Conversación con Noam
Chomsky
Ángela Soler
Texto publicado en Iniciativa
Socialista nº 51, invierno
1998/1999
El lingüista y pensador político, Noam Chomsky,
es uno de los intelectuales más conocidos y controvertidos del S.XX.
Como profesor, ha revolucionado la lingüística con su Gramática
Generativa Transformacional. Como pensador, Chomsky es uno de los críticos
más acérrimos del sistema, y ha publicado numerosos libros
cuestionando la injerencia norteamericana, los peligros de la globalización
o la sutileza de un doble lenguaje que acaba mellando en la forma de pensar.
Ángela Soler habla con él durante las Jornadas de Lenguaje,
Ciencia y Sociedad celebradas este pasado mes de octubre en Tarragona.
Tiene una frente amplia y grande, trillada de tanto pensamiento,
surcada por arrugas que le imprimen un aire de profesor, pensador o erudito.
¿Cómo unos ojos tan pequeños han podido mirar y ver
tanto? No es el tipo de orador que horada las emociones modulando las palabras
para imprimirles cierta fuerza, no hay puntos de inflexión en su
voz, ni miradas oblicuas de demagogo innato. No da pequeños saltitos
con el dedo índice apuntando a una audiencia anónima, como
casi todos los políticos del fascismo, ni siquiera se observan en
él gestos apasionados, una mano abofeteando el aire, una yugular
hinchada, como de animal preparado para el ataque. No es lo que se llama
un orador carismático, tal y como él mismo reconoce.
Con las portadas de sus libros, solamente los que están
en inglés, se podría tapiar toda la Casa Blanca convirtiéndola
en un mural fauvista, provocador, fiero, no tanto por el color, como por
las palabras escogidas para formular la denuncia... ¿Cómo
nos venden la moto?, ¿Cómo parar a la chusma?
y otras cosas semejantes.
Carol Chomsky, su mujer, se mueve con soltura y decisión,
sujetando en el extremo de los dedos una batuta invisible, de directora
de orquesta. A través de su perfil, igual que en las pinturas egipcias,
capto una mirada furtiva a la fotógrafa en la que decide en cuestión
de nanosegundos que por esta vez le perdona la vida.
Este hombre valiente y comprometido, que habla de todos
los mundos que sobreviven en éste, el mundo pobre, el marginal,
el tercer mundo, el mundo aparentemente rico en el que unos pocos pueden
con la mayoría, el hombre que no sólo hace críticas
sino que las sustenta con todo tipo de documentos y pruebas, es uno de
los pocos líderes de la esperanza. Maestro en el arte de la doble
lectura, ayuda a ver esa diferencia sutil entre la verdad oficial y la
real, que tanto puede llevar consigo una actitud ante la vida.
Hablar con Chomsky es despertar de un sueño profundo
por el ruido atronador de un despertador de la abuela.
Aquellos maravillosos años
Cuando vivía en Filadelfia, donde nació
en 1928, eran la única familia judía en un barrio de alemanes
y católicos irlandeses. La actitud en aquellos años 30 era
bastante antisemita, incluso pro-nazi. No hay que olvidar que Hitler y
todo su sistema de propaganda habían conseguido lavar los cerebros
de millones de personas a las que se preparaba desde pequeñas para
incubar el odio y alimentar el espíritu de la raza. Después
del holocausto, los EEUU abrieron sus puertas a miles de refugiados que
buscaban cobijo fuera de Alemania, entre ellos muy pocos judíos
y una gran mayoría de criminales de guerra nazis. En aquellos tiempos
de fervor antisemítico, Noam y su hermano David se aprendieron unos
atajos por los que podían pasar sin que les partieran la cara, al
tiempo que les gritaban "judíos".
Mucho después, en su edad adulta, aquel jovencito
sería uno de los adalides intelectuales más concienciados
con la causa palestina, un arduo defensor del derecho de todo un pueblo
a tener una tierra que Israel se empeña en ocupar instando a la
violencia.
Un día, el joven Chomsky cogió un tren y
se fue a Nueva York. Lo imagino en la gran ciudad, recorriendo las librerías,
escogiendo con sus largos dedos los libros en cuyo lomo figurara la palabra
anarquista, reconociéndose en las ideas allí reflejadas más
que asimilándolas como nuevas. Hojeaba los libros, se empapaba de
ellos, y paulatinamente, de la sabia mano de las palabras, fue acercándose
cada vez más a esa parte de su familia que pertenecía a la
clase obrera, y alejándose de la rama familiar que derivaba hacia
los ultraortodoxos.
Hacia 1940, con unos 11 años, empezó a apreciar
la ebullición cultural que corría por Nueva York. Estaba
rodeado de valores, de ideas que pregonaban la solidaridad, el socialismo,
el comunismo, el anarquismo. Alrededor del quiosco de su tío el
intelectual, un hermano de su madre, se reunía la gente para hablar
animadamente hasta altas horas de la noche, y él, que si en algo
es imparable es en el arte de la plática, quería echar una
mano en el quiosco para participar en las charlas. A raíz de aquellas
tertulias quiosqueras, el tío acabó siendo un reconocido
y rico psicoanalista. Como los de las películas del también
judío Woody Allen.
Los empresarios de la época comenzaron a tener
una incipiente preocupación por el creciente poder de las masas,
y lo que ello pudiera conllevar. Después de la segunda Guerra Mundial,
el senador republicano Joseph R. McCarthy implantó un conjunto de
medidas policíacas para descubrir e inhabilitar profesionalmente
a los sospechosos de ser simpatizantes comunistas, o de tener ideas contrarias
a las del gobierno. En la lista negra de aquella caza de brujas figuraban
intelectuales como la escritora Lillian Hellman, y su compañero
sentimental, el también escritor Dashiell Hammet.
Dice Chomsky que en aquellos años 30 la gente era
más bien pobre, pero contrariamente a la de ahora, estaba llena
de esperanza. Había grandes sindicatos, se podía andar por
la calle sin tener la continua sensación de peligro. No se tenía
la sensación de peligro ni siquiera en los barrios más pobres
de la ciudad, ni siquiera cuando era pequeño y le gritaban judío
a las espaldas y luego acababa jugando con los mismos niños como
si no hubiera pasado nada. Hoy, esos barrios pobres no viven en la esperanza
sino en la más profunda desesperación, y eso es un claro
indicio de la degeneración que asola a las ciudades. El contraste
entre la pobreza y la riqueza es mucho mayor que antes.
Un conocimiento al alcance de todos
Podría parecer que tiene confidentes, que cuenta
con fuentes infiltradas que le ponen al corriente de informaciones oficiales,
confidenciales. Y sin embargo, su único argé son los medios
de comunicación, la lectura con lupa, entre líneas. ¿Dónde
consigue los memorandos de la seguridad nacional?: en las bibliotecas,
están al alcance de todo el mundo, incluso si se encuentran microfilmados
están a la disposición de cualquiera.
Pero hay que leerse un montón de cosas, la mayor
parte de ellas basura, para encontrarse al final con algo importante, a
veces en la información supuestamente secundaria. "Todos tenemos
a nuestro alcance la información suficiente como para hacernos una
idea de lo que pasa en el mundo, pero se necesita una dedicación
entusiasta para conseguirlo, mientras que no hace falta esforzarse mucho
para estar al corriente de las noticias deportivas".
El doble lenguaje
El Consejo Nacional de Profesores de Inglés, en
EEUU, concede cada año el premio Orwell por desvelar el doble lenguaje.
Chomsky, que lo ha ganado varias veces, ha visto con asombro que ciertos
medios de comunicación hablaban del ganador del año anterior
sin hacer referencia a él, que era el ganador de ese año.
También Orwell fue un auténtico criptógrafo
en el arte de desvelar el doble lenguaje. Estudió cómo se
maltrata, tortura y distorsiona con el fin de reforzar los objetivos ideológicos.
A él se debe el término "pacificación" que en realidad
se utiliza eufemísticamente para omitir su significado real, asesinatos
en masa. Los americanos, por ejemplo, "pacificaron" Vietnam matando a la
población que se resistía.
Según Chomsky, la producción literaria menos
conocida de Orwell es justamente la más interesante, como el libro
: Homenaje a Cataluña, en el que contó sus experiencias
durante la Guerra Civil Española.
Nuestra sociedad occidental no tiene un Ministerio de
la Verdad (1984 Orwell). Nuestro sistema funciona de una manera
más eficaz y sutil. Se trata de un sistema de propaganda privatizado
que incluye a los medios de comunicación, y que cuenta con la participación
de la intelectualidad organizada, o sectores instruidos de la población.
Siguiendo en la línea del doble lenguaje, Chomsky llamaría
a los miembros de esos grupos que tienen acceso a los medios de comunicación,
y que controlan básicamente el sistema educativo, comisarios políticos.
La causa es bien sencilla. Su función es crear y difundir un cuerpo
de doctrinas y creencias que socave el pensamiento independiente y evite
que puedan comprenderse y analizarse las estructuras institucionales y
sus funciones.
En un discurso político, la mayoría de los
términos se emplean con una especie de significado técnico
queriendo decir en ocasiones incluso lo contrario. La expresión
interés nacional, por ejemplo, se utiliza normalmente como si se
tratara de algo que nos concierne, pero mirada de cerca, la expresión
es lo que interesa a un pequeño grupo de élites que pueden
disponer de los recursos que les permiten dominar el estado, mayoritariamente
élites vinculadas a las corporaciones. A su vez, la expresión
intereses especiales se refiere a la población en general. Se supone
que uno tiene que estar a favor del interés nacional y en contra
de los intereses especiales.
En opinión de Chomsky, la única forma de
abrirse camino entre la estructurada propaganda es utilizando el sentido
común, adoptando hacia las instituciones, los medios de comunicación,
las escuelas y las universidades la misma actitud racional y crítica
que adoptamos hacia instituciones de cualquier otra nacionalidad. El
lenguaje es un vehículo del pensamiento. Si falsificas el lenguaje,
falsificas el pensamiento.
El especialista más destacado en temas palestinos,
el profesor de la Universidad Hebrea, Yehoshua Porath, presentó
un análisis detallado poco después de la invasión
de Israel apoyada por EEUU en el Líbano, en el que decía:
El año pasado la OLP no se vio implicada en ningún acto
terrorista fronterizo. Israel ha tratado de forzarles a cometerlos. Hemos
estado bombardeándoles y asesinándoles continuamente con
la intención de provocar una respuesta desde el otro lado de la
frontera, pero no han respondido. Han mantenido la disciplina a pesar de
que los hemos bombardeado y de que han muerto docenas de personas. Esto
es una verdadera catástrofe para el liderazgo israelí, ya
que si la OLP sigue manteniendo esta actitud de no implicarse en actos
terroristas fronterizos y de reclamar un acuerdo diplomático, Israel
podría verse obligado a aceptar una solución política,
lo cual no es de su agrado, ya que tendría que ceder el control
de los territorios ocupados. Lo que quieren los líderes israelíes
es que la OLP vuelva a los años en los que estaba implicada en actos
terroristas indiscriminados (setiembre negro) que secuestre aviones, mate
a muchos judíos y provoque el odio por todo el mundo. Con la invasión
intentarán no tener una OLP pacífica.
He ahí un ejemplo de doble lenguaje. Según
Chomsky, que adora hablar de este tema y puede extenderse en él
hasta el infinito, los medios de comunicación, o los grandes protectores
de Israel, los EEUU, no revelan las claras intenciones israelíes
de no dejar un solo hueco para la tregua, ya que después de ella
sería necesaria la negociación, y por tanto la retirada de
unos territorios de los que a Israel no le conviene moverse, y que curiosamente
se encuentran asentados en lugares ricos en agua.
En la historia de San Agustín La Ciudad de Dios,
se describe un enfrentamiento entre Alejandro Magno y un pirata al que
captura. Alejandro le pregunta al pirata : -¿cómo osas
molestar al mar? El pirata le mira fijamente y le dice -¿cómo
osas tú molestar al mundo entero? Yo tengo un pequeño barco,
por eso me llaman ladrón y pirata. Tú tienes una flota, por
eso te llaman emperador.
La moraleja de esta ínfima historia resume lo que
opina Chomsky del controvertido término terrorismo, otro claro ejemplo
de doble lenguaje. La conclusión es que el terrorismo al por menor,
dirigido contra nuestros intereses, es terrorismo; mientras que los actos
terroristas al por mayor, cometidos en interés nuestro, no son terrorismo,
sino represalia.
La palabra terrorismo, que parece tan actual, se empezó
a utilizar de forma generalizada en el siglo XVIII, aunque en aquel entonces
se empleaba para referirse a los actos cometidos por los estados que reprimían
a su propia población por medios violentos. Como este concepto no
resultaba útil para quienes detentaban el poder, se optó
por modificar el sentido del término. Así, la palabra terrorismo
hace referencia a las acciones contra el estado. Se ha invertido el sentido.
Los pequeños grupos marginales realizan actos terroristas contra
el Estado, pero ¿qué hay de los países poderosos que
implantan Estados terroristas?
En los mismos años en los que Gadafi asesinó
a una veintena de personas, en El Salvador se eliminaron unas 50.000. Pero
el que ha pasado a la historia como terrorista es Gadafi, aunque el caso
de El Salvador sea un claro ejemplo de terrorismo internacional. Los americanos
implantaron un gobierno allí igual que Rusia en Afganistán.
Se creó un ejército terrorista, al que por supuesto le suministraron
armas. Las peores atrocidades las cometieron batallones de élite
recién entrenados por los americanos. Las fuerzas aéreas
de los EEUU participaron en la coordinación de los ataques aéreos.
El papel de José Napoleón Duarte, quien probablemente se
tomó muy a pecho las connotaciones que destila su apellido, consistió
en garantizar que los asesinos recibieran armas y que nada interfiriera
en la matanza que él sabía que se iba a producir cuando se
unió a la junta militar. Actualmente se le considera un gran héroe
liberal, y El Salvador un ejemplo de democracia.
Los guardianes de la historia
Para Chomsky, la historia es propiedad de las clases instruidas.
Los guardianes de la historia son aquellos que están en las universidades
y a todo lo largo y ancho del sistema que se encargan de construir, y presentan
el pasado como ellos quieren que se vea. Son grupos íntimamente
vinculados al poder, que poseen privilegios y oportunidades para acceder
al él. ¿Por qué se empeñan tanto las autoridades
en que no sepamos lo que están haciendo? Si el conjunto de la población
supiera lo que el Estado se trae entre manos protestaría y le pararía
los pies. O, al menos, probablemente ese sería su ánimo.
Por eso existen esos sistemas de control de pensamiento tan elaborados
y efectivos. Durante la primera guerra mundial hubo historiadores que se
ofrecieron al presidente Wilson para llevar a cabo lo que denominaban la
"ingeniería de la historia", es decir, el diseño de los sucesos
históricos de manera que pudieran servir a los intereses del estado.
En 1921 el periodista americano Walter Lippmann dijo que el arte de la
democracia requiere lo que el llamó la fabricación del consenso,
o "ingeniería del consenso", término orweliano que quiere
decir control del pensamiento. En un estado en el que el gobierno no puede
controlar a la gente por la fuerza debe controlar sus pensamientos. Y en
ese terreno, las escuelas, normalmente, forman parte del aparato de desinformación.
Si proporcionaran a la gente técnicas de autodefensa, auténticas
"artes marciales de la razón", no durarían mucho tiempo.
No llegarían a recibir la primera subvención, o en cualquier
caso ésta sería tan elevada que la escuela y todo lo que
ésta contuviera se limpiaría con un buen programa de lavado,
que incluyera centrifugado y secado.
En los países que cuentan con un régimen
totalitario, y mantienen por lo tanto un "Ministerio de la Verdad" es muy
fácil identificar la propaganda, ya que todo lo que procede del
Estado es, sencillamente, eso. Pero ¿qué ocurre en una sociedad
democrática? la capacidad de controlar por la fuerza está
más limitada, así que se controla el pensamiento. Una de
las formas que existen para poder controlar lo que piensa la gente es crear
la ilusión de que se está produciendo un debate, asegurándose
de que lo que se discute se mantiene dentro de márgenes muy estrechos.
Las partes en discordia deben aceptar ciertos supuestos, que siempre resultan
ser los del sistema de propaganda.
Probablemente haya a un nivel profundo y abstracto algún
tipo de concepción esencial común acerca de la naturaleza
humana y del instinto humano de libertad y acerca del derecho de verse
libre de coerciones y controles externos. Lo que más me ha inspirado
es lo que inspiró a Rousseau. Haber visto a salvajes medio desnudos
y a otra gente normal luchando por su libertad e independencia con coraje
e integridad. Ideas de este tipo son las que animan, según él
mismo dice, sus opciones sociales y políticas. Mi interés
por el anarquismo se remonta a mi niñez y afecta a mis trabajos
sobre el lenguaje y el pensamiento. Mis ideas políticas no han cambiado
mucho desde que tenía 12 ó 13 años. Entre los
liberales está generalizado el punto de vista de que el restablecimiento
de la apatía, la pasividad y la obediencia hacen que sobreviva la
democracia, de lo que se deduce que la población es un enemigo que
ha de ser controlado, suprimido o marginado de un modo u otro. Si el enemigo
o la población no pueden ser controlados por la fuerza, el estado
recurrirá a operaciones clandestinas. ¿Cómo se distribuye
el poder, reside en el pueblo o en los grupos de élite cuya capacidad
real de tomar decisiones procede del hecho de ser los dueños de
los sectores básicos, en especial de los recursos económicos
de la nación?
Libertad de expresión
Cuando Chomsky está en Canadá o en Europa
pasa mucho tiempo en los medios de comunicación. En EE.UU., en cambio,
suele participar en radios locales, y cuando lo hace en radios o televisiones
comerciales, cuenta con uno o dos minutos entre anuncio y anuncio para
exiguas palabras. Con las colaboraciones en la prensa sucede algo muy similar.
Expresar sus ideas en un periódico de ámbito nacional resulta
prácticamente, mientras que en la prensa local de calidad se "prensan"
las palabras quedando reducidas a unas 700. Lo bueno, si breve, dos veces
bueno. El espacio que dejan las revistas de opinión -comenta- sólo
da para expresar algunas ideas convencionales, lo que él llama la
doctrina oficial. Los debates deportivos que escucho en la radio tienen
un grado de intelectualidad que impresiona, pero para los debates sociopolíticos,
hay tanta desinformación, tanto convencimiento de que eso es cosa
de expertos que la gente ni particip".
Chomsky se pasa la vida viajando y dando charlas, haciendo
oídos sordos al redoble de los tambores de la ideología y
el adoctrinamiento. ¿Ha pagado un precio muy alto? Cuando me
vi implicado en actividades políticas supe que no se acabaría
nunca, que cada vez me exigiría más, que me traería
consecuencias personales desagradables. Sabía que mi vida privada
se vería seriamente afectada, pero tenía necesidad de dar
algo, aunque supiera que las consecuencias serían negativas. Lo
pensé una y otra vez, y al final, decidí jugármelo
todo, debo decir que sin demasiado entusiasmo. Siempre abrazando las
nobles causas de la libertad y la justicia, negándose a aceptar
la complejidad y la imperfección como excusas que sirvan para violar
los derechos humanos.
Si tenemos instituciones que hacen que la codicia sea
la única característica de los seres humanos, que fomentan
una codicia en estado puro a expensas del resto de las emociones y las
obligaciones humanas, tendremos una sociedad basada en la codicia.
La revolución técnica y científica
constituyen la base de la expansión mundial del capital, de lo que
se podría llamar la tercera revolución existencial en la
historia del hombre. Antes que ella, la revolución agraria lo ató
a la tierra, la revolución industrial lo concentró en las
ciudades, la revolución semiótica lo liberó de las
limitaciones del espacio y el tiempo. Ahora, el demiurgo platónico
o el dios cristiano ceden su lugar a la religión del consumo, y
el estado se convierte en una empresa de servicios para el gran capital.
Pero el proceso de globalización ya no puede detenerse, igual que
sucede con el económico o el tecnológico, y los inversionistas,
guiados por el olfato monetario, se dirigen adonde las tasas de ganancia
son más altas y los gobiernos garantizan un clima hospitalario para
los negocios. Mientras tanto, en esa arquitectura de la globalidad, no
participan los pueblos sino los banqueros, las multinacionales y los amos
políticos de las metrópolis.