A la derecha esta democracia ya no le sirve ni para Honduras, ni para Venezuela, ni para...
En
pocos años, las dictaduras dieron pie a democracias económicamente muy
rentables.Pero hoy los poderosos parecen ya no confiar en que el
sistema de partidos políticos sea la mejor alternativa.
Para algunos el titular de este artículo puede parecer de una evidencia
innecesaria. Sin embargo, esto no resulta tan claro si miramos la
historia de estas dos últimas décadas en latinoamerica.
En
pocos años, las dictaduras variadas dieron pie democracias
económicamente muy rentables. El regreso de los países americanos a los
canales formales del occidental “sistema de partidos políticos”,
significó en términos directos el incremento exponencial de las
ganancias de los poderosos empresarios en alianza con capitalistas
extranjeros.
Las dictaduras militares sirvieron para ordenar
la casa y mantener a raya a los intentos de “revolución a la cubana”
que crecieron por todo el continente desde mediados de los 50'. Pero,
el “nuevo orden mundial” requería poner a tono libertad económica con
libertad política. El todo configuraría una identidad global que
algunos suponían dotaría a las economías latino americanas de una
estabilidad política que favoreciera los negocios, hasta el final de
los tiempos.
Y tenemos que aceptar que la apuesta funcionó de
forma casi perfecta durante casi dos décadas. Incluso en algunos países
más que en otros, se fortaleció , aunque solo sea momentáneamente , una
incipiente clase media, que accedió a los beneficios de la sociedad de
consumo, a través del sobre endeudamiento.
Pero hoy esa
estabilidad y el mejoramiento de las condiciones de vida sólo quedan en
la memoria de quienes se sintieron triunfadores por un día. Aunque a
muchos les pese, Marx sigue teniendo porfiadamente la razón: la lucha
de clases retoma su peso en la historia, y son los pueblos, pasando por
encima de las anquilosadas estructuras de los partidos de la izquierda
militante los que retomaron su protagonismo.
Con un vigor y un
ímpetu inesperado, las calles se volvieron a llenar de protesta y el
reclamo por los derechos perdidos reventó todas las estrategias
desmovilizadoras implementadas desde los gobiernos.
Y lo que
resulta más sorpresivo aún es que toda esta energía se volcó en el
apoyo a candidaturas populares que de manera más o menos radical
pretenden impulsar transformaciones que acaben con las profundas
desigualdades.
Agotados los caminos de la izquierda
vanguardista, la peleas de las calles se transformaron en los mejores
canales para transmitir los mensajes de los nuevos lideres populares.
Con total flexibilidad, y ajustándose a las condiciones histórico
concretas de cada país, estos impulsos populares han utilizado las
elecciones democráticas para llevar a la cabeza del gobierno a
militares, curas, sindicalistas, lideres indígenas o periodistas.
Con
ello, para sorpresa de la derecha intelectual, el pueblo en su
“supuesta” desorganización ha demostrado una enorme habilidad para dar
respuestas políticas a un momento en donde, desde la intelectualidad de
izquierda se sigue actuando, en general, como un espectador que ve el
actual escenario político como algo lejano y extraño.
La
democracia, sustentada sobre procesos electorales, ha sido tomada por
asalto por los pueblos de américa. Sin tapujos, hemos podido presenciar
como una y otra vez a pesar del dinero, de la corrupción , del enorme
peso de los medios de comunicación y del embrutecimiento sistemático de
siglos de manipulación, la emergencia de gobiernos populares radicaliza
el actual momento político que vive latinoamerica.
Por todo
ello, la derecha necesita provocar profundos cambios en el actual
contexto. Y esto pasa por “domesticar” a la democracia.
Los
poderosos ya no pueden confiar en que el sistema de partidos políticos
sea capaz de actuar como agente regulador de los conflictos sociales,
propios de la sociedades capitalistas.
Los partidos
tradicionales de la izquierda y la derecha sobreviven actualmente y en
el mejor de los casos como pequeños reductos de poder pero marginales
en términos de peso electoral. Salvo excepciones, la crisis del sistema
de representación basado en los partidos políticos tradicionales, es
terminal.
Por ello las elecciones han pasado ha ser un juego
peligroso, visto desde los ojos de las burguesias latinoamericanas. El
avance de lo que llaman el “populismo” en cada proceso electoral parece
imparable, llama necesariamente definir los márgenes de la democracia.