“ La utopía está en el horizonte. Caminamos dos pasos, ella se
aleja
dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces
para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
Eduardo Galeano
El sacrificio de intereses personales, capaz de alcanzar el heroísmo
en defensa de ideales y convicciones políticas, ya no existe en Chile. Sus
últimas manifestaciones desaparecieron durante la larga jornada que comenzó con
La Moneda en llamas y que se prolongó 17 años en desigual lucha contra la
dictadura. La resistencia al terrorismo de Estado costó las vidas de miles de
chilenos. La tortura, la prisión y el exilio se abatieron sobre muchos más. La
derrota, el temor, la desilusión y las traiciones hicieron lo suyo.
El país cayó en el abismo al que lo empujó el neoliberalismo reforzado por
una pandilla de generales. Enseguida vino la interminable transición a la
democracia y con ella, el cambio de piel de partidos que ayer fueron
democráticos pero se convirtieron en fieles administradores de la herencia
económica, social y cultural de la dictadura. El país fue reeducado en el
olvido, generador de los vergonzosos niveles de ignorancia política que exhibe
hoy. En las tinieblas del atraso político -que esconde una espantosa desigualdad
social- quedaron la historia, la identidad y hasta el alma del país. Chile se
hizo ajeno a América Latina e indiferente a sus luchas que ayer también fueron
las nuestras.
Sin embargo, esto no será eterno y es ley de la vida que debe cambiar.
Llegado el momento de levantar un nuevo proyecto de liberación económica,
política y social, Chile evocará a sus héroes. Allí estará el legado de sus
ideas que permitirán abrir las “grandes alamedas por donde pase el hombre libre,
para construir una sociedad mejor”. En ese momento de ardiente creación
colectiva, junto a la sombra inspiradora de Salvador Allende estará la de Miguel
Enríquez, el joven revolucionario al que recordamos en este aniversario de su
muerte. Ambos son ejemplos de valor y de resuelta disposición a entregar la vida
-que amaban apasionadamente- por sus ideales. Ellos dejaron una herencia
preciosa: sus ideas revolucionarias que en esta hora de América Latina vuelven a
convocar a la militancia y a la acción.
Un jefe de
revolución
Hace 35 años -en la tarde del 5 de octubre de 1974-,
Miguel Enríquez Espinosa cayó combatiendo a la dictadura. De 30 años, médico,
nacido en Concepción, Miguel era secretario general del MIR desde 1967. Se negó
a salir al exilio después del golpe militar, cuando muchos compañeros se lo
pedían para proteger a un cuadro excepcional. Pero él prefirió sumergirse en la
clandestinidad. Afrontando enormes dificultades se dedicó a organizar un
movimiento de Resistencia Popular. Su incesante actividad fue dejando huellas,
que finalmente condujeron a los servicios de seguridad hasta su refugio en la
calle Santa Fe de la comuna de San Miguel. Allí, junto a su compañera, Carmen
Castillo Echeverría -que fue capturada herida-, y a otros dos camaradas
-Humberto Sotomayor y José Bordaz, que lograron huir-, se enfrentó a las fuerzas
represivas. Su negativa a rendirse sólo terminó con la muerte. Su cuerpo desnudo
y destrozado fue entregado al día siguiente -por mediación de un obispo
católico- a sus padres. “Tenía diez heridas a bala. Una de ellas, la última, le
entró por el ojo izquierdo y le destrozó el cráneo”, relató su padre, el doctor
Edgardo Enríquez Frödden.
El 7 de octubre a las 7.30 de la mañana, sólo ocho miembros de la familia
fueron autorizados para sepultarlo en el Cementerio General de Santiago. Un
destacamento de carabineros vigilaba de cerca. “Miguel Enríquez Espinosa, hijo
mío”, dijo su madre con voz entera en el momento en que depositaba el único ramo
de flores permitido, “hijo mío, tú no has muerto. Tú sigues vivo y seguirás
viviendo para esperanza y felicidad de todos los pobres y oprimidos del
mundo”(1). El 15 de agosto de 1965 Miguel fue uno de los fundadores del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y pasó a dirigirlo dos años
después. Era respetado no sólo por sus camaradas, sino también por muchas
personas con las que tuvo fuertes polémicas. En esos debates -a pesar de su
juventud- demostraba amplio conocimiento de los temas y capacidad para exponer
con claridad sus ideas.
Ya a los 17 años Miguel organizaba movilizaciones en Concepción en defensa de
la Revolución Cubana, cuando la invasión imperialista de Playa Girón. El proceso
que forjó su liderazgo y que trazó la identidad del MIR se inspiraba en la
formación política y armada de sus militantes, y estuvo muy influido por Cuba
revolucionaria. Es efectivo lo que dijo un dirigente del Partido Comunista de
ese país, en 1974: “Quizás si en la personalidad revolucionaria de Miguel
Enríquez, en el fuego juvenil de los combatientes del MIR, e incluso en la
intransigencia revolucionaria que les caracterizaba y que en ocasiones nos hacía
desear que adoptaran mayor flexibilidad ante las situaciones políticas
concretas, está sin embargo una de las más nítidas imágenes de la influencia de
Cuba en el movimiento revolucionario latinoamericano”(2).
La forma en que la dirección del PCC valoraba a Miguel se refleja en ese
discurso de Armando Hart. Compara al revolucionario chileno con héroes del
asalto al Cuartel Moncada y de la lucha revolucionaria contra la dictadura de
Fulgencio Batista. “Para transmitir al pueblo cubano -dijo Hart- una imagen de
su personalidad, de su significación, de lo que él representa para el futuro de
Chile, recordemos nombres como los de Abel Santamaría, José Antonio Echeverría y
Frank País”. Y añadió categórico: “Miguel Enríquez no había dado de sí todo lo
que era capaz de dar. Si se le mide por lo que ya era, hay que destacar, sin
temor a que el sentimiento o la emoción nuble el razonamiento, que en Miguel
Enríquez despuntaba un jefe de revolución”. Es cierto, Miguel -después de la
heroica muerte de Salvador Allende en La Moneda- representaba la posibilidad de
construir un nuevo liderazgo revolucionario que recogiera la lección que dejaba
la conspiración para derrocar a Allende fraguada por la derecha, la Democracia
Cristiana, el imperialismo y las fuerzas armadas. El liderazgo de un jefe capaz
de conducir las acciones armadas, políticas y sociales para derrocar a la
dictadura e iniciar la construcción de una sociedad democrática y
socialista.
El país que cambió
Hace 35 años esa esperanza
se tronchó con la muerte de Miguel Enríquez. La brutalidad del terrorismo de
Estado y los devastadores efectos culturales del modelo neoliberal, frustraron
los intentos de la Resistencia Popular y del Frente Patriótico Manuel Rodríguez
por cultivar la esperanza revolucionaria. Pero en definitiva, la dictadura fue
obligada a regresar a sus cuarteles. La iniciativa política quedó en manos de
los sectores burgueses que venían siendo preparados para la transición por el
Departamento de Estado norteamericano y la Socialdemocracia europea. El Chile de
hoy es un país muy distinto al de Allende, Miguel y los miles de héroes y
mártires de la Izquierda chilena. La solidaridad, soporte de los sueños
colectivos y de la conciencia del deber social -que en Chile había alcanzado
altas cimas-, ha desaparecido casi por completo. El país carece de una utopía
que permita unir y movilizar las fuerzas para avanzar hacia el horizonte de
justicia social. El pueblo chileno es tratado como un rebaño de ovejas que se
resignan a cumplir ese papel. Se encuentra a merced de la oligarquía que maneja
sus sentimientos y expectativas a través de los medios de comunicación. Ha
quedado sin capacidad crítica, carente de participación y sin voluntad política
para remover los obstáculos que impiden alcanzar una plena democracia. El actual
período electoral, que permite cierto grado de atención a temas barnizados de
política, prueba el empobrecimiento del ciudadano en tanto agente activo y
crítico del desarrollo democrático.
Los candidatos con posibilidades de victoria -consagrados en esa condición
mediante la complicidad de mañosas encuestas y manipulaciones de la prensa
oligopólica-, representan más de lo mismo. Ninguna propuesta toca el corazón del
sistema. Ninguno se compromete con una Asamblea Constituyente que elabore una
Constitución democrática. Ninguno plantea medidas que hieran los poderosos
intereses nacionales y extranjeros que controlan la economía. (En este punto
cabe una digresión. Como consecuencia de la crisis capitalista que ha dejado en
evidencia la incapacidad del mercado para autorregularse, los administradores
del sistema comienzan a eludir responsabilidades. Se escucha nada menos que al
ex presidente Ricardo Lagos criticando al neoliberalismo, aunque el suyo fue uno
de los gobiernos más neoliberales del mundo. Lo mismo sucede con la presidenta
Michelle Bachelet que habla del “fin del paradigma neoliberal” y reivindica el
rol del Estado. Sin embargo, su gobierno no ha hecho otra cosa que respetar las
reglas de juego del neoliberalismo. Por último, el candidato presidencial de la
Concertación, Eduardo Frei, reclama “Estado y más Estado”, pero su gobierno
privatizó el agua potable, los puertos, etc.).
Ninguno de los candidatos creados por los titiriteros de la política hace
mención a los escandalosos privilegios de las fuerzas armadas, sus descomunales
gastos en armamentos y sus excepcionales regímenes de previsión, así como al
peso determinante que siguen teniendo en la conducción del país. Ningún
candidato responde a las demandas del pueblo mapuche. Ninguno se compromete con
una solución a la justa demanda de Bolivia de una salida soberana al mar.
Ninguno plantea terminar con las AFPs, ni se pronuncia por una salud y educación
públicas. Tampoco por renacionalizar el cobre -de nuevo en manos extranjeras-,
ni por nacionalizar la banca e impulsar una reforma tributaria de verdad. Los
vacíos -y silencios- son enormes en los programas de los candidatos
presidenciales. Así lo demostró el mediocre “debate” televisivo reciente. Es
imposible encontrar en sus discursos ni el atisbo de un proyecto de sociedad más
justa. De una u otra manera, se declaran continuadores del gobierno de Bachelet,
incluyendo al aspirante derechista. El futuro gobierno será por lo tanto,
continuista en su esencia.
Pero hay un futuro…
Demasiado
tiempo ha perdido la Izquierda en reconstruir la utopía de este tiempo. Se ha
enredado en minucias y discusiones estériles, atrapada entre un discurso
reformista y parlamentarista y una lluvia de consignas dogmáticas, sin
contenido, que producen más rechazo que adhesión. Se han puesto en primer plano
los intereses de partidos, grupos y personas. Así se ha conseguido anular las
posibilidades de un proyecto común y dispersar todavía más las escasas fuerzas.
Una parte de la Izquierda se ha contaminado del pragmatismo de la contracultura
neoliberal. Ha terminado por aceptar, en los hechos, que la lucha por el
socialismo no tiene viabilidad en Chile y que éste es un tema anticuado, propio
de soñadores. Ha renunciado en la práctica a presentar una propuesta de carácter
socialista que permita elevar el contenido del discurso político. Y esto,
mientras el capitalismo atraviesa una profunda crisis y la depredación del
planeta pone en juego la vida de la especie humana. Chile se derechiza mientras
en América Latina hace camino una corriente socialista que ya es gobierno en
varios países. El socialismo del siglo XXI plantea propuestas para nuestra
época. La integración económica, la cooperación energética, la Alianza
Bolivariana por los Pueblos de Nuestra América (Alba), el Banco del Sur, etc.,
son las herramientas de ese proyecto que avanza.
Tomar conciencia de que vivimos una época favorable para la utopía
revolucionaria, debería promover en Chile la reconstrucción de una Izquierda en
lucha por cambios profundos y radicales. Ese era el objetivo por el que los
revolucionarios de ayer estuvieron dispuestos a entregar sus vidas. Como
Allende, Miguel y tantos más.
Notas
(1) Discurso del Dr.
Edgardo Enríquez (1912-1996), ex director del Hospital Naval de Talcahuano, ex
rector de la Universidad de Concepción, ex ministro de Educación del presidente
Allende, en la inauguración del Hospital Clínico Miguel Enríquez en La Habana,
1975. La madre de Miguel fue la señora Raquel Espinosa Townsend (1913-2003).
(2) Armando Hart Dávalos, miembro del buró político del Partido Comunista
de Cuba, en el acto de homenaje a Miguel en el Teatro Lázaro Peña de la Central
de Trabajadores de Cuba, 21 de octubre de 1974. En el mismo acto habló Edgardo
Enríquez, hermano de Miguel, miembro de la comisión política del MIR. Detenido
en Buenos Aires por la Operación Cóndor el 10 de abril de 1976, desde entonces
es un desaparecido.
(EDITORIAL PUNTO FINAL, 695, octubre
2009)