Osvaldo Piñero (especial para ARGENPRESS.info)

La hostilidad estadounidense con respecto a Cuba reviste un carácter particular, en realidad único. Jamás una política exterior en contra de un país ha sido dotada de semejante arsenal de medidas coercitivas, que, por otra parte, violan la mayoría de las convenciones internacionales.

Un ejemplo es muy ilustrativo de la obsesión de la administración de Washington hacia Cuba. Los ciudadanos estadounidenses tienen el derecho de visitar cualquier país del mundo con excepción de la Isla del Caribe. En efecto, su gobierno se los prohíbe a pesar del hecho que esta sanción viola la Constitución de los Estados Unidos que proscribe las discriminaciones de tipo racial o étnico. Tras las solicitudes del señor Max Baucus, senador de Montana, el Departamento del Tesoro admitió haber realizado, desde 1990, solo 93 investigaciones relacionadas con el terrorismo internacional. En el mismo tiempo, efectuó otras 10.683 짢para impedir que los norteamericanos ejerzan su derecho de viajar a Cuba짢. Luego de las 93 investigaciones sobre el terrorismo, el Departamento del Tesoro infligió un total de 9425 dólares de multa a los inculpados. En cambio, demandó un total de 8 millones de dólares a los turistas estadounidenses que habían visitado la Isla. Las cifras son elocuentes y muestran muy claramente que Cuba sigue siendo el blanco prioritario y privilegiado de la belicosa administración Bush. Pero hay más: el último informe sobre el terrorismo del Departamento de Estado norteamericano publicado en abril de 2004, volvió a ubicar a Cuba en la lista de los países que patrocinan el terrorismo internacional, en compañía de Irán, Irak, Libia, Corea del Norte, Sudán y Siria.

Pero la hostilidad contra Cuba no se limitó a ello. El 6 de mayo de 2004, el presidente Bush hizo público un impresionante informe de 454 páginas titulado 짢Comisión de Apoyo a una Cuba Libre짢. Redactado por el entonces secretario de Estado, el señor Colin Powell, impone severas medidas que afectan tanto a la población cubana de la Isla, ya víctima de las sanciones económicas impuestas por Washington desde 1960, como a la comunidad cubano-americana de los Estados Unidos, que ve sus derechos ampliamente recortados.

Oportunamente, Estados Unidos decidió también aumentar la represión contra los ciudadanos de ese país que visitarían la Isla, y limitar aún más los escasos intercambios científicos, académicos, culturales y deportivos entre las dos naciones. Separar los dos pueblos, infrigir el derecho de los estadounidenses a la libre circulación y poner freno a la amistad entre los dos países.

Este conjunto de medidas draconianas viola los principios fundamentales de la Carta de las Naciones Unidas y plantea serias reservas de orden ético y humano. Además, son jurídicamente ilegales pues solo el Congreso está habilitado para la orientar la política cubana de los Estados Unidos.

El 14 de mayo de 2004, luego del llamamiento de las autoridades, varios millones de cubanos desfilaron en las calles de La Habana y de las otras ciudades de la Isla, en signo de protesta contra la política de la actual administración estadounidense.

La comunidad y la prensa internacionales deberían haber denunciado este plan que atenta contra la soberanía y la independencia de Cuba, y que intenta rendir por hambre a toda una población en nombre de la 짢democracia y los derechos humanos짢. Nunca es tarde cuando la dicha es buena. Que sepan los 짢defensores de la libertad de prensa짢 que nadie doblegará al pueblo cubano porque quien haya conocido este archipiélago sabe que aquí la dignidad no se negocia