El tracatán
- Fernando Ravsberg
- 16/10/2008, 12:04 PM
El tracatán es una especie que comúnmente rodea a los hombres con poder en Cuba. Se les conoce con facilidad por dos de sus características, responden únicamente a su superior inmediato y nunca, bajo ningún concepto, discuten sus criterios.
No importa que quien esté por encima de ellos sea un político, un artista, un periodista o un gerente, él mostrará su fascinación hablando, con todo el que lo quiera escuchar, maravillas de las cualidades y habilidades de su superior.
La admiración es tal que convierte en órdenes cada sugerencia, cree que los puntos de vista de su líder son infalibles y sus gustos los más acertados, hasta las mujeres que le gustan al jefe son las más bonitas, dicho esto con todo respeto.
Porque él estará al tanto de todas las necesidades y vicisitudes de su caudillo particular, desde la "incomprensión" de la esposa hasta las flores que hay que enviarle a "la querida". Nada se le pasa ni queda fuera de su contenido de trabajo.
Siempre encontrará una justificación para todo lo que hace su superior, retoma el lema de que "el jefe no duerme en horas de trabajo, medita; el jefe no lee el periódico en la oficina, se informa; y el jefe no se acuesta con la joven secretaria, la educa".
Para puntualizar más diré que en Cuba le llaman tracatán a unos perros de adorno para los automoviles, cuando el vehículo está circulando este mueve la cabeza de arriba abajo, como diciendo que si cada vez que el conductor lo mira.
Es una especie muy despreciada -el tracatán, no el perro- por el resto de los cubanos pero a la vez muy temida porque estos seres tienen cierto grado de poder, a veces bastante, y puede resultar muy peligroso enfrentarlos.
Algunos se han encumbrado muy alto socialmente y, aunque no dejan el oficio de tracatán, ya son hombres poderosos en sí mismos, tanto que tienen incluso su tracatán propio, una especie de tracatán de tracatanes.
Mire bien alrededor de algunos hombres poderosos y no le será difícil identificarlo, está siempre a su lado, tratando de ser el intermediario entre tan prominente figura y el resto de los mortales, es decir nosotros.
Se mueven nerviosos como un doberman y se apresuran ante cada insinuación del superior, por momentos parecería que hasta logran adivinar las necesidades de su jefe antes que éste las exprese de forma oralmente articulada.
Claro que no se trata de una especie exclusiva de Cuba, me imagino que cada lector en los diferentes países de la región estará pensando en sus propios tracatanes, que incluso debe llevar su nombre local, aunque dudo que sea tan musical como el cubano.
Claro que en Cuba juegan un papel muy importante. Ellos al final se convierten en un filtro entre el personaje y la realidad, de la cual solo dejan pasar aquellas cosas que no contradigan, ofendan o preocupen a su superior.
Pobre de usted si le trae un problema, si pretende discutir las geniales ideas de su jefe o si simplemente llega con una propuesta diferente a las que descienden cada mañana del Olimpo particular y monoteísta del tracatán.
El peligro que uno corre es irse separando del mundo, teniendo como único contacto a su o sus tracatanes, perdiendo así toda posibilidad de enfrentar la sana contradicción que tanto desarrolla a todo ser humano.
A pesar de todo, el tracatán es algo a lo que uno se acostumbra y no es para menos si se tiene en cuenta la cantidad de problemas que resuelve, lo plácida que es la vida a su lado y lo agradable que resulta sentirse infalible.
Además, uno se encariña porque es una especie laboriosa, que se consagra al servicio del superior, no tienen horas de sueño y ningún problema familiar está por encima de sus responsabilidades de tracatán.
Son tan importantes que muchos de los exiliados se los llevaron a Miami, allí los vi cada vez que entrevisté a un hombre prominente, son fáciles de identificar: igual de fieles que los que se quedaron en Cuba pero con la ideología opuesta.
Y ese es tal vez el principal problema de la especie, cambia de criterios a la par que su amo e incluso cada vez que cambia de amo, de tal manera que los mismos que ayer tracatanearon "aquí", lo hacen hoy "allá".
Así que por más plácido que resulte tener un tracatán, hay que llevar mucho cuidado a la hora de escogerlo, no sea que termine al servicio de nuestro mayor oponente y se lleve todos nuestros secretos con él, no sería la primera vez.
cualquier parecido a otros personajes no es pura coincidencia.