Racionamiento irracional
En Cuba comer es un lujo. La mayoría de los artículos alimenticios que se venden en la red estatal de comercio interior, con excepción de los racionados, tienen precios de obra de arte.
En las denominadas "shopins", un kilogramo de jamón de pierna cuesta 13.30 pesos convertibles; un kilogramo de leche en polvo marca "La Paulina" 6.30; una lata de galletas "Saltines" 8.40. El peso convertible se cotiza oficialmente a uno por veinticuatro pesos, que es la moneda con que el estado paga a los trabajadores de cualquier rama.
En los mercados estatales de precios liberados, un mango puede costar entre 4 y 6 pesos; una libra de carne de cerdo 35 pesos, y una libra de pan 10 pesos.
La libreta de racionamiento para la venta de comida y artículos de uso doméstico se instauró en marzo de 1962. En los primeros años se vendían cárnicos, frijoles, lácteos, pastas y dulces. Hasta se podían elegir cantidades relativamente suficientes y a precios módicos, unas libras de carne de res y aves. Además de queso, mantequilla, leche, conservas, sofritos, turrones españoles, manzanas, refrescos y otros productos.
Pero pasaron muchos marzos, y la libreta fue derivando su función reguladora de la comida para quedar sólo como un símbolo del hambre nacional. En la actualidad la cuota o "canastilla básica" racionada es la expresión ínfima del simbolismo estomacal.
Hoy, la cuota distribuida, por lo regular a comienzos de cada mes en la red de bodegas, carnicerías, mercaditos, puestos de viandas y de leche, se vende de la siguiente manera: 6 libras de arroz, 20 onzas de frijoles (negros, bayos, colorados o chícharos), media libra de aceite, 11 onzas de pescado, ocho huevos. Indistintamente media libra o una libra de pollo. A veces picadillo de no se sabe de qué, dos onzas de café molido cada quince días, un panecillo de 80 gramos diariamente, media libra de pasta (espagueti, coditos o galletas saladas), 4 u 8 libras de papas cada tres meses.
Este racionamiento corresponde a la capital del país. En zonas del interior el mismo se restringe aún más.
A los menores de siete años se les vende un kilogramo de leche en polvo cada diez días, 13 compotas al mes (a los niños comprendidos entre un mes de nacidos y tres años), una bolsa de yogur de soya, que contiene menos de un litro, ya que casi siempre llegan rotas o mal envasadas. Y una o dos veces por semana se vende la bolsa de yogur a los niños entre 7 y 13 años.
Por dieta médica, a los menores de siete años a quienes no les asienta la leche en polvo se les vende 10 latas de leche evaporada.
Los productos de aseo personal y limpieza se distribuyen así: un jabón de baño y un jabón de lavar cada dos meses y de forma intercalada. Es decir, un mes nos bañamos y al siguiente lavamos la ropa sucia; un litro de detergente líquido cada tres meses, por núcleo familiar, no importa que el núcleo esté compuesto por una o veinte personas; un tubo de pasta dental para cuatro personas. Si el núcleo tiene entre 5 y 8 miembros, se le vende dos tubos. A partir de seis, corresponden tres tubos de pasta dental.
Esos son los productos, en lo fundamental, que componen la cuota básica racionada, sin descontar lo que le roban a los consumidores los bodegueros en el momento de pesar. Lo mismo sucede con los carniceros, los puesteros, los almaceneros y otros que componen esta "larga cadena alimenticia".
El posible que a un chino acostumbrado a digerir arroz por sacos le parezcan insuficientes seis libras mensuales; o un tejano degustador de carne por quintales piense que vivir con menos de dos libras mensuales de proteína animal es asunto de ciencia ficción. Pero la cruda realidad reafirma que sí hay millones de cubanos ajustados a esta cuota, porque no cuentan con dinero suficiente para mejorar la dieta. Sobre todo los pensionados, que reciben un retiro de 150 pesos, con lo que tienen que pagar la renta, la electricidad, el agua, el gas y los medicamentos.
Una manera de enfrentar la cruda realidad es la fórmula CVC (cómo vivir de la cuota) que, aunque funciona en teoría, en la práctica no da garantía alguna de subsistencia. Se trata de subdividir los productos racionados en 31 microcuotas, y como existen meses de 28, 30 y 31 días, el sobrante alimenticio que se va acumulando se puede dejar para ingerirlo en Nochebuena, fin de año, aniversarios de bodas, cumpleaños, o cualquier otra fecha festiva que se escoja.
Y no es que la cuota sea coja, sino que la fórmula CVC propone una sola comida al día para evitar despilfarros de migajas.