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General: Se acabó "el romance" entre Cuba y los Estados Unidos
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: residente  (Mensaje original) Enviado: 17/01/2010 02:42
 Se acabó "el romance" entre Cuba y los Estados Unidos
La asunción por Barack Obama de la presidencia de los Estados Unidos y su abierta disposición al diálogo acortaron rápidamente la distancia entre ese país y muchos que se había abierto durante la administración de George W. Bush. Entre ellos, con Cuba.
 

Pero por poco tiempo. Porque los Estados Unidos, fieles a su tradición, siguen sin estar dispuestos a mantener relaciones cercanas con regímenes, como el cubano, que no respetan las libertades civiles y políticas de sus pueblos, ni sus derechos humanos. Menos aún, en su propio hemisferio. De allí que desde Cuba (y Venezuela, Nicaragua, Ecuador o Bolivia) hayan comenzado a escucharse, nuevamente, las clásicas referencias insultantes respecto del presidente Obama, que ciertamente no sorprenden a nadie. El “romance” cubano con el gigante del norte -queda visto- duró poco. Lo que un lirio. 
           
Por esto no sorprende que los Estados Unidos hayan decidido incluir a Cuba en la lista de aquellos países considerados como patrocinadores del terrorismo respecto de cuyos ciudadanos se han dispuesto medidas especiales de seguridad en las terminales aéreas. Cuba aparece entonces en esa lista, junto a países como: Irak, Libia, Líbano, Nigeria, Pakistán, Arabia Saudita y Somalía. Bonita compañía. Pero, como veremos, lamentablemente para sus sufridos ciudadanos (que padecerán personalmente las pesadas consecuencias de los actos de sus gobernantes), merecida. La seguridad de todos así lo requiere.
 
           
Como es costumbre, porque para protestar o insultar, para los cubanos cualquier excusa es buena, Cuba se rasgó ruidosamente las vestiduras, calificando a la decisión norteamericana de “hostil” e “injustificada”.
 

Como veremos enseguida, no es tan así. Es más, respecto de nuestra región, lo que sorprende es que los Estados Unidos no hayan incluido también en la lista aludida a los ciudadanos o pasajeros provenientes de Bolivia y Venezuela, los aliados estratégicos de Irán en América Latina. Irán, recordemos, es hoy el mayor exportador de terrorismo del mundo entero. La presencia de Irán en ambos países latinoamericanos es ya notoria, lo que genera preocupación y riesgo. 
           
Pero volvamos a Cuba, por cierto. La relación de Cuba con el terrorismo es no sólo íntima, sino de vieja data
En un libro excepcional por su coraje (“Nadie Fue”, 2006) mi compatriota Juan B. Yofre dice: “Desde antes de 1975 -para ser más precisos desde 1959- el comandante Fidel Castro exportaba la revolución socialista (que ahora es llamada, eufemísticamente, “bolivariana”) al continente, convirtiendo a Cuba en un campo de adiestramiento de la guerrilla latinoamericana. Aunque todos lo presumían o sabían,

Castro no lo reconocía. Debieron pasar varias décadas para escuchar de sus propios labios la terrible confesión. El 4 de julio de 1998, Fidel Castro aceptó oficialmente su papel de promotor de la subversión en América Latina, durante la década del 60 y del 70, cuando Cuba intentó crear “un Vietnam gigante” a lo largo de toda la región. Lo dijo frente a unos cuatrocientos economistas reunidos en La Habana, en ocasión del foro organizado por la Asociación de Economistas de América Latina y el Caribe”. El mandatario cubano reivindicó esas acciones de su gobierno en toda Latinoamérica, menos en México y culpó a la Unión Soviética por la falta de éxito” (pág. 20). Así de claro y para la historia. 

Vale la pena transcribir estas palabras, particularmente cuando se advierte que la historia de lo acontecido en los 70 en la región ha sido hasta ahora hábilmente desfigurada por quienes, vencidos, la terminaron escribiendo en un esfuerzo por falsear u omitir, en su favor, una parte sustancial de lo que en realidad sucediera.
            
Las cosas hoy no han cambiado demasiado. Las circunstancias, desde luego, sí. Pese a que Fidel Castro (al que rápidamente sus ad-lateres le hicieran notar la enorme imprudencia y peligrosidad de sus jactancias) se ha llamado a silencio sobre el tema. 
 

Pero la realidad habla por sí sola. Castro y Hugo Chávez están ambos, cuanto menos, detrás de las FARC colombianas y de los movimientos subversivos en el Perú. Apoyándolos y financiándolos, de mil torcidas maneras. Y probablemente también detrás de otras organizaciones extremistas que actúan con sus propias modalidades en los escenarios de otros países de la región. Ambos cuentan no sólo con los petrodólares venezolanos, sino con la audacia de siempre. Más aún, también con la cercanía del actual gobierno de la teocracia iraní. Y no la esconden, sino que la muestran.  

Por eso Cuba está incluida -bien- en la lista de los países que exportan y apoyan al terrorismo. Pero hay, en América Latina, otros países que -presumiblemente- también lo apoyan, aunque indirectamente. A escondidas o con un poco más de reservas. Como sucede, por ejemplo, con aquellos países de la región que hoy se niegan a extraditar a terroristas que son reclamados por otros países europeos o latinoamericanos (como Italia, España o Chile) por sus crímenes de lesa humanidad. Quizás porque en ellos hay quienes hoy son altísimos funcionarios públicos que en el pasado militaron, ellos también, en esos movimientos. Personas que presumiblemente pueden ser, ellas mismas, responsables de haber cometido -en los 70- crímenes de lesa humanidad (aberrantes y violentos) contra civiles inocentes, prohibidos específicamente por la Cuarta Convención de Ginebra (que todos han decidido olvidar). Por eso, quizás, aún hoy sienten hacia ellos alguna simpatía.
 

De allí que, por ejemplo, la extradición del terrorista italiano aún prófugo, Cesare Battisti (que Italia le está solicitando a Brasil) aún no se haya concretado, existiendo la sensación que, al final, “Lula” no lo va a devolver a Italia, donde Battisti cometiera asesinatos en la década de los 70. Ojalá me equivoque. Esos funcionarios gozan hoy no sólo de poder político, sino de un lamentable rincón de impunidad que, más allá de las declamaciones, nos debiera avergonzar a todos. 

Particularmente cuando, con una conducta torcida, asumen frente al mundo el falso papel de campeones de la defensa de los derechos humanos. Papel que sólo tiene alguna validez cuando se habla del terrorismo de Estado, respecto del que se ha avanzado bien; pero que se desdibuja fuertemente tan pronto se advierte que, quizás, la motivación real de esos avances no sea necesariamente convicción, sino espíritu de revancha. O, peor, la construcción de una cortina de humo que impida que se vean sus propios pecados, que en rigor son tan imperdonables como los de quienes, desde el Estado, cometieron los crímenes que hoy purgan.

Lo grave es que hasta las víctimas civiles inocentes de esos crímenes de lesa humanidad cometidos por el terrorismo, que están aún impunes, están abandonadas a su suerte sin tener siquiera el mínimo derecho a la verdad. Como si no existieran, entonces. La hora de corregir esta situación se está acercando para América Latina.

Emilio Cárdenas, ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas


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