Estudiantes logró la hazaña en el Mineirao y ganó la Copa Libertadores de forma heroica
El "Pincha" se impuso por 2 a 1 y volvió a levantar la copa después de 38 años. Gastón Fernández y Mauro Boselli, a los 12 y 28 minutos de la segunda parte, marcaron para el campeón. Cruzeiro abrió el marcador, pero la mística copera de Estudiantes prevaleció
Estudiantes de La Plata volvió a hacer historia al vencer anoche a Cruzeiro, en Belo Horizonte, por 2 a 1 y de esta manera se consagró campeón de la edición 2009 de la Copa Libertadores de América.
Henrique puso en ventaja a los brasileños pero Gastón Fernández y Mauro Boselli, todo en el segundo tiempo, marcaron los goles para que Estudiantes sea el campeón.
Estudiantes logró su cuarta Copa Libertadores. Las tres anteriores las había ganado de la mano de Osvaldo Zubeldía en 1968, 1969 y 1970.
La gran final se jugó ante 75 mil personas en el estadio Mineirao, de Belo Horizonte, con un mal arbitraje del chileno Carlos Chandía, un árbitro saca partidos y sin ningún tipo de autoridad.
Cruzeiro y Estudiantes protagonizaron una típica final de Copa Libertadores, luchando más que jugando y eso al final favoreció a Estudiantes, que fue más inteligente.
Estudiantes salió a jugar el partido con una idea clara, la de pelear cada pelota como si fuera la última en todos los sectores del enorme campo del estadio Mineirao y mostrándose sin titubear.
Por eso, al minuto de juego Christian Cellay salió a matar o morir trabando una pelota con Wagner, a quien le dejó una marca de por vida en el tobillo y ahí quedó claro cuál sería la postura del equipo argentino.
Con la firmeza de los laterales, Cellay y Germán Ré, la fuerza de arriba que muestra siempre Rolando Schiavi, la categoría de Juan Sebastián Verón y la movilidad de los dos delanteros, Estudiantes complicó el trabajo de Cruzeiro, que en el primer tiempo se mostró muy incómodo en el partido.
A esa valentía de Estudiantes para luchar y pelear le faltó audacia y decisión para atacar, porque las pocas veces que la tuvo la posibilidad de pararse en campo lastimó a Cruzeiro, pero fueron las pocas las oportunidades en las que se atrevió.
Las dimensiones de la cancha con el correr de los minutos comenzaron a conspirar contra Estudiantes, porque en esa "estancia", como llamó al campo de juego del estadio Mineirao alguna vez Alfio Basile, es casi imposible cubrir todos los espacios, por más que todos defiendan.
Entonces, cuando las piernas de los argentinos comenzaron a no ser las mismas que las del arranque del partido la historia comenzó a complicarse porque Ramires y Wagner con espacios comenzaron a generar juego para Kléber y Wellington Paulista y así Estudiantes tuvo que sufrir, aunque no mucho.
Si Verón corre más de lo que juega -encima se pelea y genera contraataques para los rivales-, si Leandro Benítez no se compromete con el juego y los demás piensan más en defender las posibilidades de ganar se achican.
Pese a la poca ambición ofensiva de Estudiantes, cuando los brasileños eran una invitación para ser atacados, los argentinos en la primera etapa tuvieron tres chances claras de gol, pero Boselli desaprovechó dos y en la restante no llegó Enzo Pérez.
En los minutos finales del primer tiempo los dirigidos por Sabella se dieron cuenta que atacar era un buen negocio, que Cruzeiro se mostraba nervioso y se plantó en campo contrario, algo que provocó que no sufriera más en su arco y generar peligro en el contrario, para irse al descanso mejor parado en esta final de Copa Libertadores.
El inicio del segundo tiempo encontró a un Cruzeiro más decidido y a un Estudiantes esperando el error del rival, otra vez con Verón demostrando su amor por la camiseta pero olvidándose de su amor por el juego.
Los brasileños de tanto ir, pese a sus errores y su ceguera a la hora de atacar, tuvieron su premio a los 6 minutos gracias a un remate desde fuera del área de Henrique, que se desvió en Desábato y así Cruzeiro marcó el primer gol del partido.
A partir de la ventaja Cruzeiro se agrandó y comenzó a florearse, tocando, rotando, generando riesgo y asumiendo el rol protagónico que le costó tomar en el resto del partido.
Pero como esto es fútbol, llegó la primera sorpresa de la noche, porque Verón jugó en vez de luchar, habilitando de manera magistral a Cellay, quien envió un centro para que la "Gata" Fernández sin arquero estableciera la igualdad.
A partir del gol cambió el partido, porque Estudiantes se agrandó, Cruzeiro se convirtió en un manojo de nervios y entonces el equipo argentino se adueñó de la pelota y de las acciones de peligro.
Enzo Pérez comenzó a marcar diferencia por derecha, Verón empezó a distribuir el juego y ya la pelota estaba más cerca del arquero Fábio que de Mariano Andújar.
El correr de los minutos agrandó más a Estudiantes, Verón siguió corriendo como si tuviera 20 años y jugando ahora con la inteligencia de sus 32, para convertirse en el hombre de la noche.
Para que los nervios de todo el estadio, que a esa altura ya estaba mudo, llegó el gol de cabeza de Boselli, luego de un centro de Verón y ahí se congeló el Mineirao, menos donde estaban los casi cuatro mil hinchas de Estudiantes.
Cruzeiro buscó pero sólo tuvo una chance para igualar, a cinco del final, con un remate desde fuera del área de Thiago, que pegó en el travesaño.
En los últimos minutos Cruzeiro buscó, pero chocó con su impotencia y Estudiantes se plantó firme atrás, dejó correr los minutos para gritar fuerte en Brasil que es el nuevo campeón de la Copa Libertadores.
Síntesis: Cruzeiro: Fabio (6); Jonathan (6), Leonardo Silva (6), Thiago Heleno (5) y Gerson Magrao (7); Ramires (6), Henrique (7), Marquinhos Paraná (6) y Wagner (5); Kléber (5) y Wellington Paulista (5). DT: Adilson Batista.
Estudiantes: Mariano Andújar (7); Christian Cellar (7), Rolando Schiavi (6), Leandro Desábato (6) y Germán Ré (6); Enzo Pérez (8), Rodrigo Braña (6), JUAN SEBASTIµN VERàN (8) y Leandro Benítez (6); Mauro Boselli (7) y Gastón Fernández (7). DT: Alejandro Sabella.
Goles en el segundo tiempo: 6m Henrique (C), 11m Gastón Fernández (E) y 28m Boselli (E).
Cambios en el segundo tiempo: 25m Athilson por Wagner (C), 29m Thiago Ribeiro por Wellington Paulista (C), 34m Juan Manuel Díaz por Benítez (E), 41m Matías Sánchez por Braña (E), 45m José Luis Calderón por Gastón Fernández (E).
Arbitro: Carlos Chandía (Chile) Estadio: Mineirao, de Belo Horizonte.
Cosas del Capitalismo : la Copa queda en el Primer Mundo, porque el dinero posibilita armar un equipo poderoso con varios jugadores extranjeros.
En realidad la gloria debería ser de Argentina porque el gol que definió todo, no fue de un español, sino de un compatriota de los jugadores de Estudiantes.
Hasta en el deporte, el sistema generador de injusticias hace de las suyas.
Messi le arruinó el sueño a Estudiantes y le dio toda la gloria al Barcelona
Mundial de Clubes: Barcelona - Estudiantes (2-1)
El delantero argentino del FC Barcelona, Leo Messi (i), lucha por el balón con Juan Manuel Díaz (d), del Estudiantes de la Plata, durante la final del Mundial de Clubes de Abu Dabi (EAU) disputada hoy, sábado 19 de diciembre de 2009. EFE/Ali Haider
A los 4 minutos del segundo tiempo suplementario, la Pulga le ganó la espalda a Cellay y marcó el 2-1 con el que el equipo catalán se coronó campeón del mundo. Boselli, en el primer tiempo, había puesto en ventaja al Pincha, pero a dos minutos del final de la etapa regular Pedro igualó.
Por: Joaquín Finat, enviado especial a Abu Dhabi
Se suele decir que cuando la gloria se vislumbra desde tan cerca y luego se esfuma en un abrir y cerrar ojos duele más. Es probable que, efectivamente, sea así. Pero, ¿puede quedar en el olvido tanta dignidad y entereza para afrontar una parada tan difícil como es enfrentar al Barcelona que muchos tildan como el mejor de la historia? ¿Puede quedar en la nada ese cabezazo letal de Boselli que hizo ilusionar a tantas almas? ¿Y la entrega de Braña? ¿Y la sabiduría de Verón, ese líder indiscutible? De ninguna manera. Aunque el pitazo final del mexicano Archundia haya sido una daga penetrando en los corazones pincharratas y, por un momento, todos esos sentimientos positivos contagiados por este inolvidable equipo hayan dejado lado a la tristeza por la consagración trunca. Esas lágrimas del final no hacen más que demostrar el por qué de tanta mística, de tanta grandeza.
Ya en el arranque mismo del partido, Estudiantes mostró sus credenciales. Verón y Braña presionaron al galáctico mediocampo del campeón de Europa y la Bruja metió unos de sus estiletazos para Enzo Pérez. El volante, hoy ubicado como delantero, hizo la diagonal y estuvo a centímetros de quedar mano a mano con Valdés. Fue un aviso.
Para combatir el tiki tiki del Barcelona, Sabella pensó en una línea de tres con Cellay, Desábato y Ré más el refuerzo de Clemente Rodríguez por la derecha y de Juan Manuel Díaz por el otro sector. Braña, Leandro Benítez y Verón presionando bien arriba y Boselli, esta vez tuvo en Enzo Pérez más compañía. Y el plan funcionó. Porque Barcelona se sintió incómodo. Tanto que Guardiola, que ante Atlante vio todo el partido sentando como en el teatro, se paró a dar indicaciones a los cinco minutos...
Es verdad que la primera de riesgo fue para el equipo catalán: Xavi quedó mano a mano con Albil tras un taco de Ibrahimovic. Pero el volante dudó entre definir y habilitar a un compañero. Por suerte para Estudiantes, Xavi optó por la segunda opción y la pelota cruzó toda el área. Pero fue, apenas, un vaso de agua en el desierto. Porque Estudiantes se movía bajo la batuta de la Bruja y Barcelona estaba más que incómodo.
Porque los de Guardiola no hacían pie. Se equivocaban demasiado con la pelota y, por momentos, fue como en el mundo del revés: Ibrahimovic hacía las infracciones y Ré el que las sufría. Messi se parecía más al de la Selección que al del Barcelona. Su impotencia llegó al límite a los 23. Fastidioso intentó eludir a su amigo Verón y simuló una falta. El árbitro mexicano Archundia no compró y le mostró la amarilla.
A los 26, cuando Verón metió un derechazo cruzado que pasó cerca del palo de Valdés, Estudiantes ya era superior. Barcelona jugaba muy en línea atrás y cada pelotazo para Boselli o Enzo Pérez era un alerta. Benítez y Díaz hacían un tándem inteligente sobre la derecha que le impedía a Dani Alves pasar al ataque. Y, justamente, por ese sector, llegó la apertura del marcador. El uruguayo Díaz se proyectó y mandó un centro muy preciso para la cabeza de Boselli. El ex Boca se filtró entre Puyol y Keita y metió un terrible frentazo hacia abajo. Imposible para Valdés. Fue gol y festejo mirando al cielo. A ese cielo que, con mucha justicia, Estudiantes estaba alcanzando en la noche de Abu Dhabi.
El tan temido cansancio se hizo sentir desde el arranque mismo del segundo tiempo. Estudiantes dejó de morder en mitad de cancha y así el tránsito en mitad de cancha fue casi un trámite para el Barcelona. Y en ese sentido el ingreso de Pedro fue determinante. En pocos minutos, el juvenil se las ingenió para complicar más de lo que habían conseguido Messi, Ibrahimovic y Henry en todo el partido y la defensa pincha empezó a tambalear.
Sería sencillo afirmar que Sabella demoró en hacer los cambios. Pero, a favor de Pachorra, juega el hecho de que la merma era generalizada y no resultaba tarea sencilla identificar qué jugador estaba en mejores condiciones. Si hasta Clemente Rodríguez, uno de los que ostentan más fortaleza física, lucía lento en comparación con las frescas piernas catalanas.
Las chances de gol se sucedieron una tras otra. Ibrahimovic, Pedro (dos veces) y Piqué estuvieron cerca de igualar. Pero entre Albil y la imprecisión de los catalanes, el destino parecía guiñarle el ojo a Estudiantes.
El tiempo se consumía lentamente, Estudiantes aguantaba como podía y Barcelona iba sin respiro. Y a dos minutos del final llegó el baldazo de agua fría. Verón no pudo rechazar, Piqué ganó en el salto y apareció Pedro para meter la cabeza y amargar al León. Durísimo.
La decepción que se percibía de las caras de los jugadores pinchas hacía prever el desenlace final. Es que habían dejado todo ya, no les quedaba nada por dar. Y los 30 minutos del suplementario que se debían jugar para definir por penales representaban una eternidad.
Paradoja del destino, el pecho argentino de un Messi que, hasta ahí, había hecho poco y nada fue el verdugo de este Estudiantes. Imposible hablar de justicia. Porque si bien es cierto que ganó el que mejor jugó, el que mejor juega al fútbol en el mundo y el que tiene a los mejores jugadores, hubo un León que estuvo cerca de rugir bien fuerte nuevamente, como aquella memorable noche del Mineirao. Pero uno de los dos tenía que perder y esta vez el destino quiso que fuera Estudiantes.