En toda Costa de Marfíl, en África; cientos de
miles de niños trabajan esclavizados en las plantaciones de cacao. Los
cultivos son de muy difícil acceso y están fuera del control y el censo
internacional. Los productores ‘tiran’ de esta mano de obra barata ante
la asfixia del precio convenido con sus intermediarios, directamente
vinculados a las multinacionales. El precio que reciben los aldeanos no
se ha modificado en 40 años mientras que en el mercado internacional ha
subido -según algunas fuentes- hasta un 300% sólo en los últimos 10
años [fuente "Bitter Sweet" (Dulce amargo) documental de la BBC]
En
el años 2000 informes de la administración norteamericana hablaban de
más de 15.000 niños de entre 9 y 12 años vendidos como esclavos en las
plantaciones de algodón, café y cacao de Costa de Marfil. Informes
posteriores de la
Organización Internacional del Trabajo (ILO) confirmaban el tráfico de niños entre productores africanos.
El subterfugio de Nestlé,
amparado por la libertad de comercio y de formulación de sus productos,
ha sido -históricamente- comprar chocolate en aquellos mercados
internacionales donde se mezcla con otras variedades perdiendo entonces
su identidad como producto “hecho por esclavos” y haciendo
imposible su catalogación y procedencia exacta. Conforme crecía la
empresa y su monopolio en el sector, sus brutales necesidades de
materia prima hicieron imposible la selección de productos más
controlados y, por tanto, más caros en mercados de calidad. ¿Para qué
molestarse pudiendo comprar bueno, bonito y barato? Además, la (no) ley
internacional por un comercio justo ha avalado con sus carencias estas
prácticas.
En septiembre de 2001, demostrado el mal hecho
durante tanto tiempo con el cacao africano, las principales
multinacionales y explotadoras del cacao de África occidental se vieron
obligadas a firmar por la presión de la opinión pública y la
insistencia de los jueces estadounidenses Tom Harkin y Ellot Engel,
un acuerdo internacional o “Protocolo del Cacao” para hacer frente a
las peores formas de trabajo infantil y trabajo forzado de adultos, en
las plantaciones de cacao en África Occidental. Parecía que todo iba a
cambiar y Nestlé y otras muchas compañías firmaron el acuerdo
que les trajo múltiples beneficios traducidos en subvenciones y
lavados de imagen. Todos contentos.
El protocolo estipulaba que
en el 2005 todos los mercados deberían estar regularizados y
desarrollar las normas de certificación y etiquetado en todos sus
chocolates. Evidentemente muy pocos, por no decir ninguno, cumplieron
los plazos y menos los grandes imperios del ‘oro marrón’ y sus
derivados. La mayoría pidió una prorroga de cuatro años para confirmar
los compromisos. Los resultados en 2008 no fueron los deseados.
Poco después, el periodista holandés Tony van der Keuken, levantó ampollas con un impresionante reportaje (ver vídeo arriba) sobre el ‘trapicheo’ de Nestlé
y otras compañías con el cacao de Costa de Marfil. Lo que demostraba
que los pactos adquiridos eran tan efímeros como una onza de chocolate
en manos de un niño. El propio Tony, atendiendo a la
legislación vigente en su país, se denunció a sí mismo por comer 16
tabletas de chocolate producido con cacao de mano esclava. Las
autoridades estuvieron a punto de llevarle a juicio. También creó una
compañía que distribuía tabletas de cacao certificadas y procedentes de
comercios controlados. La respuesta a la campaña orquestada por Tony de un directivo de la multinacional Nestlé fue:
“Está bien, llamadlo esclavitud; pero todos sabemos que seguirán siendo pobres de todas formas”
Durante
el ruego de excusas esgrimidas por las grandes corporaciones ante la
justicia americana para disculparse por el incumplimiento de los
acuerdos, Nestlé se descolgó con la infamia de que era
imposible monitorizar la producción de cacao en plena guerra civil en
Costa de Marfil , mientras seguía facturando con su complejo entramado
de espías y mercaderes de precios injustos la producción de cacao
esclavo.
A pesar de todo ello, Nestlé ha trabajado y destinado muchos recursos, intentando acabar con el problema -más desde un punto de vista mediático que efectivo-
suscribiéndose siempre a todas y cada unas de las organizaciones que
promueven el comercio justo del cacao. Y con un pequeño goteo de
inversiones mediáticas y teledirigidas a ablandar la mellada opinión
pública. Los esfuerzos de otras compañías por garantizar el etiquetado “free-slavery”
demuestran que es posible certificar la procedencia ‘limpia’ del cacao
dentro de sus marcas. Así mientras empresas como la multinacional
inglesa Cadbury, se están empezando a adherir al “Comercio justo” en
sus marcas originales. Nestlé tira balones fuera creando un único producto (entre más de 8.500, y no es chocolate) que sí se suma a la iniciativa del ‘Fair trade‘
pero no se sabe por qué no lo hace con sus marcas más tradicionales
¿Tendrían que cambiar las formulaciones de sus productos para adaptarse
a los cacaos limpios? La impresión es que después de varios
lustros de comercio más-que-injusto han creado una dependencia del
cacao esclavo y sus pingües beneficios difícil de contrarrestar hoy en
día.
Según el irónico código empresarial de conducta de Nestlé “[...]
la integridad, la honestidad, el trato justo y el pleno cumplimiento de
todas las leyes aplicables han guiado las prácticas comerciales de
Nestlé [..]“. Entonces:
¿Por que es tan difícil cumplir los
compromisos firmados al mismo tiempo que otras empresas que con menor
tamaño son capaces de sacrificar sus beneficios en virtud del acuerdo?
¿Por qué Nestle es una de las multinacionales con más
acusaciones públicas y denuncias contra la salud pública y el medio
ambiente de la historia reciente?
No hay más preguntas.
(Excelente resumen tomado del blog Kurioso)