Prefiero zambullirme en la incorrección política antes que caer en esta cursiambre retórica que nos ha llovido encima por estos días, cual chaparrón radioactivo, con ocasión de la crisis en Honduras. Así las cosas, preparen los deditos los que suelen inundar mi correo de insultos y nada gentiles recordatorios a mi progenitora.
A esta novela en plena puesta en escena bien le cabe el título "Barbas en remojo". Eso, cuidarse las espaldas, es exactamente lo que ha hecho la rimbombante comunidad internacional (que es de gobiernos y no de pueblos). La ingesta de varios medicamentos anti nausea me hicieron falta para soportar lo que se escuchó en las diversas sesiones de los organismos internacionales. Privó en ellas el altruista concepto de "entre bomberos no nos pisamos la manguera". No hubo silencio, ese silencio que atormenta nuestros oídos cuando personajes de las primitivas democracias nuestras hacen lo que se les da la gana. Ese silencio que ha ocurrido frente a casos como los de la persecución a la disidencia en Venezuela, el constante atropello a nuestros derechos civiles y políticos, la destrucción sistemática y sistémica del esqueleto institucional, la manipulación de los mandatos constitucionales, la conversión de las Fuerzas Armadas en instrumento de dominación, la barbarie cometida contra el alcalde Ledezma, la criminal situación penitenciaria y toda esa ristra de dramas que padecemos día tras día en este país. Para todo eso la comunidad internacional se ha quedado sin saliva.
Que Raúl Castro, tirano heredero de la corona en Cuba, se siente en esos aquelarres a pontificar sobre democracia y libertades es, cuanto menos, un ejercicio de teatro del absurdo. Las letras de Ionesco palidecen ante lo que hemos visto por estos días. Han llamado a hacerle un bloqueo económico a Honduras, apoyado precisamente por esos mismos países que se desgarran las vestiduras sobre el bloqueo a Cuba. ¿Eso con qué se come? La sarta de discursos empalagosos de varios de los presidentes presentes en esas reuniones realizadas en Managua, palabras pletóricas de pasionales argumentos constitucionalistas, hacen que los discursos de Cicerón queden como textos de relleno. Y Chávez, sin pudor alguno, condenando una acción de derrocamiento presidencial, con cara de corderito herido en una patica, como si él no hubiera roto un plato, como si las intentonas de 1992 que dejaron un reguero de sangre no hubieran sido sino una película de ficción de Spielberg. Y, peor aún, Chávez y otros caciques amenazando con acciones bélicas contra Honduras. Es guión de "Aunque usted no lo crea". Y no podemos dejar de mencionar a Insulza, de quien todos estos presidentes han denostado y dicho sapos y culebras, y que ahora es considerado por ellos mismos como suerte de arcángel de la preclaridad democrática. Demasiado para este cuerpito que no llega ni a los cincuenta kilos.
La verdad, dicha así, sin ambages ni colorinches, es que a la institucionalidad hondureña el tal Zelaya la puso entre la espada y la pared. La serie de acciones barbáricas de este cacique centroamericano del siglo XXI puso el caldo tan 'morao' que se empichó, para decirlo en lenguaje coloquial. Para la semana pasada ya era más que evidente la agenda que Zelaya se traía entre manos, convenientemente asesorado por Chávez y con la ayudita de Castro, Correa, Ortega, Morales y otros próceres tribales. Le recomendaron: haga la consulta pública, diga que no es vinculante. Movilice sus fuerzas asalariadas para que vayan a expresarse. Con el resultado positivo, el agua estará derramada. Bastará invocar el principio de vox populi, vox Dei. Para las elecciones del 29 de noviembre, la cuarta urna irá, por mandato popular. Se elegirá un Presidente. Pero se le dará camino libre a una Asamblea Constituyente, que será elegida siguiendo las pautas del famoso kino utilizado en Venezuela en 1999 (un instrumento de la mayor vagabundería electoral que pueda recordarse en nuestro país, sobre el cual la OEA no dijo ni "ñé"). Esa honorable Constituyente hará trizas todo, y generará un nuevo cartapacio de reglas, y, zas, habrá necesidad de legitimar todos los poderes de nuevo. La nueva Constitución hondureña permitirá la reelección. Zelaya se presenta como candidato en esas megaelecciones, y gana. Muerto el perro se acabó la rabia. Así se perpetra el asesinato legal de la democracia.
Tardíamente, los hondureños entendieron cómo se estaba batiendo el cobre. ¿Es tonto que no se hayan "apercatado" antes? Sí, lo es. En estas democracias nuestras donde la ingenuidad es evidencia del primitivismo, somos idiotas. Somos los perfectos idiotas. Vivimos de ilusiones románticas, creyendo que con el favor de Dios las cosas se enderezarán por sí solas. Con razón los franceses cuando se refieren a nuestros países usan la frase "son exóticos".
La violación a la Constitución y a las leyes que estaba perpetrando Zelaya era ya simplemente indisimulable. Pero él, en su cacicazgo del siglo XXI que tan buenos réditos le ha producido a Chávez y otros personajes de estas latitudes, entendió rápidamente que los tiempos del Derecho no son los tiempos de la Política. El Derecho tiene lapsos, procedimientos, montañas de papel. La Política conoce de atajos. Entonces, Zelaya entendió que tenía que proceder de inmediato. Que si lo hacía, para cuando los estamentos del Derecho procedieran, ya sería tarde, y él ya habría dado todo sus zarpazos. Sabía que había perdido todo apoyo político, incluso de su mismo partido, que lo abandonó y se le convirtió en opositor a sus pretensiones. Se jugó entonces la carta de montar a los militares en su agenda. Pero la criada le salió respondona. Los militares se le voltearon y ahí Zelaya no le quedó de otra que caer en el tan común y manido expediente de la victimización, ese pobrecitismo que tan fecundo resulta en estas tierras nuestras donde seguimos comprando espejitos.
La situación no es ni fácil ni libre de peligros. Si la comunidad internacional restablece a Zelaya, los hondureños pueden caer en un conflicto de incalculables proporciones. Hablamos de guerra civil, de escribir esta historia con tinta de obituarios. Caben varias preguntas: ¿Se puede reconocer la legitimidad de Zelaya pero desconocer la legitimidad de los otros poderes públicos en Honduras? ¿Dónde estarán la OEA, el SICA, el Grupo de Río y los presidentes cuando Zelaya comience con la razzia? Si hay condiciones irrenunciables planteadas para el regreso de Zelaya, ¿cuáles son las exigencias para Zelaya? Sospecho que luego van a lavarse las manos, como hicieron con nosotros y ante infinidad de situaciones en otros países.
Micheletti declaró a la cadena Caracol que no será candidato en las próximas elecciones. Atinada decisión que ha debido ser anunciada desde el primer minuto. También debería anunciarse un adelanto de las elecciones. Es decir, decirle a los hondureños y al mundo que ellos entienden claramente la crisis y que han constituido un gobierno transicional. Los caciques asechan por todas las esquinas, y hay que ganarle tiempo al tiempo. Voy más allá, creo que el Parlamento, el Tribunal Electoral y la Corte Suprema de Honduras deben determinar que esas elecciones sean supervisadas (desde adentro y no desde la comodidad de la barandita) por todos los organismos internacionales, incluso esos que hoy andan de golpes de pecho. Ah, y yo incluiría al Príncipe de Asturias y a cuanto premio Nobel exista en el combo de "cuidadores". Que los grandes pongan su prestigio en el asador.
Eso pienso. Aunque me acusen de políticamente incorrecta.
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Concejal El Hatillo - UNT