En una época en la que los
dirigentes de las grandes corporaciones empresariales de los EEUU han
demostrado ya su incurable proclividad a prender fuego a cualquier tierra seca,
procediendo a su saqueo a través de instituciones bancarias, comerciales,
inmobiliarias e hipotecarias, el público puede ahora experimentar ya el olor de
un nuevo y pestilente incendio divisable en el horizonte.
Si la Norteamérica granempresarial
se sale con la suya, todo, absolutamente todo, desde parquímetros, zoológicos y
aeropuertos hasta carreteras y agua potable, va ser privatizado en lo que puede
convertirse en el mayor proceso de ventas a precio de saldo de la historia del
mundo industrializado. En otras palabras, mandemos un potente mensaje a
nuestros hijos: la recompensa a la codicia, la incompetencia y la conducta
criminal de las corporaciones empresariales será hacerse con lo que queda de
los activos del país.
La venta a precios de saldo viene
estimulada por una insuficiencia sin precedentes de los ingresos de los
gobiernos estatales y locales. Según el CBPP (Centro para las Prioridades
Presupuestarias y de Políticas Públicas, por sus siglas en inglés), “la peor
recesión desde los años 30 ha provocado la más profunda caída en los ingresos
fiscales de los estados, hasta alcanzar niveles récord (…) 48 estados se
enfrentan o tienen que lidiar ya con esas insuficiencias presupuestarias para
el año fiscal de 2010, con un agujero de 178 mil millones de dólares (…), un
agujero presupuestario récord. Los hiatos del año fiscal 2011 –los que ya se
han abierto y aquellos a los que se hace frente— suman un total de 80 mil
millones de dólares, el 14% de los presupuestos de los 35 estados que han
estimado el monto de esos hiatos. Esos totales crecerán probablemente, en la
medida en que sigan deteriorándose los ingresos, y podrían terminar rebasando
los 180 mil millones de dólares. (…) Esas cifras sugieren que, todo dicho y
contado, los estados tendrán que vérselas con una insuficiencia presupuestaria
de al menos 350 mil millones de dólares para 2010 y 2011.”.
Irónicamente, 350 mil millones es
exactamente el monto con que el Gobierno federal obsequió a la banda de Wall
Street que pagó millones de dólares en bonificaciones, alojó a su personal
ejecutivo en hoteles de lujo o se pagó anuncios en los estadios deportivos.
He aquí un recorrido de lo que, a lo
largo y ancho del país, está disponible para las garras de las corporaciones
empresariales:
Aquí, en la hermosa región
meridional de New Hampshire, se recomienda ya la privatización de la Granja del
Condado de Cheshire, una institución de 143 años de antigüedad que posee
algunos de los espacios abiertos y de los terrenos cultivables más apreciados
del estado. Los niños urbanos pueden, libremente, sin tasas de ingreso,
acariciar vacas o ver alzar el vuelo de águilas pescadoras o de cóndores.
En la periferia de la Bahía Verde,
Wisconsin, las autoridades trataron de organizar una reunión a puerta cerrada
para discutir la privatización del Departamento de Planificación del Condado de
Brown. (¿No es una función clave del Departamento de Planificación la de
controlar los intereses de las corporaciones empresariales? Eso recuerda al
modelo del Tesoro norteamericano, también conocido como de asalto a las
instancias reguladoras.)
En los Grandes Rápidos del Condado
de Kentuky, unos comisionados están sopesando la recomendación del sheriff,
Larry Stelma, de privatizar el servicio alimentario de la cárcel del condado.
De acuerdo con un estudio de la GAO
(Oficina para el control del gobierno, por sus siglas en inglés) realizado a
fines de octubre, en donde se argumentaba que sería despilfarrar el dinero del
contribuyente, el Ejército se ha echado atrás (por ahora, al menos) de un plan
para privatizar los servicios de mantenimiento de carpintería, fontanería y
calzadas, así como otros trabajos ahora desempeñados por el personal de la
academia militar en West Point.
En un artículo de Blaine Mogil
publicado el pasado 3 de noviembre en The
Pride --el periódico estudiantil
independiente de la Universidad del Estado de California en San Marcos, se
resumía así la atmósfera que se palpa:
“Si parece desapoderada la idea de
un profesor que os dijera “Buenos días y bienvenidos a la McUniversidad, ¿le
puedo ya tomar el pedido?”, la silenciosa batalla que se libra en Sacramento no
se abierto paso en vuestro espacio mental. Es hora de despertar del sopor
político, y de sumarse a la batalla. No sólo se atacan vuestras oportunidades
educativas, también están hostigadas las oportunidades educativas de un montón
de amigos y familiares vuestros pertenecientes a las capas bajas del estrato
socio-económico. Es una batalla para salvar de la privatización el sistema de
la Universidad del Estado de California. (…)
Nosotros, todos nosotros, que hacemos esfuerzos financieros para acudir
a esta gran institución, tenemos que ponernos al frente de esta ola y
participar para prevenir la privatización. Porque si se pierde esta batalla,
seremos víctimas de la primera limpia en cuanto el yate granempresarial atraque
en nuestro puerto.”
De Océano a Océano, todo está a
disposición de las garras granempresariales: las cárceles de Arizona; las
bibliotecas del Condad de Nevada, California; el zoológico del Condado de
Milwaukee; los servicios de poda de árboles de Detroit; el aeropuerto
internacional Louis Amstrong en Nueva Orléans; un albergue juvenil en Cabo Mayo,
Nueva Jersey; una planta de tratamiento de residuos en el Condado de Marin,
California. Los parquímetros de Chicago ya han sido privatizados.
Si las duras lecciones que nos ha
proporcionado y nos sigue proporcionando la confianza ciega que nuestro país
tiene en la capacidad de las grandes corporaciones empresariales para hallar un
equilibrio entre beneficio codicioso y
bien público no consiguen disuadir a nuestras autoridades de poner por
obra esos grotescos y necios planes consistentes en dejar al albur de la
motivación del beneficio empresarial programas públicos esenciales, tal vez el
ejemplo reciente de Indiana sirva a modo de epifanía.
En 2006, el gobernador de Indiana, Mitch Daniels, privatizó los servicios de
bienestar del estado, cerrando un contrato de 1.340 millones de dólares con
IBM. Se confiaba a una compañía informática experta en gigabytes y chips de
memoria, la gestión de las cartillas de comida y de Medicaid, así como los
pagos asistenciales a los hambrientos y a los pobres. Se liquidó el anterior
sistema de Indiana, consistente en encuentros cara a cara con trabajadores
asistenciales, que vino a ser substituido por centros de llamadas telefónicas
con respuestas autómatas. Luego de que llegaran a oídos de los legisladores
incontables historias de incumplimientos de prescripciones básicas para salvar
vidas, de gentes con ingresos inferiores a los 100 dólares que no recibían sus
cartillas de comida en los plazos legalmente obligatorios, de centros
automatizados que no atendían al teléfono o que perdían las llamadas o de
extravíos de documentos, y tras una acción popular ante tribunales, finalmente,
el gobernador Daniels tuvo que echar a IBM el mes pasado.
¿Pero qué pasa con la gente que, entretanto, murió o fue gravemente
perjudicada por ese horrible sistema de autómatas telefónicos? ¿No debería el
gobernador Daniels admitirlo avergonzadamente, como Alan Greenspan en su día:
“me equivoqué”? Afortunadamente, al menos al gobernador los votantes podrán
pedirle alguna cuenta.
Pam Martens trabajó en Wall Street
durante 21 años; no tiene intereses, ni a corto ni a largo plazo, en ninguna de
las empresas mencionadas en este artículo, salvo los que el Tesoro
norteamericano le ha impuesto sin su consentimiento, como al resto de sus
compatriotas norteamericanos, con sus planes de rescate. Escribe regularmente
sobre cuestiones de interés público desde New Hampshire.
Traducción para www.sinpermiso.info: Ricardo
Timón
sinpermiso electrónico se ofrece semanalmente de forma gratuita. No recibe
ningún tipo de subvención pública ni privada, y su existencia sólo es posible
gracias al trabajo voluntario de sus colaboradores y a las donaciones
altruistas de sus lectores. Si le ha interesado este artículo, considere la
posibilidad de contribuir al desarrollo de este proyecto político-cultural
realizando una DONACIÓN o haciendo una SUSCRIPCIÓN a la REVISTA SEMESTRAL impresa.
Counterpunch, 5 noviembre 2009