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Respuesta  Mensaje 1 de 48 en el tema 
De: LaCalaveraDeFidel  (Mensaje original) Enviado: 08/11/2008 00:59
DE «LA TOURNÉE DE DIOS» DE ENRIQUE JARDIEL PONCELA
FRAGMENTO 

EL AUTOR - El comunismo es la antigualla más vieja que existe.
Sólo un retrasado mental, un albañil ignorante que sale del mitin, un pobre campesino o un estudiante que hace sus primeras lecturas, puede -creer que el comunismo sea una invención moderna, una terapéutica
nueva que vale la pena de probar. Basta con recordar al rey Sarganisar, que fundó en Babilonia el primer estado comunista, para ver claro que la Tercera Internacional fue pensada hace dos mil ochocientos años. ¡Anteayer! 
Y no es eso lo triste. Lo triste, que desde hace cincuenta siglos, en un orden de igualdad y de libertad a un fracaso sigue otro fracaso, sin que la Humanidad se canse de fracasar y de planear de nuevo la experiencia para fracasar otra vez, arruinando sucesivas civilizaciones. Decía usted que la refinada Humanidad de hoy no puede compararse con los ignorantes israelíes de ayer. Tiene usted razón:
la Humanidad de hoy es mucho más bestia. 

 


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Respuesta  Mensaje 2 de 48 en el tema 
De: LaCalaveraDeFidel Enviado: 08/11/2008 03:36
Aunque fuera mentira, el fragmento es parte de un escrito colosal y único.
 
 
 

Respuesta  Mensaje 3 de 48 en el tema 
De: LaCalaveraDeFidel Enviado: 08/11/2008 06:09

ENRIQUE JARDlEL PONCELA

CARTA SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
DIRIGIDA AL PERIODISTA MEXICANO DE MARÍA Y CAMPOS
1짧 Parte

Mi buen amigo y querido compañero: Recibo su carta y me apresuro a contestarle para agradecerle como se merece su envío de libros, el primer paquete de los cuales está ya en mi poder y para responder a todos los extremos de su carta que de tanto interés es no dejar sin comentario detallado y preciso, sobre las cuestiones que ustedes, por desgracia, sólo han tenido ocasión de conocer falsedades y a través del ardor de la inventiva, más apasionada.
Porque -además- estoy de absoluto acuerdo con usted, amigo De María, en que dos personas relacionándose entre sí y apoyadas en la buena fe mutua, son una fuente de beneficios para sí y para sus países respectivos. Esto me es tanto más comparable al nuestro: en carácter, en ímpetu, en el país que, me parece, de todo el mundo, el único comparable al nuestro: en carácter, en ímpetu, en espíritu independiente, en inclinaciones pasionales y en muchas otras cosas: hasta el tipo de mujer se parece como el de ninguno otro país. Pero en los últimos años los rencores políticos y el desconocimiento de muchas cuestiones han hecho 100.000 millas más ancho el océano que separa las costas de México y España: distancia aumentada por el, esfuerzo insidioso de los refugiados, embajadores eternos de la discordia Y de la escisión. Le agradezco asimismo la tolerancia elegante y refinada con que de antemano me anuncia que no nos separa la política, y quiero, a mi vez advertirle que, aunque nos separase, tendría usted siempre en mí a un amigo y un compañero afectuoso Y leal. Pero todo lo que hayan podido decir los refugiados- jamás he sido un hombre de «partido» ni podría serlo ahora tampoco. Por otra parte, una segunda cosa nos hace idénticos: el que usted, según confiesa, se siente netamente mexicano, con inclinaciones españolas, y el que yo me siento netamente español con inclinaciones mexicanas. Saber que un hombre ama a su Patria me basta para el afecto v la atracción hacia ese hombre, seguro de que siempre hay detrás de él un alma de quilates, una hombría rotunda, sentimientos nobles y cuanto separa al ser humano de la bestia. Usted y yo hablamos, pues, el mismo idioma moral y el entenderse ambos es, naturalmente, automático y en fin sólo los no fanáticos de partido son artistas. Un artista fanático de partido deja de ser artista en el acto.
Así es que, antes de nada, he creído deber mío expresarle ese afecto que ya siento hacia usted y esa atracción que usted me inspira. He pensado que la mejor manera y la más fehaciente de probarle esos sentimientos de corresponder a los suyos, era escribirle una información fría, objetiva : y en la que se refleje la verdad rigurosa de cuanto me ha afectado en las luchas de mi País, así como el panorama de esas luchas, pintado con arreglo a esa misma verdad rigurosa. Finalmente, con este esfuerzo, que va a ser grande y penoso, corresponderé al placer que la lectura ) de sus crónicas teatrales me ha producido. y a ello voy.
Jamás he sido hombre de «derechas» o de «izquierdas»(refiriéndome siempre a las españolas). Me gustaron siempre las ideas inherentes a los dos bandos y con su mezcla estaba hecha mi ideología ecléctica. Dos ejemplos entre muchos: amaba el sentido histórico y reverencial de la tradición en mil aspectos, propio del programa de derechas y amaba también el sentido porvenirista y reverencial del progreso y de la libertad, genuino del programa de izquierdas. Hubiera deseado, pues, una política española de tipo mixto, con lo bueno de los dos lados, ya que el juego clásico de ambos partidos turnándose en el Gobierno copiando del sistema Inglés- no producía en España (país diametralmente diferente a Inglaterra) más que oratoria arrivismo, confusión, inmoralidad política, conflictos, esterilidad y decadencia. Hijo de padre periodista (socialista de acción durante la primera mitad de su vida) y cronista político de las Cortes durante muchos años, pisé el Congreso y lo frecuenté a diario desde los siete u ocho años hasta los quince; y como las impresiones de la infancia son limpias, certeras e indelebles ya en la adolescencia yo tenía firme en mí la convicción por observación de que con las Cámaras de representantes nombrados por «sufragio» en España no se podía gobernar: si por gobernar se entiende administrar y engrandecer (o conservar la grandeza) a un país. Esta extraña y excepcional vida infantil, producida por la profesión de mi padre, y por su manera avanzada de entender la educación de los hijos, me dio muy pronto lo que en España no ha abundado nunca y en
Inglaterra ha sobrado siempre: sentido político. Pero no paró ahí la cosa, y por parte de mi madre y de su arte
(pues era pintora y laureada varias veces en certámenes nacionales y extranjeros) recibí el contragolpe espiritual del sentido artístico. De suerte que por un lado noté en
seguida el lastre del realismo; y por el otro, el hidrógeno del idealismo; y así el primero me arrastró siempre a acatar y obedecer las leyes de la naturaleza de las cosas y el segundo me impulsó siempre a repugnar de las leyes en todo lo demás: arte, opiniones abstractas, sentimientos, anhelos, etc., en suma: ya en mi primera juventud era yo un individuo muy completo, con cultura digerida y asimilada, ideas claras y precisas; muy observador; capaz de análisis y de síntesis, y con bastantes y suficientes datos dentro de mí para tener conciencia aguda y personal criterio. Habilidad manual y dialéctica; gran salud física; afectividad muy intensa y una herencia nacional muy acusada ( mi padre era aragonés y mi madre castellana "vieja'” ) completan el cuadro. Resultado vital: éxito en cuanto emprendí y brillantísimo desde el primer momento, con el máximo esfuerzo y la mínima fricción. (Imprescindible esta «foto» personal, que le ruego que me disculpe; pero que ha de aclarar y dar fuerza a muchas líneas de las subsiguientes de esta carta. Y sigo donde me dejó el inciso «fotográfico personal».) Hasta 1928 estudié en la Facultad de Filosofía y Letras que abandoné antes del doctorado para dedicarme primero al periodismo y luego a la Literatura, uno y otro en todos sus aspectos, hasta el de la platina y como confeccionador en el periodismo, y el TEATRO, LA NOVELA, LA CRÓNICA, LA CONFERENCIA, Y el ENSAYO, en lo literario. En cuanto a la política de mi país fui siempre un espectador y nada más, porque nunca me atrajo ni me interesó más que como tal. Pensaba: La política es la ocupación de los que no tienen ocupación y la oratoria es el talento de los cretinos. Me absorbía la literatura, las mujeres, la charla amistosa y la lectura. Más tarde iba a añadir a esta lista de ocupaciones y preferencias, los viajes. Y siempre, fumar y tomar mucho café. Como espectador político, en septiembre de 1923, contemplé el Golpe de Estado (relativo, pues lo llevó a cabo de acuerdo con la Corona) del general Primo de Rivera; y (como a todos los españoles de entonces) me pareció bien porque acababa con un estado de anarquía, iniciado ya en 1909 con los sucesos de la "Semana sangrienta» en Barcelona, y en plena furia y apogeo en el momento en que lo cortaba el dictador. Me pareció bien como solución momentánea, pero me alarmó (cosa que, en cambio, le sucedió entonces a poquísimos españoles) porque falta de un ideario sólido (o de hechos previos admirables y mesiánicos) no le veía futuro a la Dictadura de don Miguel Primo de Rivera: con mucha razón llamada pronto en todo el país Dictablanda. Y por consecuencia de ambas cosas: por ser dictablanda (incongruencia política gravísima) y porque su falta de ideario o de hechos previos admirables y mesiánicos la privaba de toda continuidad en el futuro, al ser derribado Primo de Rivera por la noble puerilidad de su carácter y por una zancadilla política de don Alfonso XIII (simpático y funesto individuo metomentodo y anticonstitucional de nacimiento), España se encontró con que tenía que seguir andando habiéndose terminado delante de sí el camino por donde andaba. Y España cayó en la República. Digo cayó no porque yo juzgue malo el sistema republicano (ningún sistema de gobierno es malo ni bueno en sí ), sino porque ya había resultado malo como sistema para España. Porque el español es (clave de sus reacciones) anarquista o sea individualista en su esencia y por lo tanto indómito y desbordado por naturaleza y sabe disfrutar de la libertad cuando cree que no la tiene, pero abusa de ella en cuanto alguien la anuncia que la tiene y él se dé cuenta de que la tiene. (Y éste es el momento de aclarar que la «Leyenda Negra» de las opresiones en España es sólo eso: una Leyenda; y que «jamás» hubo opresiones en esta tierra, porque el español nunca hubiera tolerado una opresión y que cuando el español «dijo vivir oprimido» gozaba de una inmensa libertad -la mayor de cualquier país conocido- sólo que no se daba cuenta de la inmensa libertad de que gozaba.) Aquella República nuestra de 1931 no vino traída por el republicanismo de los españoles, pues los partidos republicanos siempre han sido aquí exiguos y tomados poco en serio, sino que vino traída por un antimonarquismo de momento, que no es igual, ni muchísimo menos. (Un chispazo de «Aire republicano», que estallara en 1930 en la ciudad de Jaca, con la rebelión de un joven capitán del Ejército llamado Fermín Galán -fusilado, al fracasar a las pocas horas la rebelión, por el último gobierno monárquico en unión de su camarada de aventura, el capitán García Hernández-, había sido en realidad, un primer chispazo comunista», pues comunista de ideas era Fermín Galán, igual que su hermano, oficial también del Ejército, que actuó en nuestra guerra civil del 36 y ahora refugiado en Uruguay.) (Como tantas otras cosas habían de falsear, también las izquierdas falsearon luego este episodio, que se conoció por el nombre de «La Rebelión de Jaca» dándole una significación netamente republicana para extender la impresión de «una atmósfera de republicanismo» en el país, que en la realidad no existía, y tremolándolo como un banderín de propaganda un tiempo antes y un tiempo después, sobre todo, del período republicano, «de hecho».) La República de 1931, repito, vino traída no por el republicanismo español, sino por un antimonarquismo de momento.
Éste es un axioma que no quisieron aceptar ni los pocos republicanos (federales) que existían en España al advenimiento de la República, ni los millones de españoles que se hicieron en veinticuatro horas republicanos en abril de 1931 y no bien declarada la República. Pero es tonto no querer aceptar los axiomas, porque a la larga hay que tragárselos quieras que no, porque son axiomas. Y aunque los españoles de 1931 no quisieran aceptar el axioma de que España nunca ha sentido y amado la República, tuvieron que tragársela muy poco tiempo después: al ver como ellos mismos la repudiaban en seguida de proclamada, empujándola hacia zonas no republicanas y muchísimo más extremas que sentían y amaban más. Llegada por sorpresa y bruscamente, traída por aquel antimonarquismo de momento en unas simples elecciones municipales y por el peso decisivo del socialismo obrero, la República dejó atónitos de sorpresa a todos, principalmente a los pocos republicanos que existían en el país. Pero durante el día siguiente, 15 de abril, las masas de los españoles se hicieron republicanas y tomaron la actitud de quien ha logrado el objetivo de toda su vida. El Rey dio un manifiesto diciendo que se iba para no derramar sangre española en una contienda civil: preciosa frase para los bobos; mentira risible para los que no éramos bobos y sabíamos que se iba porque se había quedado solo, pues al pedir ayuda al general Sanjurjo (cuya intervención hubiera impedido seguro la República en aquel momento de unánime estupefacción) se encontró el Rey con que Sanjurjo tenía idea de la lealtad (concepto ignorado por don Alfonso y por muchísimos otros reyes) y que esa lealtad- hacia el recuerdo de su amigo fraternal Primo de Rivera (<Prácticamente desde el primer día de República, gobernaba el partido socialista, muy fuerte y nutrido principalmente de las clases obreras, subalternos y oficinistas adscritos a la Unión General de Trabajadores (U.G.T.), que al amparo de la noble ingenuidad de Primo de Rivera, se había organizado para la eficacia y la acción durante los seis años de la Dictadura. Al frente se hallaba con mandato indiscutido Largo Caballero, antiguo obrero estuquista, hombre de poquísima inteligencia, pero tenaz, frío hasta la crueldad y sobre todo fanático integral, que pronto hizo bascular el partido hacia el comunismo, creando las Juventudes Socialistas Unificadas: fuerzas de choque ya. Un partido Comunista autónomo organizado en células, clandestinamente, comenzó a hacerla a la luz del día, con mítines, fundaciones de «Ateneos» de barriada, Socorro Rojo, Sociedad de Amigos de Rusia, editoriales, etc. Y un partido Trotskista: El P.O.U.M. (Partido Obrero de Unificación Marxista). Y por otra parte, y potentísima por su fabuloso número de afiliados, se alzaba la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.) a cuyo ideario se le despegaba lo de Nacional, pues incluso en los carnets se leía La patria es el Mundo, la familia, la humanidad, y que era anarcosindicalista. Otra organización menos potente en el número de afiliados, pero más expeditiva y pugnaz, «organizaba» a los anarquistas en la Federación Anarquista Internacional (F.A.I.). Los demás partidos de izquierdas: Izquierda Republicana, Unión Republicana, Federalismo, Radicales y Acción Republicana, contaban con poca fuerza de acción y vivían a las órdenes de socialistas y anarcosindicalistas, a pesar de que la jefatura del último mencionado la sustentaba Azaña, que llegó a tener verdadera popularidad y partidarios devotísimos. Era Azaña un hombre mediocre, antiguo empleado de la Dirección de Registros, ex secretario del Ateneo y autor de tres libros que no se habían leído; provisto de una cultura lo bastante superficial para creerse él mismo un hombre culto y para impresionar a las masas: y orador de mucho éxito por la amargura y el derrotismo rencoroso con que trataba los temas. históricos principalmente; su mecánica oratoria no era complicada: consistía en presentar como axiomas lúgubres e impresionantes todas las calumnias que contra España y sus hijos gloriosos se han repetido en el Mundo, y presentar como tópicos risibles y despreciables todos los elogios que a favor de España y de sus hijos gloriosos se han repetido en el Mundo; de ello resultaba al admitir como artículo de fe lo malo y al burlarse incrédulamente de lo bueno, que España había sido siempre un país despreciable y los españoles los seres más miserables de la creación. En suma: crítica negativa, muy del gusto del español medio, que no olvide usted, el individualismo, disfruta oyendo hablar mal de sus semejantes (claro que este caso de Azaña tampoco es nuevo en nuestra Historia: la misma amargura derrotista y calumniadora ejercida por el Padre Bartolomé de las Casas creó para siempre la leyenda negra de la conquista española en América: y aún creen en ella los países americanos y aún cree en ella España, que es lo más gordo; pues ¿cómo no había de ser verdad, si lo decía un «testigo español»? Y nadie -naturalmente- podía pensar que existen y han existido españoles -como el Padre Las Casas- a quien el derrotismo más amargo: propio quizá, de una mente y un organismo enfermos, convertía en los peores enemigos de España. Azaña era uno de éstos, en sus discursos y en sus libros; y sus libros no se habían leído; pero , iay ! , sus discursos los oía todo el mundo por la radio... e hicieron más daño que el peor veneno). Finalmente existía también un partido Sindicalista muy escaso, con Pestaña al frente; pero a Pestaña, en otro tiempo muy popular, ya se le había hecho el vacío entre las izquierdas, porque hombre sincero, aunque obrero de toda su vida, había escrito un libro, de vuelta de un viaje a Rusia, diciendo que el comunismo era una tiranía feroz; yeso no se decía sin quedarse solo en la España Republicana. (Y era un trato de favor...)
Frente a todas esas fuerzas, no había demasiadas en la acera de enfrente... Veámoslas. Un partido burgués y de inspiración vaticanista con la jefatura de Gil Robles: antiguo redactor del diario del jesuita Herrera, El Debate, y hombre tan mediocre, tan medio-culto, y tan orador como Azaña; muy semejantes ambos, salvo en la «intención»; partido bastante numeroso pero tímido y lleno de prejuicios para la acción, titulado Acción Popular. Otro partido (Calvo Sotelo) monarquizante, poco numeroso y bastante tímido en la acción, Renovación Española. El clásico partido «Tradicional» (antiguo Carlismo) muy enérgico y capaz para la acción, pero pequeño y reducido a Navarra, donde no había nadie que no fuera apasionado afiliado a él. (Yo le gastaba la broma al actor Benito Cibrián -padre del galán Cibrián que está en México- y que era de Pamplona e izquierdista furibundo, de: "Estás haciendo el ridículo, Benito: eres el único de izquierdas que ha nacido en Pamplona".) Con el tiempo Gil Robles creó unas juventudes para oponerlas a los socialistas, la J.A.P. (Juventudes de Acción Popular), pero no actuaban mucho que digamos. y en fin: comenzaban a aletear dos pequeñas organizaciones: las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (J.O.N.S.) fundadas por un joven impetuoso y alucinado del Fascismo italiano -Ledesma Ramos- y que hacía su propaganda entre obreros y campesinos principalmente, pero en pequeña escala; y Falange Española (F.E.) fundada por José Antonio Primo de Rivera, de ideario parecido, pero no semejante, pues era poco fascista y con más sentido español y que estaba nutrido por el elemento estudiantil, por lo cual tenía a diario enfrente otra organización también estudiantil, pero izquierdista: la Federación Universitaria Española (F.U.E.) Más tarde las J.O.N.S. y la Falange se fusionaron bajo el mando de José Antonio y se llamó el partido en lo sucesivo Falange Española de las J.O.N.S. y más tarde aún, ya durante la guerra, para evitar discusiones y algún tiro que otro entre ellos, Franco fusionó la Falange con el Partido Tradicionalista navarro, quedando la denominación definitiva de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. Los bromistas, como el nombre era tan largo, añadieron: «y de los grandes expresos europeos.» (Esta broma se gastaba en plena guerra y en el territorio de Franco, donde el español seguía riendo, aun frente a las trincheras, pues en el lado de Franco nunca se perdió el sentido del humor: ésta es la verdad.) En realidad, Franco hizo aquello porque los dos únicos partidos antiizquierdistas capaces de la acción directa y con empuje eran la Falange y los Tradicionalistas: de ahí que las peores propagandas se hayan hecho luego en el mundo contra ellos: porque ya sabían de sobra las <Por lo que afecta a las fuerzas armadas -Guardia Civil, Carabineros, Guardias de Asalto y Policia- estaban consideradas como gubernamentales y republicanas (aunque luego se vio que dentro de ellas había de todo).
Con respecto al Ejército, Azaña lo había pulverizado desde que fue ministro del ramo; y las propagandas comunistas y socialistas habían hecho una labor demoledora entre la tropa, dentro de los cuarteles. Además, las plantillas se habían reducido al mínimo, y el material era viejo, malo y escaso. La aviación, casi no existía ya, a fuerza de no reponer los aparatos desechos por el uso: y existían espléndidos pilotos... que no tenían con qué volar. La oficialidad del Ejército se conservaba en general unidad con mucho espíritu patrio, aunque no faltaban excepciones ganadas por el izquierdismo, sobre todo en los altos mandos, pero eran los menos; y desde luego, casi todos los incapaces, técnicamente hablando: esto es lo cierto. En cambio, un sector del Ejército se conservaba íntegro, hecho una masa, oficialidad Y tropa: El Ejército de Africa; y ése fue el corazón del organismo militar de Franco, que al acabar nuestra guerra -y en la actualidad- era una fuerza extraordinaria Y temible. Al Ejército de África estaba adscrito el Tercio, que fundara Millán Astray en 1920, fuerza irresistible, cuya primera «Bandera», al organizarse, fue mandada por Franco cuando no era más que comandante. y también pertenecían a aquel Ejército las fuerzas moras mandadas por españoles, llamadas Regulares de Ceuta, Regulares de Melilla, Regulares de Tetuán Y Tiradores de lfni, organizadas en «Tabores» Y «Mehallas». Éste era el panorama de las fuerzas políticas que existían en los años de la República, de 1931 a 1936.. Me preguntará usted qué pensaba la masa del país ajena a estas organizaciones y yo le contesto que la pregunta no es fácil de contestar, principalmente porque esa masa del país, al ser ajena a las diversas organizaciones, no opinaba y era difícil saber cómo pensaba, sobre todo en cuanto a unanimidad. De todas suertes, puedo afirmarle con exactitud que una gran masa del País era neutral e indiferente en política y deseaba únicamente vivir lo mejor posible y con el mínimo esfuerzo: Y ahora había aceptado la República esperando que ella le realizara ese ideal; como ya lo había esperado de la Dictadura; Y antes, de la Monarquía de Alfonso XIII; Y antes de la Regencia; Y antes de Alfonso XII; y antes,. de la Primera República; Y antes, de Amedeo; y antes de Isabel II, etc., etc., pero que murmuraría de la República y desearía su caída en cuanto se convenciera de que tampoco la República le realizaba ese ideal como había murmurado y había deseado su caída de la Dictadura, de Alfonso XIII, de la Regencia, de Alfonso XII, etc.,etc., también. Otro sector de la opinión pública era indudablemente partidario de las «izquierdas», aunque sin querer comprometerse ni meterse en nada; otro sector se inclinaba hacia las «derechas» en las mismas condiciones.
Y en fin: otro sector -el más reducido- tenía sentido político e ideal Nacional y Patriótico y estaba dispuesto a actuar a favor de ese ideal, pero no veía claro ni cómo hacerla ni a las órdenes de quién.
Desde 1931 hasta 1936 los Gobiernos republicanos –y ésta es la rigurosa verdad, vista del modo más objetivo y frío - no hicieron nada útil y sí mucho perjudicial; no habían construido, pero sí habían destruido; no habían organizado, pero sí habían desorganizado; no habían hecho -en fin- nada en bien del país pero sí habían hecho mucho en su daño y perjuicio. Razón indudable: a esos gobiernos republicanos les tenía sin cuidado España, o, al menos, actuaban como si les tuviera sin cuidado. Causas a mi juicio, y sigo juzgando con toda frialdad y objetividad: fanatismo político; odio político; inconsciencia o mala fe cívica y patriótica. Desde el principio, la República (o sus gobernantes) echó abajo con saña sectaria cuanto se había hecho o se estaba haciendo antes de llegar ella, desde las estatuas de antiguos Reyes que adornaban los paseos, lo cual era poco importante, pues sólo afectaba al adorno de las ciudades, hasta los objetivos trascendentales para el país singularmente Obras Públicas y Agricultura: sus dos puntos más vitales. Y paralizó en el acto todas las obras hidráulicas en marcha, que eran muchas (cumpliendo un programa de «Confederaciones Hidrográficas» espléndido, creado y puesto en marcha por la Dictadura) y las dejó desmoronarse en lugar de acabadas y planear otras nuevas que el país necesitaba (como Franco, por ejemplo hace en la actualidad) e igual procedió con las carreteras y caminos, ferrocarriles, puertos, etc. Y organizó en cambio una Reforma Agraria de tal modo ruinosa para la economía Nacional, que uno se preguntaba estupefacto si aquello era la obra de un loco, de un memo, de un agente extranjero o de un criminal, preguntas que uno se repetía al ver de qué modo, más disparatado aún, se llevaba a cabo aquella Reforma. En realidad su autor y ejecutor - un tal Marcelino Domingo- tenía de todo un poco, aunque principalmente de memo y de loco. Ya de muerto: Dios le haya perdonado, porque el país nunca podrá perdonarle. Periódicos gubernamentales y de partidos de izquierda jaleaban la conducta de los gobiernos de la República. Uno de ellos, Heraldo de Madrid (cuya redacción casi en pleno se encuentra entre ustedes, ahora en calidad de refugiados), no sólo jaleaba sino que se obstinaba reiteradamente en la mentira y el daño más perjudiciales; recuerdo a este respecto que durante los cinco años de República, el Heraldo publicó a diario un «entrefiIet» que decía: GOBERNAR NO ES ADOQUINAR, con lo cual quería decir que Gobernar no es construir carreteras; y lo que el Diario perseguía al repetir una y otra vez aquello era atacar la labor inmensa de construcción de carreteras que había llevado a cabo la Dictadura: carreteras como las mejores del Mundo y "radas a las cuales se circula por España. En países como el nuestro, siempre insuficientes en comunicaciones, gobernar es construir carreteras precisamente: Gobernar es adoquinar. Pero había que atacar a lo anterior, aunque lo anterior fuera inmejorable, aunque fueran carreteras excelentes; y, todo por odio político. Los pocos diarios que no eran gubernamentales y que pretendían hacer ver lo insensato y antipatriótico de paralizar obras beneficiosas para el país sólo por odio político a los que las habían comenzado, y que aquella reforma Agraria iba a acabar con la economía nacional en unos pocos años, eran tildado s de reaccionarios, de cavernícolas, de «carcas» (o clericales), etc. Y en nombre de la libertad de prensa -que las izquierdas habían siempre preconizado-, esas izquierdas perseguían a dichos periódicos y los arruinaban a multas y a suspensiones. A raíz del llamado Diez de Agosto la República suspendió para siempre ciento cuarenta y cuatro diarios en toda España. Con algunos diarios aún fueron más lejos, y se apedreaba sus edificios y se les tenía amenazados constantemente de incendio. El grito de ¡A quemar ABC!, ¡A quemar El Debate!, ¡A quemar La Nación!, fue clásico de, las masas callejeras por aquellos días. Por fin, una tarde, quemaron La Nación que dirigía Delgado Barreta, uno de los periodistas más capacitados que ha tenido España, y que más tarde, en 1936, habían de asesinar en la Cárcel Modelo de Madrid. Ejerciendo sobre sus contrincantes todas las limitaciones posibles a la libertad, la República concedió, en cambio, a sus correligionarios cuantas licencias y libertades pueden existir en el Mundo. (Tal conducta no era nueva en España y había sido seguida siempre que las izquierdas habían gobernado: y yo aún recordaba y recuerdo cierto cantable de una antiquísima zarzuela, estrenada, antes de mi nacimiento, que respecto a este asunto, decía:
La libertad de todos proclamo en alta voz... ¡Y que muera quien no piense igual que pienso yo!                           1



 
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