La Embajada yanqui o los obreros de Kraft
La huelga de Terrabusi marcó un
punto de inflexión en la situación política. Ya no son sólo peleas entre los de
arriba sino también la irrupción de la clase trabajadora en esas brechas.
Quedará en la historia porque involucró a la propia embajada
norteamericana.
Terrabusi le abrió las puertas en la escena nacional a un
ascenso obrero que, como venimos mostrando desde estas páginas, se inició a
fines del año pasado y se pronunció luego del debilitamiento del gobierno en las
elecciones. Desde las luchas de resistencia en algunas automotrices de Córdoba y
Santa Fe como IVECO, Renault, Volkswagen y General Motors entre fines del 2008 y
el verano del 2009, hasta la reciente huelga de 6.000 petroleros de Santa Cruz,
pasando por el paro de la UOM que se hizo activo desde abajo hasta en las
pequeñas metalúrgicas, y las rebeliones salariales de las grandes siderúrgicas
como Siderca de Campana. Los estatales y docentes en varias provincias, desde la
rebelión de los municipales de Córdoba hasta la impresionante huelga de los
trabajadores de la salud que se está llevando adelante en Tucumán.
Pero
el impacto de la acción obrera de Terrabusi se debe a que la persistente lucha
de cinco semanas y las acciones solidarias que desencadenó se basa en el ingreso
a la lucha en una de las ramas más dinámicas del crecimiento industrial junto a
las automotrices, la alimentación. El peso específico de los obreros de
Terrabusi es porque su lucha se da ahí donde predominan los monopolios
multinacionales como Kraft. La huelga de Terrabusi demostró que los que tienen
los principales resortes de la producción nacional congregan detrás suyo a los
resortes del poder de jueces, policías, funcionarios del aparato de gobierno,
medios de comunicación y burócratas sindicales que han estado años a su
servicio. En segundo lugar, los hechos de la represión del viernes 25 abrieron
una profunda herida política en el gobierno y su relación con la clase
trabajadora. Las imágenes de la policía montada arremetiendo contra una huelga
obrera quedarán grabadas en la memoria de millones. Los Kirchner y el gobernador
Scioli, que habían basado su campaña electoral en endulzar los oídos de los
trabajadores del conurbano bonaerense con “la defensa del empleo”, dieron vía
libre al desalojo -reclamado por la embajada de EE.UU. como reconoció Scioli-
con gases, palos, balas de goma y detenciones de obreros y obreras en lucha por
sus puestos de trabajo. El Ministerio de Trabajo apareció como una escribanía de
la multinacional. La dirección de la CGT se desenmascaró como sirviente de la
patronal yanqui. Mientras que Moyano y Daer condenaban la huelga atacándola de
“ultraizquierda”, en la propia base peronista crecían las expresiones de
solidaridad que se multiplicaron luego de la represión. Los trabajadores del
Astillero Río Santiago realizaron un paro en repudio impulsado por los delegados
de la izquierda y la Lista Blanca peronista, los votantes del oficialismo en las
fábricas del Gran Buenos Aires o en las grandes automotrices de Córdoba
expresaban su indignación, y hasta sectores de afiliados del oficialista UPCN en
el INDEC aportaron por el fondo de lucha de Terrabusi. Hasta logró meterse en la
agenda de la rutinaria dirección de la CTA que debió, luego de cinco semanas de
silencio y parálisis, otorgarles la tribuna a los delegados de Terrabusi en su
acto “por la libertad sindical”.
La huelga de Terrabusi desnuda, de paso,
el verdadero papel de los medios de información de masas. Para romper el cerco
de la dictadura mediática de los monopolios que, todos auspiciados por Kraft,
condenaban al aislamiento a la huelga, los trabajadores tuvieron que cortar la
Panamericana y valerse de la ayuda de un sector militante del movimiento
estudiantil que realizó los cortes de calles de la Capital para conmover la
atención de la población. Las acciones irradiaron contagio a diversos sectores
que apelaron a la acción callejera, incluida la vuelta de los movimientos de
desocupados que se solidarizaron con la lucha de Terrabusi y salieron a disputar
con los intendentes del conurbano su participación en los planes de viviendo
anunciados por Cristina Kirchner.
Los monopolios de la información que
apoyaban en vivo y en directo los piquetes del lock out agrario y el
desabastecimiento del 2008, ahora utilizan la difusión de los cortes para crear
un clima de agitación en su batalla contra el gobierno y derechizar a “la
opinión pública” con la consigna de terminar con “el caos” de tránsito. La gesta
de Terrabusi y las acciones de solidaridad que desencadenó ayudan a mostrar el
carácter clasista del debate sobre la Ley de Medios entre el gobierno y la
oposición en el Congreso.
Los delegados de base y la izquierda
El jefe de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati, se sumó a lo declarado por
las corporaciones patronales de la industria como la UIA y la Copal. “Vemos con
preocupación el estallido de este tipo de conflictos en las empresas porque hay
algunas comisiones internas que parecen más poderosas que la propia CGT”, dijo
ante más de 200 empresarios que se reunieron en Rosario. Esta preocupación de la
patronal agraria por la salud de la CGT muestra que a la derecha más rancia del
país le resulta “funcional” encontrar un punto de apoyo en los mejores aliados
del gobierno, los jerarcas sindicales, como Daer o Moyano.
Acaba de salir
a la luz algo que ya habíamos denunciado en La Verdad Obrera: el vocero de la
empresa Kraft, López Matheu, es un especialista en “liquidar” las organizaciones
de base de los trabajadores en las empresas dominadas por los monopolios. Como
directivo de Clarín fue el encargado de hacer desaparecer las comisiones
internas de la redacción del diario y la planta gráfica (AGR), apelando a la
represión en los años 2000 y 2004 para despedir a los delegados y avanzar con
cientos de despidos y mayores ritmos de explotación. ¿Qué más hace falta para
demostrar que el objetivo de López Matheu y la gerencia de Kraft es liquidar la
organización sindical de base para adaptar las condiciones de explotación a los
nuevos tiempos de la crisis capitalista internacional? La causante de despidos
no hay que buscarla en la justa rebelión contra la desidia patronal ante la
gripe A. Lo demuestra el hecho de que la mayor cantidad de despedidos no está en
el turno que fue epicentro de la protesta, sino en el de la noche, donde se
concentran los delegados más combativos. La apelación de la patronal a la
justicia iniciando causas penales contra los delegados es un claro intento de
criminalizar la acción sindical de parte de una patronal dispuesta a lanzar
provocaciones, inventar pruebas y hasta comprar fiscales y jueces para lograr
sus fines.
El conflicto de Terrabusi condensa una formidable resistencia
de los trabajadores a la voluntad de los monopolios de descabezar las
organizaciones de base del movimiento obrero, los cuerpos de delegados y las
comisiones internas. Pero, a su vez, esta lucha reveló una nueva cuestión
política: cuando estas organizaciones no están controladas por los burócratas
permiten la pluralidad de partidos de los delegados elegidos en la base del
movimiento obrero, a diferencia del verticalismo de los sindicatos donde reina
la “lista única” como recientemente en la Unión Ferroviaria de Pedraza que
proscribió a la oposición clasista en el ferrocarril Roca. El ataque de Moyano y
Daer a los huelguistas por “ideologizados” y “politizados” puso de relieve la
relación entre la clase trabajadora y la izquierda. En las nuevas comisiones, y
especialmente en los cuerpos de delegados, como en el subte, se expresan todas
las corrientes sindicales y políticas que participan de la lucha de la clase
trabajadora. En el caso de Terrabusi, en la comisión interna y el cuerpo de más
de 40 delegados de base de sección de todos los turnos confluyen, junto a
independientes, dirigentes de la CCC-PCR, y de la agrupación clasista de la
alimentación en la que participa el PTS. Tenemos diferencias políticas de fondo,
como claramente se expresó en el conflicto entre el campo y el gobierno donde la
CCC (junto al MST de Ripoll) se alineó con las patronales agrarias y en cambio
la corriente en la que participamos mantuvo independencia de los dos bandos
capitalistas y se referencia en las banderas de los obreros de Zanon. Pero
componemos una organización de frente único obrero que representa a las
distintas tendencias que actúan en la fábrica y son elegidas por el voto de la
base trabajadora. Contra lo que quiere imponer la embajada yanqui, los obreros
de Kraft deben triunfar: reincorporación de los despedidos con todos sus
delegados adentro.