El bolsillo de mi amiga Yuslemi no se ha recuperado de la última reunión en la escuela primaria de su hijo. Una parte del encuentro entre los padres y la maestra se dedicó a las necesidades del aula, especialmente a discutir la cifra que cada familia entregará para comprar el tan necesario ventilador. El tema de la limpieza ocupó alrededor de veinte minutos y cada padre anotó varios productos como detergente, frazada de piso y una escoba, que deben traer en los próximos días. Con cinco pesos mensuales por cada estudiante, se le pagará a una señora que limpiará el local una vez por semana.
La escuela carece de personal de limpieza, pues los bajos salarios no atraen a nadie. La persona contratada de forma ilegal, probablemente sea una jubilada que no tendrá ninguna protección laboral al realizar ese trabajo, ni vacaciones ni retribución en caso de enfermedad. Se trata de algo parecido a lo que en Europa se llama “trabajo negro” y que en Cuba conocemos como una ocupación “por la izquierda”.
Cuando ya parecía que terminaba el encuentro, le llegó el turno a otro tipo de pedidos. Preguntaron si algún padre podía reparar las sillas que se han ido rompiendo y un señor levantó la mano para asumir la tarea. Otro aseguró que llevaría un candado para la puerta y una mamá se comprometió a imprimir los exámenes de matemáticas, que se realizarán a finales de enero. La escuela carece de fotocopiadora o impresora, así que la reproducción de las pruebas depende de algún padre que trabaje en un centro estatal donde sí existan estos recursos. Todo esto se acordó en una atmósfera de normalidad y la maestra -al terminar de leer la lista de pedidos- declaró que la reunión había sido un éxito.