Ayer presenté la primera parte de una entrevista que le hice a Rafael Rojas, profesor-investigador del CIDE, quizás el mejor experto en política cubana que hay en México. Para Rojas, lo que está sucediendo en Cuba “es un proceso de sucesión, que no de transición”. Hoy presento la segunda parte de la entrevista donde se analizan los escenarios de la Cuba poscastrista.

LZ: Rafael, ¿cuál es el papel del ejército cubano en todo este proceso?

RR: Es la fortaleza de Raúl Castro. Él viene con todo el apoyo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) que son muy importantes por el peso de la tradición militar cubana y por la política económica que aplicó Raúl dentro del ejército. Hizo de las FAR, en tiempos de paz, un agente económico. Incorporó muchas empresas en diversos sectores, en el turismo o la agricultura, por ejemplo, con mucho éxito. Empresas con autonomía bajo el mando de las FAR. Este éxito ahora lo quiere transferir a toda la economía nacional. Y por eso es muy importante el ejército.

LZ: Una cosa es que Fidel Castro siga vivo y otra es cuando muera. ¿Qué pasará entonces?

RR: Es muy importante esto. Aunque Fidel esté en sus reflexiones tomando distancia de las decisiones de Raúl, se sigue viendo como parte de la propia legitimidad del régimen, es decir, como si Fidel aprobara todo lo que está sucediendo. Una vez que falte Fidel ahí sí la legitimidad tiene que reconstruirse. Fidel sigue siendo la revolución. Su personificación. Sin Fidel, la política cubana tiene que reconstruirse y tiene que refundar su legitimidad.

LZ: ¿No hay castrismo sin Castro?

RR: No, porque el líder histórico de la revolución no está. Entonces la política deja de estar determinada por esa simbología histórica de la revolución. Es algo similar a lo ocurrido en México cuando fueron muriendo los generales revolucionarios y tuvo que reconstruirse la legitimidad. Ahí son muy importantes los temas más racionales como el mérito, la eficiencia de un político o que haya tenido un saldo favorable al frente de una institución. Por eso Raúl recupera mucho de su prestigio con el éxito que han tenido las FAR como agente económico.

LZ: A la muerte de Castro, ¿hay fuerzas para una transición a la democracia en Cuba?

RR: Yo creo que no en los primeros años. No veo en las élites del poder en Cuba una perspectiva de transición democrática. Ellos siguen pensando en una reforma autoritaria. Piensan en cambiar muchas cosas de la economía y de legislación diaria de los cubanos pero manteniendo incólume el partido único.

LZ: Sólo la economía sin apertura política…

RR: Y tampoco apertura de la opinión pública. Se mantendrá restringida la libertad de expresión y de asociación. Esos son los dos focos en donde se proyecta el autoritarismo cubano.

LZ: ¿Y no puede haber una movilización social en contra del régimen como ocurrió en algunos países de Europa del Este?

RR: Este es un gobierno que tiene un gran control sobre la sociedad cubana. En la manipulación y en el proselitismo de un Estado mesiánico o populista, como lo quieras llamar. Pero también en la represión. La mayor parte de la oposición cubana está actualmente encarcelada. Son 240 presos políticos que son los activistas más importantes de la oposición. Y claro, cuando liberan a alguno, los sacan inmediatamente al extranjero. Lo que quedan son cinco o seis líderes que son muy conocidos afuera, pero no adentro; carecen de una base social para tratar de trabajar dentro de Cuba. Además, la oposición se ha tenido que adaptar a lo que le permiten hacer y, por tanto, no es una oposición violenta. No hace llamados a la desobediencia civil. La única fuente de movilización podría ser a consecuencia de un malestar generalizado, que es lo que van a tratar de evitar Raúl y su equipo en esta nueva Asamblea. Ya lo dijo bien Raúl en los noventa: “Antes de sacar los cañones hay que darle frijoles a la gente”.