía allá y Eduardo trabajó un tiempo en la Universidad de Osorno. ¿Qué año fue?... Bueno, ya pensaré. -Y si torturan a mi hijo. ¿Lo habrán traído? Qué pasará ahora. Ahí vienen, me vienen a buscar. ¡No!, ¡No!, ¡Por Dios! Que no me lleven... ¿Qué me harán?... ¿Qué? ¿Qué digo? Me morirá si no resisto. No puedo decir nada. Hay que salvar lo q9e quedó, a toda costa hay que salvarlo!... Pero... ¿córno7' -"¡No sé nada!, ¡No sé nada!, y así, me mantendré en eso aunque me rajen a palos... Y la pobre Caria que no tiene nada que ver... ¿Qué será de ella? Tenemos que dejar claro que na' que ver. Diré que es una niña medio tonta y cabra chica. Que nos cuidábamos de ella porque no entendía nada y era capaz de meter la pata, porque hablaba mucho y no sabe guardar secretos... una inconsciente sin criterio. Eso diré. Ojalá los otros digan lo mismo". 16 Pero eso de la Caria era lo de menos. Lo otro, lo otro era más difícil y delicado... Sudaba a torrentes y buscaba enloquecida de donde cresta agarrarme para recuperar altura, mientras algo, algo más allá de los sentidos, me decía que vendrían por mi. Seguían torturando al flaco. Ola sus gritos mezclados con los insultos de los torturadores. Necesitaba urgentemente encontrar algo del ser humano que yo supuestamente era y que me estaba abandonando a la carrera. -"¡No hablar! No hablar era la consigna. El flaco no lo hará; Eduardo tampoco. Hablar es peor que la muerte... Pero, ¿y la tortura? Yo ya sé lo que es, y una vez más se me hará intolerable. ¿Cómo voy a resistir? ¡Estoy aterrada, aterrada! ¡Por la gran puta! ¿Qué me pasa?" Allá en el Sur hablaron dos de los que caímos en septiembre del '73. Fue un tiempo durísimo. El salvajismo era alentado por la revancha y se ensañaron con nosotros. Sin embargo, cuando se supo que esos dos habían "hablado", nadie lo pudo justificar, a pesar del horror que se vivía, y tampoco, nadie, quería estar en el cuero de ellos. En mi inconsciente seguía buscando las fuentes del valor. -"¡Padre mío! ¡Tata! dame fuerza, ayúdame con tu cariño tierno, con tu tremenda bondad, con tu ironía fina, con tu linda figura. ¡Tata! ¿Cómo me portaré? ...SI, resistiré... pero,_ prefiero morir... Las niñitas sabrán, a pesar que las dejó tan solas y que prácticamente me las saqué de encima, que no hablé, que resistí, que aguantó. Para ellas eso es importante. Será su única herencia". -Pensaba con un dramatismo teatral y hasta pueril. Un heroísmo trágico en medio de la derrota era lo único que se me ocurría; era mi fuente de valor. Me vela allí, en medio de la definición de la vida y la muerte, como algo que pudo haber sido y no fue -como el bolero-. Una especie de nueva versión de la mujer capa media de un período de transición. Algo intelectual, alocada, impulsiva, medio rígida, pero irreverente. Sentí que así iba saliendo a f lote, que ya me funcionaba la cabeza: 17 Siempre de izquierda, pero con buen pasar. Con la película clara de que el socialismo era la solución para el avance y el progreso, y, en especial, para acabar con la mierda de la injusticia y el hambre; para terminar con la prepotencia insolente de momiaje y también para salir de esa chatura insoportable que se sustentaba en las medianías come mierda. -Latinoamérica se cae a pedazos- decía, como iluminada, y lo creta. No hay salida sin revolución -lo creo-. Como creí y creo que hay que cambiar cambiando. Que la UP fue un avance, casi un amanecer, pero que, desgraciadamente en su seno llevó el signo W fracaso....................fragmento de: RECUERDOS DE UNA MIRISTA, CARMEN ROJAS (Chile) |