MERCEDES SOLER: La pataleta cubana
MERCEDES SOLER
El periódico Granma sigue acusando a los Estados Unidos de ''hipócrita'' por su oferta de casi seis millones y medio de dólares en carpas y refugios de emergencias para ayudar a los damnificados de los huracanes Ike y Gustav. El gobierno de la isla insiste en un levantamiento unilateral de las sanciones que mantienen los EEUU contra Cuba y ahora enarbola las presuntas firmas de unos 5,200 intelectuales de 73 países que, según ellos, se les han unido en una campaña de solidaridad. Entre los nombres ilustres que supuestamente apoyan esta cruzada se encuentran el del juez Juan Guzmán Tapia, célebre por encausar al fallecido dictador Augusto Pinochet.
Da grima ver hasta donde llega la pataleta que está dispuesto a montar el gobierno cubano para manipular a la opinión pública. Lo que no entiende es que sus caprichos necios sólo dan resultado en el surrealista y aislado mundo que ellos han inventado. Me consta que el juez Guzmán es un hombre mesurado, humanista y amante de la ley por encima de todas las cosas; que se jugó la vida al investigar personalmente los miles de asesinatos, torturas y canalladas perpetradas por el régimen de Pinochet. Lo sé, porque lo he tenido enfrente, lo he entrevistado durante largas horas y he compartido con él datos sobre el presidio político en Cuba, tema que él desconocía.
Y aquí está la clave. La mayoría de quienes se solidarizan con Cuba no entienden que apoyan a su régimen y no a su pueblo. No han visitado la isla o tan siquiera hablado con un cubano que ha huido de su aplastante represión. Muy pocos ''intelectuales'', cuya definición es demasiado amplia para ser tomada tan en serio, tienen conciencia del virulento agravio que representa el gobierno de la isla para los derechos del ser humano. Es más, ni el propio isleño promedio, víctima del adoctrinamiento comunista, podría explicarlo persuasivamente. La desgracia de Cuba hay que vivirla para poder comprenderla. Vista desde lejos, no representa más que un espejismo.
A eso, entonces, es a lo que se aferran los dirigentes cubanos. Al ''intelectual'' sin inteligencia, interés o verdadera información. Para liderar campañas vacías, vocear slogans sin sentido y empuñar pañoletas rojas. La realidad es que no les quedan muchas opciones para salir del hueco en el que ellos mismos se han metido. Por eso tanto eufemismo sobre ``dignidad''.
En cinco ocasiones diferentes los EEUU le han ofrecido ayuda tangible al pueblo cubano para ayudarlo a recuperarse de los estragos de los huracanes. Cada una de ellas fue rechazada altaneramente por un país patato que pretende tener suficiente ventaja política como para permitirse ser un grosero. Sin dejarse provocar, el tío Sam, aquejado también por los daños multimillonarios que sufrió su propio estado de Texas ante el embate de uno de esos huracanes, además de la implosión de su sistema bancario, no ha dejado de extender su mano. Ha canalizado por lo menos dos millones de dólares en ayuda, mediante agencias no gubernamentales, y desestimó su propio protocolo para casos de desastres naturales al no condicionar sus donativos a la inspección de expertos estadounidenses en las zonas abatidas.
Este país ya es, de por sí, el principal abastecedor de productos agrícolas y medicinales con que cuenta la isla, que nos compra $250 millones en suministros anuales. Esa fue la concesión que ganaron los cubanos hace ocho años debido a otra de sus crisis caribeñas; concesión que ahora buscan ampliar sin hablar de presos, libertades, o apertura.
Los EEUU ha logrado proteger a los negocios estadounidenses, impidiéndoles aceptar crédito. En estos momentos, en que todos entendemos lo peligroso que resulta extenderles crédito a quienes no pueden pagar, se hace obligatorio estudiar detenidamente la maniobra política cubana. Cuba quiere que sea otro país el que vaya a remendar su dilapidado experimento y está utilizando los huracanes como pretexto. Nadie quiere extenderle crédito porque no paga. Su único colateral, para seguir apuntalándose en el poder, es el sufrido pueblo cubano. Y como ha hecho siempre, sacrifica la vida de ese pueblo, mediante el chantaje, para sacar provecho. Es la última ficha que le queda, y la explota para permanecer en el juego.