En una entrevista del actor estadounidense Sean Penn a Hugo Chávez y Raúl Castro estos dos mandatarios hispanoamericanos deslizan perlas que los alejan de cuaquier cometido revolucionario socialista para adentrarlos en la más pura ideología viscosa socialdemócrata. ¿Es este el socialismo del siglo XXI que tanto pregonan, una reformulación iberoamericana del socialismo del siglo XIX?
Raúl Castro y Hugo Chávez
Blanco y rojo, los colores de la socialdemocracia
El actor Sean Penn, famoso entre otras cosas por su compromiso político con el Partido Demócrata, esto es, la fracción de la oligarquía financiera estadounidense que más agrada al espectro político socialdemócrata y liberal de izquierdas en las democracias de mercado pletórico, realizó sendos viajes a Caracas y La Habana para entrevistarse, junto con los periodistas Cristofer Hitchens —de la revista Vanity Fair— y el también historiador Douglas Brinkley, con el presidente de Venezuela, Hugo Rafaél Chávez Frías y el actual mandatario cubano, Raúl Castro Ruz, hermano del compañero Fidel, ausente del poder por razones de salud y edad. Estos viajes no serían más que anecdóticos dentro de las estrafalarias hazañas de los liberales estadounidenses que poco o nada entienden de la política iberoamericana de no ser por las suculentas revelaciones que tanto Chávez como Raúl hicieron a Sean Penn. Revelaciones que confirman los análisis que desde Matanzas, Cuba, se hacen en referencia a la evolución ideológica, económica y política de Cuba: Cuba tiende hacia la socialdemocracia, abandonando el marxismo-leninismo, por influencia de España y Estados Unidos... pero también por influencia de la pomposa República Bolivariana de Venezuela.
En un momento de la entrevista, traducido al español por diversos medios de información de todo signo político, Sean Penn pregunta a Chávez:
«¿Cuál es la diferencia entre usted y Fidel?»
A la que Chávez, que según el momento se ha llamado a sí mismo humanista, bolivariano, revolucionario (sin especificar de qué tipo), responde, dejando las cosas más que claras, cristalinas, lo siguiente:
«Fidel es comunista, yo no. Yo soy socialdemócrata. Fidel es marxista-leninista. Yo no. Fidel es ateo. Yo no. Un día discutimos sobre Dios y Cristo. Le dije a Castro: “Yo soy cristiano. Creo en los Evangelios Sociales de Cristo”. Él no. Simplemente no cree. Más de una vez Castro me ha dicho que Venezuela no es Cuba, que no estamos en los años sesenta. Ya ve. Venezuela tiene que tener un socialismo democrático. Castro ha sido un profesor para mí. Un maestro. No en ideología, sino en estrategia.»
Chávez y Sean Penn
Dos socialdemócratas confundiendo las cosas
Hugo Chávez se declara socialdemócrata, esto es, miembro de una izquierda definida incompatible con el comunismo, con el socialismo de corte marxista-leninista, y por tanto, no revolucionario, sino en todo caso reformista. De ahí la buena sintonía entre Venezuela y el gobierno socialfascista español de Rodríguez Zapatero. Pero es que ni siquiera Fidel es maestro estratégico de Chávez. La estrategia de Fidel era la revolución, el alineamiento con el Imperio Soviético a la vez que se ejercía la influencia generadora sobre el Tercer Mundo, el socialismo marxista, la soberanía política y la independencia económica del Imperio Estadounidense. La estrategia de Hugo Chávez es el poder militar, el impulso de alianzas con Estados ajenos a los principios revolucionarios marxistas (Irán), la socialdemocracia de bayoneta, el asesoramiento de intelectuales españoles socialdemócratas (como Carlos Fernández, Pascual Serrano o Jorge Verstrynge, simpatizantes de Izquierda Unida, coalición española de partidos ex comunistas y ecologistas, hoy día convertida en un furúnculo del Partido Socialista Obrero Español, PSOE, socialdemócrata y total dominador de la vida política española). Además de una falsa confrontación imperialista con Estados Unidos, nación a la que Venezuela vende la mayor parte de su producción petrolífera.
Los proyectos políticos de Cuba y Venezuela son incompatibles, a no ser que uno de los dos proyectos ceda ante el otro ideológica y políticamente. No se puede ser a la vez comunista y socialdemócrata.
Pero parece que Raúl (eje del llamado «raulismo», una interpretación personalista del cambio de modelo social en Cuba) podría llevar a cabo esa claudicación ideológica ante la socialdemocracia no sólo española, sino también la de los bolivarianos. A la pregunta de Penn:
«En el caso de que se celebrase una reunión entre usted y el próximo presidente, ¿cuál sería la primera prioridad de Cuba?»
Raúl responde, sin explicitar mucho:
«Normalizar el comercio.»
Raúl Castro
¿Será el nuevo Deng Xiaoping o el nuevo Gorbachov?
¿Qué tipo de normalización es esa: normalización a la China? ¿Esta capacitada Cuba para llevar a cabo una transformación a la China de sus fundamentos fundacionales como Estado dictadura del proletariado? Desde mi punto de vista Cuba no está preparada para llevar a cabo una transformación como la llevada a cabo por los chinos o por Vietnam (tanto China como Vietnam son países más ricos en materias primas que Cuba, y son países fronterizos; China, además, lleva desde 1978 creciendo a un ritmo superior al 7% anual, pero tiene además la bomba atómica, y una extensión territorial que le permite sin duda acometer transformaciones políticas que puedan alterar sustancialmente al propio planeta en su conjunto). Entonces, ¿qué tipo de normalización es esa?
«La única razón del embargo es hacernos daño. Nada puede disuadir a la Revolución. Dejemos que los cubanos vengan de visita con sus familias. Dejemos que los estadounidenses vengan a Cuba.»
Vuelve a afirmar Raúl. Seguidamente, Penn añade:
«Le enumero una lista de varios conservadores estadounidenses que han criticado el embargo, desde el fallecido economista Milton Friedman a Colin Powell, pasando incluso por el senador republicano de Texas Kay Bailey Hutchinson, quien dijo, “Hace tiempo que vengo pensando que deberíamos buscar una nueva estrategia para Cuba. Y ésta consiste en establecer más comercio, sobre todo comercio de productos alimentarios, especialmente si podemos ofrecer al pueblo más contacto con el mundo exterior. Y si podemos remontar la economía eso podría servir para que la gente fuera más capaz de luchar contra la dictadura”.»
El capullo en el puño
Símbolos de una socialdemocracia flácida, que aún con su flacidez, no renuncia a su anticomunismo y su desprecio a la Revolución Cubana
Está claro que si tanto grandes nombres del Partido Republicano como el gran economista liberal Milton Friedman (grande, lo que no excluye que sea contrario a sus principales postulados; admito la grandeza de Friedman de la misma manera que el liberal Schumpeter admitía y admiraba la grandeza de Carlos Marx) afirman que hay que acabar con el bloqueo a Cuba es porque saben que lo que más pronto podría acabar con la Revolución sería que a nuestra patria llegue el mercado pletórico de bienes y servicios. Y esto significa capitalismo. Ante estas palabras de Penn, Raúl, ni corto ni perezoso, dice:
« Aceptamos el reto ».
Aunque el raulismo suponga en principio una continuación de la obra del compañero Fidel, lo cierto es que con la presión de los demócratas liberales estadounidenses como Sean Penn, de la socialdemocracia española —tentáculo del Eje Franco-Alemán—, y del socialdemócrata Hugo Chávez y su coorte bolivariana, Cuba puede acabar su revolución marxista-leninista en el fango socialdemócrata, lo que significaría el auténtico fin de lo único que queda en pie del fenecido Imperio Soviético: el régimen del 26 de julio.