El populismo es una combinación de ofertas desproporcionadas, por parte de los políticos y gobiernos, de incrementos del gasto público, nacionalizaciones de empresas privadas, proteccionismo, lucha contra el imperialismo, indigenismo, política de sustitución de importaciones, impago de una parte de la deuda externa y control gubernamental de los recursos naturales del país y su explotación. Puede haber propiedad pública de esos recursos estratégicos (Chile el cobre y Brasil el petróleo) y no haber populismo por estar sujeta dicha propiedad al imperio de la ley y existir además un régimen político con pluralismo de partidos. En cambio los gobiernos populistas suelen romper las reglas establecidas e imponen una constitución a la medida de sus deseos. Ocurrió hace tiempo con el populismo de Perón y el de Paz Estensoro y ahora con el populismo de Chávez y Evo Morales. El economista R. Dornbusch definió, en 1991, el populismo como un modelo centrado en el crecimiento económico y la redistribución de la renta que presta menos atención a la estabilidad de precios, el equilibrio de las cuentas públicas y la inversión extranjera. No debe sorprender que sean precisamente Venezuela y Argentina, países con gobiernos populistas, los que tengan mayor inflación en el mundo.
El populismo en su versión más cruda suele aparecer en el discurso fácil que hacen algunos políticos en época de campaña electoral. Ejemplo de políticos populistas en el siglo XXI son Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Néstor Kirchner en Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua, López Obrador perdedor de la presidencia de México y Ollanta Humala perdedor de la presidencia de Perú. Los gobiernos de Brasil, Chile, Uruguay y Perú trabajan desde la izquierda sin populismos y se aproximan a las exigencias propias del reformismo democrático. Los populismos suelen generar procesos de incorporación social, como sucedió durante el primer peronismo. El populismo antepone las reivindicaciones nacionalistas frente a presuntos enemigos externos, según se desprende, por ejemplo, del militante discurso de Chávez. El populismo se acompaña de la nacionalización de empresas privadas. Chávez ha decidido nacionalizar la compañía privada más grande, la telefónica CANTV, la principal empresa de servicios básicos: Electricidad de Caracas y la industria de gas natural (en manos de noruegos y americanos), el sector más grande en la inmensa industria energética que aún está en manos privadas.
Este multifacético fenómeno que es el populismo no tendría mucho futuro si el líder populista no dispusiese de recursos económicos. De no contar con ese instrumento decisivo, el populismo agoniza prisionero del desequilibrio entre gastos e ingresos públicos y de la inflación. No se entiende a Chávez sin el petróleo, a Kirchner sin la fuerte entrada de divisas y a Morales sin el gas. ¿Refleja esta tendencia al populismo un retorno al autoritarismo, un paso hacia una democracia participativa o una mezcla entre los dos? ¿Hasta qué punto contribuye el populismo a la equidad social y a la inclusión política? ¿Cuáles son las consecuencias de la intervención del Estado en la economía y de la nacionalización de recursos naturales? ¿Qué papel tiene la UE en este ámbito y cómo debería reaccionar ante el nuevo populismo de América Latina? ¿Debe hacer algo?
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