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De: unodostres  (Mensaje original) Enviado: 08/03/2010 05:53
Después de los votos, las botas
El presidente de Bolivia, Evo Morales, “sugirió” a los jefes militares de su país cambiar el tradicional lema para romper filas de “subordinación y constancia”, “¡viva Bolivia!”, por el de “Patria o muerte; ¡venceremos!”. Es el mismo grito que acuñó el “Che” Guevara, y que el dictador venezolano Hugo Chávez completó con “patria, socialismo o muerte”. El ex jefe del Ejército boliviano y actual parlamentario, general Marcelo Antezana, dijo al respecto: “El hecho de decir ‘patria, socialismo o muerte’ está indicando que las Fuerzas Armadas son del Socialismo, así de claro, no de la República de Bolivia...”. Para nosotros los paraguayos, en particular para los altos mandos, no debe pasar desapercibido lo que está ocurriendo en Venezuela, Ecuador y Bolivia con relación a la emergencia de nuevas dictaduras de corte nazi-marxista, cuya estrategia política de consolidación pasa por la desarticulación institucional y desmoralización de los cuadros superiores de las Fuerzas Armadas mediante manoseos humillantes, como la bochornosa jornada de adoctrinamiento realizada por organizaciones juveniles marxistas en el Comando de Ingeniería, o cambios y pases a retiro intempestivos dentro de la jerarquía militar. En este sentido, los militares paraguayos deben entender claramente que su obediencia al poder político tiene un límite.
Hasta ahora, de alguna manera, y pese a la avanzada tecnología bélica puesta al alcance de las fuerzas armadas de los países más desarrollados, la mayoría de los ejércitos del mundo siguen teniendo como denominador común el valor primordial del soldado, junto con antiguas tradiciones y costumbres privativas de su peculiar naturaleza y misión dentro de la sociedad como brazo armado del Estado. Los ciudadanos paraguayos que han tenido la voluntad de haber cumplido con la obligación constitucional del servicio militar conocen la tradicional invocación cuartelera “abnegación y valor” con la que habitualmente el comandante de una formación militar cierra una arenga y manda romper filas, así como la consabida respuesta al unísono de sus subordinados: “para vencer o morir”.   
La referencia viene a propósito de una reciente iniciativa del presidente boliviano, Evo Morales, en el sentido de “sugerir” –es decir, una orden– a los altos mandos militares de su país la conveniencia de alterar una tradición cuartelera de vieja data: reemplazar el lema para romper filas “subordinación y constancia”, “¡viva Bolivia!”, por otro que diga: “patria o muerte; ¡venceremos!”. Es el mismo grito que acuñó el “Che” Guevara, y que el dictador venezolano Hugo Chávez completó con “patria, socialismo o muerte”.   
Como era de esperar, la sorprendente directiva del primer mandatario no cayó bien en filas del Ejército boliviano. El ex comandante del ejército del Altiplano, general Marcelo Antezana, actualmente parlamentario, calificó como “peligrosa” la propuesta presidencial, y reclamó “prudencia” a los asesores del presidente de la República. “El hecho de decir ‘patria, socialismo o muerte’ está indicando que las Fuerzas Armadas son del Socialismo, así de claro, no de la República de Bolivia (…) Las Fuerzas Armadas son una institución fundamental de la Patria, más allá de las corrientes políticas”, expresó el general Antezana a una emisora radial de su país.   
La reacción de este militar trasciende la trivialidad anecdótica que en apariencia pudiera tener la iniciativa del primer mandatario boliviano. El ex comandante del Ejército boliviano ve con meridiana claridad que el verdadero propósito subyacente en la “sugerencia” presidencial es auscultar la receptividad –mejor dicho, la resistencia– de los generales bolivianos a la politización de las fuerzas armadas que el Gobierno tiene en mente, para imponer en Bolivia el autocrático sistema político del “Socialismo del Siglo XXI” que el dictador Hugo Chávez lleva adelante en Venezuela.   
Es probable que el general Antezana, al observar lo que está pasando en Venezuela –y temiendo que lo mismo ocurra en su país– tenga presente lo que ocurrió con el ejército profesional alemán cuando Hitler accedió al poder al frente de su partido Nacional Socialista en 1933. Proclamando como objetivos del partido Nazi el rearme alemán y la recuperación del poder geopolítico de Alemania en Europa, desde 1933 hasta 1940, logró embaucar a los generales alemanes con una burda pero atractiva versión de sus propias aspiraciones dictatoriales, las que terminaron llevando a su país a la completa destrucción.   
En efecto, con la falaz promesa de recuperar la antigua grandeza de su país, Hitler logró vencer la renuencia de los generales prusianos para combinar el pequeño ejército profesional alemán de unos 100 mil hombres, con las milicias Nazis de las SA (“camisas pardas”) y de las SS (“camisas negras”) que, por el tiempo en que accedió al poder supremo, sumaban ya unos dos millones de hombres, aunque estaban virtualmente desarmados. En junio de 1934, el ministro de Defensa, general Werner von Blomberg, fue autorizado por Hitler a informar a los mandos del Ejército y al país la forma en que el partido Nazi y el Ejército alemán iban a constituirse en los dos pilares del III Reich, destinado a durar “mil años”, al decir del dictador.   
Con la reciente conformación de la Milicia Campesina Bolivariana, fuerza paramilitar organizada a semejanza de las SA y SS nazis, el gorila Hugo Chávez tiene abierto el camino para fusionarla con la Fuerza Armada profesional venezolana, para conformar, como el Führer nazi, los dos pilares de su régimen dictatorial socialista, condenando al pueblo venezolano a la tiranía y la pobreza, como la Cuba de los hermanos Castro.   
Evo Morales, fiel discípulo de Chávez, pretende seguir los pasos de este y también destruir el Ejército profesional boliviano, desarticulando sus cuadros de oficiales mediante la inserción de milicias paramilitares constituidas por sus seguidores cocaleros y grupos indígenas étnica e ideológicamente fanatizados, para así formar el núcleo de un nuevo “ejército del pueblo”, del que serán barridos los generales “reaccionarios” cambas, tal como lo hizo Hitler con los generales antinazis del antiguo ejército profesional alemán, como Fritsch, Beck, von Witzleben, Stulpnagel, Speidel y otros.   
Para nosotros los paraguayos, en particular para los altos mandos de las Fuerzas Armadas de la Nación, no debe pasar desapercibido lo que está ocurriendo en Venezuela, Ecuador y Bolivia con relación a la emergencia de nuevas dictaduras de corte nazi-marxista, cuya estrategia política de consolidación pasa por la desarticulación institucional y desmoralización de los cuadros superiores de las Fuerzas Armadas mediante manoseos políticos humillantes, como la bochornosa jornada de adoctrinamiento político llevada a cabo por organizaciones juveniles marxistas en el recinto del Comando de Ingeniería, con la implícita anuencia del comandante en Jefe, el Presidente de la República, o cambios y pases a retiro intempestivos dentro de la jerarquía militar.   
En este sentido, los militares paraguayos deben entender claramente que su obediencia al poder político tiene un límite, donde su conocimiento, su conciencia y su sentido de responsabilidad les prohíben obedecer. Si sus advertencias y consejos no son escuchados en tal situación, entonces ellos tienen el derecho y el deber de renunciar a sus responsabilidades de comando. En los altos puestos de mando los militares tienen un deber más amplio que simplemente obedecer. Tienen que tener un claro discernimiento de cuándo y cómo manifestar con firmeza sus desacuerdos con el poder político, cuando se presenta el caso. 


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