Clinton ofrece dinero para el fondo climático si Pekín hace públicas sus emisiones - Primer paso para desbloquear una negociación que sigue lejos del pacto
La Cumbre del Clima mira a China. La secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, anunció ayer que su país se sumará al fondo a largo plazo para los países pobres de unos 100.000 millones de dólares (70.000 millones de euros) al año a partir de 2020. Es la primera vez que EE UU habla de participar en el fondo, lo que permitió avanzar la negociación. Pero Clinton dejó claro que sólo lo harán si hay un acuerdo en Copenhague que incluya transparencia -citó esa palabra 22 veces en 30 minutos- por parte de China, que se niega a que la ONU audite sus emisiones.
Sarkozy plantea una tasa sobre las transacciones financieras
Clinton dejó claro que el fondo debía estar centrado en "los más pobres y vulnerables", como un mensaje de que China no sería destinataria de ese dinero. Preguntada sobre la presencia de Obama en la clausura de la cumbre, que debe terminar hoy (aunque otras similares se han alargado un día más), replicó misteriosa: "El presidente planea venir mañana (por hoy). Obviamente esperamos que tenga un motivo para hacerlo".
La UE había pedido ese fondo con 100.000 millones de euros -cada uno habla en su moneda-, aunque no está definido de dónde vendrá el dinero. Clinton dijo que el dinero debería salir de "distintas fuentes, públicas y privadas, bilaterales y multilaterales, incluyendo fuentes alternativas de financiación". Las potencias buscan fórmulas para este fondo: un impuesto sobre la aviación internacional o el transporte marítimo, o destinar una parte de la subasta de los derechos de emisión entre las empresas. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, fue el más audaz: "¿Quién se opondría a una financiación innovadora que tase las transacciones financieras para salvar el planeta?".
Con el movimiento, EE UU no sólo traspasa los focos en China, sino que debilita su posición en el G-77, el heterogéneo grupo de más de 100 países en desarrollo con intereses variopintos. "China se ha escondido detrás de los países africanos y ha bloqueado la negociación. Ni siquiera acudía a las reuniones. Ahora le toca decidir qué hacer", afirma un negociador de la UE. Ayer, sin embargo, el gigante asiático seguía en sus trece. El primer ministro chino, Wen Jiabao, insistió en que su país no se sometería a escrutinio internacional, pero fuentes próximas a la negociación matizaban esta postura.
La mayoría de estos países llevaban tiempo pidiendo el fondo internacional -aunque con el doble de dinero- y les será difícil respaldar la postura china. Brasil anunció que apoya "un régimen internacional transparente". "Se pueden enviar informes de emisiones cada dos años, y, si hubiera alguna duda, el diálogo con Naciones Unidas debe ser franco. Eso garantiza una transparencia que estamos absolutamente dispuestos a mantener", señaló el embajador Luiz Alberto Figueiredo.
"En esta negociación hay que ir por grupos, pero está claro que los intereses de un país centroafricano y los de China ya no tienen nada que ver", dijo un delegado europeo sobre la situación del G-77, que comenzaba a resquebrajarse pese a la red de intereses que China está tejiendo en África con masivas inversiones.
El negociador de Lesoto, Bruno Sekoli, portavoz de los países menos desarrollados, respondió al anuncio al margen del G-77: "Esta oferta trata de desbloquear una negociación complicada". Los países ricos creen que el bloqueo de los últimos tres días ha sido promovido por China, o que se ha beneficiado de ello. África recela de la presidencia danesa al considerar que rema a favor de los países ricos. El miércoles bloquearon la presentación de un texto alternativo de negociación preparado por el primer ministro danés, Lar Okke Rasmussen, y obligaron a seguir con los dos textos de los dos grupos de trabajo, el de Kioto y el paralelo, en el que está EE UU.
El secretario de la Convención de Naciones Unidas para el Cambio Climático, Yvo de Boer, sugirió que se podrían endurecer las obligaciones de información de los países en desarrollo -que envían sus informes casi cuándo y cómo quieren- pero sin llegar al exhaustivo informe que anualmente envían los países ricos y que incluye todo tipo de consumos energéticos, de fertilizantes, etcétera. En un país desarrollado muchos de esos datos ya son públicos, pero China considera que es una injerencia y que ese sistema destriparía su política económica.
Con el anuncio de Clinton y la vuelta a la negociación, la cumbre volvió a ser la montaña rusa propia de los últimos días de un debate internacional con 118 jefes de Estado y con implicaciones en el medio ambiente, la energía, el comercio internacional y la economía. "El teleférico hizo ayer una parada inesperada en su camino a la cumbre, pero ahora vuelve a caminar", dijo un sonriente De Boer.
El ambiente era, sin embargo, extraño por el silencio que reina en el edificio tras la drástica restricción de acceso a las ONG, que fueron confinados en otro centro. Joaquín Nieto, representante de los sindicatos europeos, criticó "el maltrato" recibido.
El ambiente era aún más desangelado porque el pleno con los presidentes sólo se podía seguir por televisión. El primer ministro británico, Gordon Brown, pidió acción ya: "La gente dice con razón: si podemos proporcionar financiación para salvar nuestros bancos, podemos salvar el planeta de las fuerzas que lo destruirían".
El iraní Mahmud Ahmadineyad acusó a EE UU -"que tiene el 40% de los coches del mundo"- de haber causado el problema con "sus planes megalómanos". Con alusiones continuas a Alá, pidió el "retorno a los valores divinos y humanos" y defendió la energía nuclear como una opción ante el cambio climático. También hablaron Uribe, Lula, Alberto de Mónaco... De la mañana a la noche, con un tiempo de tres minutos que ninguno respetó, se sucedieron las declaraciones.
Sarkozy retó a los presentes a decir en la tribuna que no hacía falta transparencia internacional o que los países en desarrollo no tenían que llevar a cabo una drástica reducción de emisiones: "Si seguimos así será un fracaso. EE UU debe ir más allá de los objetivos que han anunciado. China no puede considerar que la transparencia compromete la soberanía". El presidente francés incluso contravino el discurso de la UE y pidió prorrogar el Protocolo de Kioto y aseguró que ésta es "la última generación que podrá frenar el cambio climático" y pidió que después de la cena un grupo representativo de jefes de Estado se quedase para negociar y presentar hoy un acuerdo. No fue así, sino una reunión informal de ministros, la que se quedó trabajando de noche.
La sensación de urgencia se palpaba en los discursos. ¿Cómo vamos a volver a casa sin acuerdo después de la que hemos montado en Copenhague?, parecían preguntarse. El problema es que el texto que salga, probablemente la suma de las dos vías de negociación bajo el epígrafe de Los acuerdos de Copenhague, puede no ser suficiente para aguantar la foto.
El tira y afloja final
- EE UU. Ha anunciado que recortará sus emisiones un 17% en 2020 respecto a 2005 pero que no puede firmar ningún tratado internacional hasta que el Senado no apruebe la ley. Se ha unido al fondo internacional de ayuda a los países pobres pero exige que China se deje auditar las cuentas. Asegura que "no ratificará Kioto ni nada igual con otro nombre".
- China. Se niega a tener objetivos vinculantes aunque ha anunciado un recorte del 40% o 45% de su intensidad de carbono (CO2 emitido por unidad de PIB). Tampoco acepta que la ONU controle sus emisiones de gases de efecto invernadero. Exige prorrogar Kioto porque no le afecta.
- UE. Tiene en vigor una rebaja de emisiones del 20% y ha anunciado que llegará al 30% si hay acuerdo mundial. Exige más recortes a EE UU, transparencia a China y en un año sustituir Kioto por un tratado que incluya a EE UU.
- África. Reclama a los países ricos un recorte de emisiones de al menos el 40%, el doble de lo comprometido ahora. Quiere mantener Kioto y que se aumente la ayuda para adaptarse al cambio climático.
- Pequeñas islas. Exigen que se limite el aumento de la temperatura a 1,5 grados centígrados para no quedar sumergidas por el aumento del nivel del mar.