Como el mítico nombre del lugar a donde iban a parar los niños que acompañaron a Pedro Pan y Wendy en el sitio de los chicos abandonados del conocido cuento infantil, Estados Unidos para la mayoría de los cubanos nacidos en la isla, después de la década del sesenta del siglo XX, se convirtió en el símbolo de “la tierra de nunca jamás”. Gracias a una bien llevada campaña de desinformación, desarrollada por el régimen castrista, el sacrificio desgarrador que miles de padres hicieron al desprenderse de sus hijos para preservarlos de los peligros inminentes en una sociedad comunista, trascendió a la historia nacional como uno de los tantos episodios “que el imperialismo norteamericano ha diseñado para desacreditar a la revolución cubana”.
Así, durante más de cuatro décadas los más de catorce mil niños y adolescentes cubanos que viajaron a Estados Unidos sin sus padres, amparados por una iniciativa del Catholic Welfare Bureau (conocido por todos como Caridades Católicas), encontraron en este país un seguro refugio de la mano de instituciones religiosas y muchas familias que les acogieron, y formaron parte a su vez de la leyenda que otros niños y adolescentes cubanos escuchaban al crecer, acerca de “un robo masivo de menores que el enemigo del norte había instrumentado en contra de la pequeña isla”.
Sin embargo, a la vuelta de 47 años, cuando ya la mayoría de esos muchachos convertidos en adultos se han integrado a esta sociedad en esferas del gobierno, en misiones diplomáticas, en funciones de índole cívica y comunitaria, como profesionales de la salud, la cultura, el derecho, la educación y las ciencias; la historia de “los yanquis malvados, seductores de niños” se desvanece y resalta el testimonio de los propios protagonistas que ciertamente se consideran salvados por el beneficio de la operación Pedro Pan.
Iván Cevallos, quien hoy preside el Grupo Operación Pedro Pan Inc., instituido hace 16 años, recuerda que en su familia de cinco hermanos, con la operación viajaron tres. Oriundo de la oriental provincia cubana de Guantánamo asegura que con sólo trece años ya había sido advertido de que sería enviado a estudiar a Checoslovaquia, país europeo perteneciente al extinto bloque socialista del este.
“Hoy que tengo hijos, reconozco en el gesto de mis padres, un gran motivo de admiración por su sacrificio. No se si tendría el valor de hacer lo mismo por mis hijos, sin embargo ellos previeron certeramente lo que sería nuestro futuro si permanecíamos en Cuba y prefirieron el dolor de la separación para ponernos a salvo, lo cual no ocurrió con otros miembros de nuestra familia a los que sus padres prefirieron mantener junto a ellos y después nunca pudieron salirse de las cadenas del régimen”.
“Mis padres demoraron cuatro años en llegar a Estados Unidos, pero mientras nos mantuvimos en los campamentos de niños refugiados, no nos faltó la atención, la educación, recibíamos regalos en fechas significativas y cuando se abrieron los llamados vuelos de la libertad, nos concedieron prioridad para reclamar a nuestros familiares”.
“Recuerdo que existían campamentos separados para hembras y varones, pero muchas familias americanas que apenas entendían nuestra lengua asumieron la responsabilidad de hacer que nos reuniéramos los fines de semana y nos organizaban paseos y almuerzos en sitios donde podíamos jugar y compartir con nuestros hermanos y hacer amigos”.
Tina Gallinar, vicepresidenta de la organización benéfica, viajó también con sus hermanos y dice tener una gratitud muy especial por sus padres “que optaron por separarse de sus cuatro hijos para garantizarles un futuro de libertad”.
“Los orígenes del Grupo Operación Pedro Pan se deben precisamente a la necesidad que sentimos todos de agradecer a este país y su pueblo las oportunidades que nos ofrecieron en aquel momento”. –explicó Tina.
“Nada mejor para nosotros que ayudar a encaminar y dar abrigo y protección a los niños que hoy viajan solos a Estados Unidos, desde muchos países del orbe, algunos en busca de protección, otros por razones de salud, algunos porque han perdido sus padres, pero todos con el mismo propósito que hace más de cuatro décadas lo hicimos, construirse un futuro”.
“La organización tiene también el compromiso de documentar debidamente el episodio de la Operación Pedro Pan, que sin dudas forma parte importante de la historia de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y por supuesto, también pretendemos buscar a través de toda la nación, a las personas que estuvieron involucradas en esta aventura, a quienes hoy nos unen toda esta serie de recuerdos” –expresó.
“Al reencontrarnos, -aseguró Iván- experimentamos algo parecido a una terapia emocional. El tan sólo hecho de saber que alguien compartió esta experiencia, propicia una gran identificación entre nosotros. Todavía no hemos encontrado alguien que se niegue a respaldar la organización y contribuir en la medida de lo posible para que se cumpla su cometido”.
En las memorias de ambos entrevistados dos nombres resaltan con profunda admiración, uno el de Monseñor Bryan O. Walsh, quien es considerado el padre del mayor éxodo de niños conocido en el hemisferio occidental “del cual era frecuente su presencia en el aeropuerto cuando arribábamos de Cuba, en la incertidumbre de la soledad y la distancia”.
La otra persona recordada e igualmente querida es la recién fallecida Elly Chovel, quien fuera fundadora del Grupo Operación Pedro Pan y cuya memoria será honrada en la Gala del Día de Acción de Gracias que ofrecerán el próximo 17 de noviembre.
Hoy, a más de cuarenta años se haberse realizado la Operación Pedro Pan, la historia contada por sus protagonistas permite saber que “la tierra de nunca jamás” tuvo el color de la esperanza para esos niños que alejados del calor de sus padres crecieron, quizá tempranamente, y quizás por ello con la suficiente madurez y sentido de responsabilidad como para dar gracias, y retribuir con su esfuerzo, en beneficio de otros que como ellos se arriesgan a perder el abrigo del hogar, en la búsqueda de un sueño mejor.