BUSH, EL ARREPENTIDO (DE SUS PALABRAS)
No se ilusione lector, el presidente estadounidense no se arrepiente de las guerras sembradas y de miles de muertos en el mundo. Sólo cree que habló un poco de más.
El hombre se está yendo. Con pena y sin gloria. No pocos se alegran que el hombre se vaya. George W. Bush, el presidente de Estados Unidos dejará el gobierno después de un pésimo período de ocho años. Atrás dejará guerras, una debacle económica mundial y varios agujeros que intentará tapar su sucesor, Barack Obama.
Sin embargo, pese a lo que cualquiera podría pensar, el hombre también se arrepiente. ¿Se arrepiente de las invasiones a Afganistán e Irak?, ¿de haberlas comenzado basado en mentiras?, ¿de las muertes civiles?, ¿de poblaciones devastadas?, ¿de las violaciones a los derechos humanos? Para nada. No es cuestión de crear falsas expectativas.
“Lamento haber dicho algunas cosas que dije”, admitió Bush ante los micrófonos de la cadena CNN. Sólo eso. El texano reconoció haberse envalentonado en algunas ocasiones y las palabras lo traicionaron.
Entre los desaciertos que mencionó George W. Bush, destacó como error haber posado con un cartel a su espalda que rezaba la consigna “Misión Cumplida”. Fue el 1 de mayo de 2003, apenas 40 días después de comenzada la invasión a Irak. Hoy, a más de cinco años y seis meses del inicio de los ataques, la “Misión Cumplida” parece una quimera.
Bush explicó que el cartel no fue una idea suya sino de la dotación del portaaviones Abraham Lincoln. “Me arrepiento de eso. Era un cartel para los marinos de ese buque, pero terminó siendo de conocimiento público. De todos modos, trasmitió un mensaje equivocado”, sentenció Bush. A pesar de que la proclama era para la tripulación, Bush se paró frente a un estrado y les mando un mensaje a todos a los estadounidenses. La culpa fue de los marinos.
Asimismo Bush dijo haberse apresurado un poco al prometer que aniquilaría a la insurgencia sunnita. A tal punto se equivocó Bush en 2003 que meses después terminaría negociando con los sunnitas para intentar apaciguar el conflicto en Irak.
Otro de los errores (fueron sólo tres) que destacó el presidente estadounidense en su entrevista con la CNN, fue haber prometido encontrar “vivo o muerto” al fantasmal Osama Bin Laden. Siete años después de aquella promesa, ni rastros hay del presunto jefe de la red Al Qaeda.
“Mi mujer ya me había advertido que como presidente de Estados Unidos debía de ser más cuidadoso con mis palabras”, aseguró George. Lamentablemente su esposa no le recomendó ser un buen mandatario y no andar invadiendo países por el mundo.
A pesar de estos sinceros arrepentimientos, Bush se manifestó orgulloso de muchas de las decisiones tomadas a lo largo de los últimos ocho años, entre las que se incluyen haber ayudado “a reducir el hambre en África”.
Eso si, no piensan lo mismo los organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas (ONU), que intentan que el país más poderoso del planeta cumpla con sus promesas de aportes para alcanzar los Objetivos del Milenio.
Las palabras de Bush llegaron en la misma semana en que la ONU informó que casi un millón de iraquíes carecen de alimentos adecuados. A esto se suma que la situación de violencia no ha cambiado demasiado desde la llegada de las tropas invasoras. Peor aún, la situación de seguridad en el país empeoró ampliamente en estos cinco años.
Según cálculos de organizaciones internacionales, las muertes de civiles iraquíes durante estos cinco años podrían superar el millón de personas. No existen datos oficiales, el Ejército invasor prohíbe dar cifras de muertes civiles, aunque sí de soldados estadounidenses.
Bush no se arrepintió por esa situación, como tampoco lo hizo por haber comenzado los ataques basado en mentiras acerca de las supuestas armas de destrucción masiva que Saddam Hussein escondía y acerca de los vínculos que el presidente iraquí mantenía con Al Qaeda.
La violencia interna, esa que Bush prometió erradicar, no sólo que no se ha reducido sino que se ha incrementado. La invasión sólo sirvió para aumentar el odio sectario entre sunitas, chiítas y kurdos. Irak se divide en guetos religiosos y las áreas mixtas existentes antes de la invasión desaparecieron.
Para sintetizar, un informe elaborado por Amnistía Internacional a principios de 2008, denunció “las flagrantes y graves violaciones de Derechos Humanos perpetradas por fuerzas de seguridad estadounidenses", entre las que figuran "asesinatos de civiles, torturas y violaciones”.
Bush sólo se arrepiente de haber posado con el cartelito a sus espaldas.
Párrafo aparte para los demás países del Medio Oriente. En Afganistán, la situación a cambiado poco y nada desde la llegada de los marines a fines de 2001. No sólo la violencia interna a crecido al mismo ritmo que en Irak, allí tampoco pudieron debilitar a los “elementos terroristas”. De hecho, Afganistán es la gran preocupación del futuro presidente estadounidense, Barack Obama.
Los llamados “daños colaterales” se multiplican y las fuerzas estadounidenses ya no saben que excusa inventar para justificar ataques en escuelas, edificios públicos o en una fiesta de casamiento. Tampoco se tienen números certeros en cuanto a las víctimas civiles desde el comienzo de la invasión a Afganistán.
A esto habría que sumarle que según datos de UNICEF, el 25 por ciento de los niños mueren antes de cumplir cinco años y todos los días mueren 50 mujeres por complicaciones relacionadas con el embarazo en Afganistán. Agréguense los problemas con los servicios básicos, que no están al alcance de la mayoría de la población.
Human Rigth estima que entre 2006 y 2007 las cifras de civiles muertos casi se triplicaron y el panorama en 2008, no es el más alentador. Los abusos estadounidenses no se detienen mientras esta nota llega al lector.
Bush se arrepiente de haber prometido encontrar “vivo o muerto” a Bin Laden pero no se arrepiente de los cientos de miles de muertos que su guerra provocó.
La lista es interminable. No alcanza un artículo como este para registrar todos los abusos de los cuales podría (y debería) arrepentirse George W. Bush. No hay tiempo de recordar la infinidad de ataques cometidos por tropas estadounidenses o aliadas. O el apoyo explícito a maniobras similares llevadas a cabo por el amigo Israel.
Al fin y al cabo, de poco servirá ya que esos abusos quedarán impunes mientras Bush descanse en su rancho de Texas.
Por último, el presidente saliente de Estados Unidos anunció que ocupará su tiempo libre escribiendo un libro. Pese a que en ocho años, no mostró ninguna dote literaria, el hombre se le animará a las letras.
“Quiero que la gente sepa la verdad y sepa lo que es estar sentado en la Oficina Oval”, contó Bush.
Si de verdades se trata, quizás se anime a contar que pasó realmente el 11 de septiembre de 2001
Fuente: APM