"Corrupción y torturas en cárceles cubanas". Por el Dr. Darsi Ferrer Ramírez, preso de conciencia.
La Habana, Cuba. 12 de enero de 2010.
La comunidad internacional se horrorizó cuando se descubrió la
aplicación de torturas en las cárceles de la base naval de Guantánamo y
Abu Ghraib, hecho que concitó enérgicas condenas y el reclamo, aún
vigente, al gobierno de los EEUU del cierre de Guantánamo. Sin embargo,
prima la indiferencia en la opinión pública ante la bochornosa
situación de las prisiones en Cuba, donde las condiciones de vida son
deplorables y los presos sufren Torturas físicas y psicológicas de
manera sistemática, bajo un régimen de trato cruel, inhumano y
degradante.
Un botón de muestra de esa realidad es lo que sucede en la prisión
Valle Grande, donde todas las compañías están superpobladas y muchos
presos duermen en el suelo por falta de camas. Es tan marcado el
hacinamiento que, para la media de 120 a 140 presos por compañías, el
espacio vital per cápita resulta inferior al metro cuadrado, pues estas
tienen una dimensión promedio de 35 metros de largo por 5 de ancho. Los
reclusos conviven en literas de a tres camas. Las de arriba superan los
dos metros del piso y, en no pocas ocasiones, las caídas desde esa
altura provocan serios accidentes.
El calor dentro de las compañías es asfixiante, a consecuencia del
que se desprende del metabolismo de tantas personas hacinadas, y por
las altas temperaturas propias de la geografía tropical de la Isla. Los
militares agravan dicha situación prohibiendo que los reclusos accedan
a los bebederos de agua fría y el uso de cualquier tipo de equipos de
ventilación o climatización. Empeora el cuadro el escaso suministro de
agua, a penas de una hora dos o tres veces al día, y la insuficiente
cantidad de pilas para su utilización, de dos a tres por compañía,
además de uno o dos pedazos de mangueras que sirven como duchas. Esto
hace que constituyan problemas sobreañadidos las necesidades de aseo y
de lavar la ropa sucia. El baño sanitario no tiene inodoros y está
habilitado con cuatro letrinas tipos turcos, desprovistos de privacidad
y antihigiénicos.
Como todas las prisiones del país, Valle Grande es una unidad
presupuestada, que el Estado le subsidia íntegramente todos los gastos
de su funcionamiento. Se comenta en la prisión que el subsidio estatal
alcanza la cifra de 12 millones de pesos al año. No obstante, la
dinámica impuesta por los militares se basa en la extorsión de los
reclusos y la explotación de su trabajo como mano de obra esclava.
Así lo evidencia que todas las actividades relacionadas con la
alimentación diaria de la población penal, algo más de 2 mil reclusos,
y los militares las realizan alrededor de 100 presos, entre el conjunto
de cocineros, ayudantes, pantristas, fregadores, peladores de viandas y
los que limpian los comedores, en turnos de 8 a 10 horas todos los
días, y apenas diez de ellos reciben salario por esas faenas, que no
llega a los 12 CUC al mes. Sucede parecido con los siete reclusos que
laboran por 14 a 16 horas diarias en la panadería rústica de la
prisión, donde el único que recibe remuneración económica es Pachi, el
preso que hace la función de maestro panadero. Más de la mitad de los
que trabajan en actividades de la agricultura, unos 30 reclusos,
tampoco cobran sueldo alguno por su trabajo. La brigada de la
construcción que cuenta con salarios para sus trabajadores es la que
fabrica una comunidad en las afueras del penal destinada para los
militares, de la que ya entregaron 18 casas terminadas el pasado
diciembre. Los integrantes de la brigada que construye en el interior
de la prisión no perciben ni un centavo. Decenas de presos ocupan
empleos desempeñando actividades manuales y en trabajos de oficinas, la
mayoría de ellos no es compensada por esos menesteres. Está el caso del
recluso Carlos Herrera Blanco, quien trabajó en el departamento de
contabilidad por unos meses y, como labora con profesionalismo, trató
de introducir normas de fiscalización de las finanzas y le costó que lo
cerraran en la compañía, bajo el pretexto de un posible intento de fuga.
Las autoridades carcelarias también aplican la modalidad de
aprovecharse al máximo del deseo de los reclusos de salir unas horas
del encierro en las compañías, y al privilegio de trabajar le
condicionan que sobre los interesados recaiga la obligación de
conseguir los recursos y herramientas necesarias por sus propios medios.
Ese es el caso de Chachi, el preso que primero tuvo que traer la
turbina de su casa para poder trabajar como turbinero. La brigada de
pintura que embellece la prisión se logró formar después de que el
recluso Daniel Toledo Lasca aportara el compresor de aire para pintar
con pistola de su propiedad, y junto a los presos Orlando García, el
Papa y Junior compraran las tanquetas de pintura en la shopping. En el
taller automotriz del departamento de logística, el recluso llamado
Wendy es el dueño del motor y las mangueras con las que labora como
fregador. El encargado de las áreas verdes del interior del penal, el
recluso Braulio Ramírez Peña, compró una chapeadora mecánica y su
familia lo provee de la gasolina que requiere para su funcionamiento.
Uno de los presos que labora en el departamento audiovisual, Carlos
Quintana Casteu, es el dueño de los equipos de sonido. Así mismo, los
presos que trabajan como mecánicos, soldadores, electricistas,
zapateros, informáticos, carpinteros, entre otras profesiones, son los
que por gestiones y financiamientos privados consiguen los recursos
imprescindibles para desarrollar sus faenas. Llegan al extremo los
militares de planificar una visita familiar todos los meses, llamada
del consejo, que se le otorgan a un promedio de quince presos por
compañía, siempre que los beneficios asuman la responsabilidad de
donarle a la prisión útiles electrodomésticos, como: interruptores,
encendedores, lámparas, escobas, frazadas de piso, detergentes, lejías,
etc.
Otra de las aberraciones que práctica el jefe de la prisión,
teniente coronel Julio Perera Ferrer, consiste en violar
deliberadamente el régimen establecido por la ley para los reclusos, de
visita familiar de 2 horas cada 21 días y pabellón conyugal de 3 horas
mensual, con uno de 12 horas trimestral. La fórmula que aplica es no
beneficiar a los presos con los pabellones del régimen de 12 horas y
solo autoriza la visita familiar una vez al mes. Su estrategia le
permite subastar entre los reclusos que trabajan sin salarios, las
capacidades sobrantes de visita y pabellones que obtienen de esa
manera, lo que estimula la feroz competencia entre los presos y genera
mayores rendimientos en el trabajo que realizan.
De vez en cuando se efectúan supervisiones a la prisión por parte de
funcionarios de la dirección de Cárceles y Prisiones. El mecanismo que
hay establecido para esos días es esconder, encerrándolos junto al
resto de los presos en las compañías, a todos aquellos que trabajan sin
percibir remuneración económica. Por regla general, los encomendados en
inspeccionar no se interesan por lo que sucede en la prisión, sino que
sus preocupaciones se enfocan en las prebendas y regalos que les
obsequian los huésped durante sus visitas. Lo prueba el hecho de que en
pocas ocasiones dedican tiempo para conversar con algún recluso, no
entran en las compañías, ni se modifican las irregularidades habituales
después de las inspecciones. Ese proceder perverso pone de manifiesto
el generalizado desprecio que existe en el sistema penitenciario y
gubernamental, por los convenios e instrumentos jurídicos
internacionales y por la propia legislación vigente. La última visita a
la prisión la realizó el ministro del interior Abelardo Colomé Ibarra,
acompañado de una comitiva, el pasado 30 de diciembre. Su agenda
incluyó la entrega de las nuevas casas construidas para los militares,
además de disfrutar una suculenta comida al ritmo de un combo musical
que amenizó la tarde y, como premio a la agradable estancia, al día
siguiente envió de regalo un televisor de pantalla plana, que fue
instalado en el oficial de guardia, para el entretenimiento de los
militares.
La única actividad recreativa que disfrutan los presos es ver en la
televisión los cuatro canales nacionales, no se les garantiza otra. La
tenencia de radios, grabadoras o computadoras está prohibida. Tampoco
se les facilita la práctica de deportes y lo que les permiten de sol es
una hora al aire libre. Todo el otro tiempo permanecen encerrados en
sus compañías. En la prisión hay un local habilitado como biblioteca,
que cuenta con cientos de libros almacenados, y donde no se le brinda
servicios de ningún tipo a los reclusos. Los militares el uso que le
dan es tener la lista para mostrarla los días de inspecciones. Ni
siquiera los presos tienen acceso a que se les distribuya la prensa
nacional.
Aunque hay reclusos de muchas denominaciones religiosas, en la
prisión está proscrita la libertad de cultos. Los militares no
autorizan la entrada al penal de ningún líder religioso que desee
brindar asistencia a sus feligreses. Tampoco existen locales preparados
para que se reúnan los que profesan su fe religiosa y puedan celebrar
cultos. De hecho, el pasado 16 de diciembre, en víspera del día de San
Lázaro, varios guardias se dieron a la tarea de personarse en cada una
de las 18 compañías, y amenazaron con castigar en los calabozos a los
presos que sorprendieran poniendo algún altar o exhibiendo estampas
alegóricas para festejar el Santo.
Hace meses que las autoridades del penal decidieron implementar la
medida de retirar el fluido eléctrico todos los días, en el horario de
8:00 de la mañana a 6:00 de la tarde. Esta situación afecta a los
reclusos debido a la escasa luz natural en el interior de las
compañías, pero sobre todo perjudica los magnos servicios que se
ofrecen en la institución, tales como la insuficiente atención
estomatológica y la esterilización del instrumental médico y de
enfermería con que se atiende a los enfermos. En cambio, es obligatorio
dormir por las noches con las luces encendidas, lo que resulta bastante
incómodo para el descanso nocturno de los reclusos.
El modo de vida diseñado para los presos conspira contra sus
capacidades de sostenimiento de la salud, en ello influyen las
condiciones infrahumanas de reclusión, así como los traumas
psicológicos, vejámenes y daños corporales de los que son víctimas. En
ese medio adverso, las frecuentes violaciones del derecho a la
asistencia médica resulta una vergüenza, que en ocasiones responde a la
implicación de actitudes criminales.
Todavía no encuentra consuelo la familia del joven recluso que
amaneció ahorcado en la celda de castigo, el pasado 21 de septiembre,
mientras el oficial Cristóbal no muestra ningún arrepentimiento y hace
pocos días fue de los militares que se ganaron casa, seleccionados por
sus ¨meritos¨ laborales. El joven era un enfermo psiquiátrico que pasó
varios días en crisis exigiendo tratamiento médico, el mencionado
oficial lo que decidió fue encerrarlo en una celda del penal y el
enfermo terminó suicidándose con la sábana. La trágica historia de otro
preso, Daniel San Miguel Rodríguez, comenzó el pasado 6 de junio,
cuando tuvo un fuerte dolor abdominal que se hizo cada vez más
irresistible, y se acompañó de vómitos sanguinolentos, fiebre elevada y
un marcado deterioro del estado general. A mucha insistencia de los
demás presos de su compañía, los guardias accedieron a llevarlo al
puesto médico, donde le inyectaron calmantes. Dos días después lo
sacaron en estado crítico de la prisión y murió al cabo de unas horas
en el hospital Salvador Allende. Estos no son los únicos casos de
muertes por responsabilidad directa de los militares o falta de
atención médica adecuada, durante el 2008 perdieron la vida siete
presos por ese tipo de circunstancias.
A ningún oficial o autoridad médica le preocupa recibir en la
prisión a enajenados mentales condenados a privación de libertad de
modo arbitrario, ya que las leyes vigentes en el país los exime de
responsabilidad penal. Dichos enfermos son recluidos en las compañías
en igualdad de condiciones con el resto de la población penal, y no les
brindan tratamiento acorde a sus padecimientos. Esa es la situación que
atraviesa Lucio Gálvez García, un preso de 58 años de edad, que se ve
muy demacrado físicamente y destruido. El pasado 10 de diciembre un
Tribunal lo sancionó a 9 años de prisión por robarse una cartera con
120 pesos cubanos (5 CUC). Se la pasa hablando solo de manera
incoherente, caminando de un extremo a otro de la compañía o acostado
en su cama, sin apenas bañarse ni alimentarse. Es poco creíble que
resista uno o dos años de prisión. El recluso conocido como Barbita
vive pidiendo cigarros a los demás, cuando le preguntan por qué lo
metieron preso responde que está cumpliendo una misión secreta del
Comandante. Resulta absurdo considerar que él pueda tener conciencia de
sus actos. Para Lázaro Silvino Fábrega Sandoval lo peor de su reclusión
consiste en lidiar con la nube negra que le comprime el cerebro y lo
pone agresivo con frecuencia. Tampoco ellos son los únicos que cumplen
condenas en la prisión, en vez de ser recluidos en instituciones
médicas especializadas. Hasta ahora, ninguna de esas personas dispone
de seguimiento regular por los psiquiatras, ni los presentan ante
comisiones multidisciplinarias que emitan un diagnóstico sobre su
estado mental.
Hay 14 reclusos con diagnóstico de VIH-SIDA en la prisión y otro
grupo en espera del resultado de los análisis confirmatorios. Ninguno
cuenta con las condiciones ni el tratamiento adecuado para
contrarrestar los efectos de su enfermedad, que requieren de una dieta
especial, cierta tranquilidad psicológica, del seguimiento por
especialistas en consultas periódicas y la administración de retro
virales cuando sean indicados. Tampoco las autoridades carcelarias
adoptan medidas epidemiológicas que eviten la propagación del virus,
varios casos se han infestado dentro del penal a consecuencia de
practicar relaciones sexuales con otros presos sin protección y hubo
uno que se auto inoculó sangre infestada. Hace un par de meses el
Teniente coronel Julio ordenó que seis de esos enfermos con SIDA,
algunos con tuberculosis y otras patologías asociadas, convivieran en
la compañía # 12, sin importarle para nada el riesgo al que expuso a
los demás reclusos sanos. También es frecuente cuando se descompensan
de la salud, que los ingresen en el puesto médico junto a los demás
enfermos del penal.
Los calabozos de castigo son los locales destinados para la
reclusión de los presos que debutan con alguna enfermedad contagiosa.
En el penal constantemente surgen brotes de enfermedades respiratorias,
cuadros diarreicos, poli parasitismo y muchas otras patologías
infecciosas. La alta incidencia de esas enfermedades se debe a la
confluencia de diversos factores, como el hacinamiento; la escasa
ventilación en las compañías y extrema humedad; pésima calidad del
agua, frecuentemente contaminada con agentes patógenos; crítica
situación higiénico-sanitaria, que provoca la proliferación de una
alarmante cantidad de vectores, entre ellos, las ratas, moscas y
mosquitos. Son muy pocas las medidas que se implementan para atenuar
esas condiciones desfavorables a la salud de los presos.
Muchos reclusos presentan patologías carenciales, del tipo de las
poli neuropatías, y otros padecimientos por enfermedades oportunistas
que responden, en gran medida, a la mala alimentación que proporciona
la cárcel. La comida se elabora sin el más mínimo apego a las normas
higienicodietéticas, es insuficiente en cantidad y pésima en cálida.
Durante el mes sólo ofertan un pedacito de pollo cada quince días, un
huevo frito o hervido en dos ocasiones, y todo el otro tiempo el plato
fuerte consiste en una ración de picadillo de soya en almuerzo y
comida, el que generalmente es servido ácido y con fetidez, en pleno
proceso de descomposición. Las especies y el aceite brillan por su
ausencia.
Todas las estructuras del estamento militar están corrompidas por el
manto de las ilegalidades. Pocos militares ejercitan sus profesiones
con la finalidad de preservar las leyes y garantizar el aseguramiento
de las personas privadas de libertad bajo su custodia. Mucho menos
contribuyen en la reeducación de estas para su posterior reinserción en
la sociedad.
El reglamento del sistema penitenciario es un disfraz que cubre las
formalidades. En realidad lo que funciona en el orden interno son los
mecanismos de corrupción impuestos por los militares. Parte de los
beneficios que le corresponde a los presos por régimen tienen precios
por debajo de la mesa. Hay reclusos que pagan 60 CUC porque los
trasladen de las compañías para las barracas, que tienen menos rigor
disciplinario. Algunos guardias cobran 20 CUC por conseguir pabellones
conyugales de 12 horas. Las visitas familiares se resuelven a 10 CUC.
Del mismo modo, varios tipos de empleos para los reclusos también
tienen tarifas. En las compañías el contrabando de ron, los vinos que
se fermentan escondidos y de pastillas psicotrópicas, casi siempre
tiene involucrada la mano de los guardias. El trasiego de homosexuales,
que los guardias los llevan por las noches a otras compañías para que
pasen algunas horas con sus parejas, se paga a 6 cajas de cigarros
criollos. Cuesta 2 cajas de cigarros salir a otra compañía a llamar por
teléfono.
Otra de las tácticas ilegales que utilizan los militares es imponer
un llamado consejo de disciplina por destacamento, que se conforma con
los presos más guapos e inmorales del colectivo de reclusos. Ese grupo
de abusadores autorizados complementa el manejo de las actividades
sucias de los guardias, y les realizan su trabajo mediante el método de
las ofensas y maltratos a los demás presos.
El oficial reeducador Luis Felipe Betancourt Cabrera, designo meses
atrás como jefe de disciplina de la compañía # 13 al recluso Alexis
Castillo, un presidiario que ha pasado más de 20 años en las cárceles.
Ahora, está sancionado a otros 15 años de privación de libertad y debe
otra causa, donde se le acusa de intento de asesinato. La decisión de
elegirlo se debió a los sobornos que le regaló al militar, entre los
que destaca un buen reloj de pulsera de marca Invicta, que exhibe en su
muñeca. Ante nuevas ofertas más llamativas, hace unas semanas el
reeducador eliminó a Alexis y puso en su lugar al recluso Alejandro
González Benítez, este posee más recursos y ya le costeó la chapistería
y pintura de su automóvil particular, además, le compró un celular y
corre con los gastos de las tarjetas de llamadas que se expenden a 10
CUC. Como compensación por sus aportes monetarios, Luis Felipe lo ha
sacado a la casa en días que el control no es tan férreo en la prisión,
violando lo establecido en el Reglamento. Alejandro lleva un año
esperando juicio acusado de varios delitos, en calidad de prisión
preventiva, y ese régimen no contempla la salida a la casa dentro de
los beneficios. El jefe de la prisión, Julio Perera Ferrer, le otorgó
una visita familiar de estímulo al recluso Luis García, el herrero que
le hizo varias rejas metálicas, usando materiales de la unidad. Después
de terminadas las trasladó en uno de sus camiones de la logística, y
llevó a cuatro presos (El Yimi, Luis el grande, Fefo y el menor) para
que le realizaran el trabajo de montarlas en casa de su querida en
Lawton y en su casa principal, en la zona Micro 10 de Alamar. Siempre
el Teniente coronel tuvo la precaución de sacar a los cuatro reclusos
de la prisión vestidos de civil.
El guardia conocido como Feria se caracteriza por dos cualidades,
una la de pedir a determinados reclusos cigarros, comida y cualquier
otra cosa que se le ocurra, lo otro es ofender a los presos en las
compañías y, casi siempre, cierra sus diatribas con la misma frase
despótica: ¨ustedes no son familia mía¨. El suboficial Leoncio Machado
Gamboa es notable por sus maltratos a los presos y las constantes
provocaciones, en busca de tomar represalias con los que le protesten.
Pero su fama está más relacionada con su frecuente estado de embriaguez
dentro de la prisión, y se comenta que se dedica a entrar parte del ron
que se comercia clandestinamente. ¨Al próximo que coja fumando le voy a
caer a galletazos¨, fue la amenaza que utilizó por estos días el
teniente Luis Martínez Sánchez, cuando vio a un recluso con un cigarro
en la formación durante el recuento. Este militar acostumbra a ultrajar
la dignidad de los presos, como si fuera una actividad normal dentro
del contenido de su trabajo. El guardia Orniel fue sorprendido por
oficiales de la inteligencia (D.T.I) mientras se robaba parte de la
comida sobrante en el comedor. Días después, se vanagloriaba delante de
varios presos de que a ellos, los militares, nunca les sucede nada, y
que, por supuesto, no habían tomado ninguna medida disciplinaria en su
contra. Su expresión encierra una gran verdad, en la práctica los
militares gozan de inmunidad para cometer delitos.
Hace meses se publicó en la Internet y en algunos periódicos como El
Nuevo Herald, el artículo ¨Interioridades de la prisión Valle Grande¨,
que denuncia parte de las ilegalidades que suceden en la institución
carcelaria. A los pocos días se presentó en la prisión una comisión del
departamento nacional de la Seguridad del Estado, investigaron los
hechos y pudieron confirmar la veracidad de los argumentos expuestos.
Al final, no castigaron a ninguno de los militares implicados en los
flagrantes delitos. Siguen los maltratos a los presos, la caótica
situación con la comida, la corrupción y las constantes violaciones del
Reglamento. Quizás, como resumen, la investigación concluyó aconsejando
a sus compañeros ser un poquito más cuidadosos en sus deleznables
acciones.
Esta panorámica descrita demuestra las verdaderas razones por las
que el gobierno cubano se niega reiteradamente a ser supervisado por
las instituciones internacionales especializadas en la materia. La
prisión de la base naval de Guantánamo es la única que, en todo el
territorio nacional, está abierta al escrutinio público y se somete a
inspecciones periódicas, además de permitir la entrada a los
profesionales de la prensa que emiten testimonio de lo que allí sucede.
Igual a los fundamentalistas islámicos acusados de terrorismo, la
población penal de Cuba también está constituida por personas con
dignidad y derechos, que deberían preocuparles a la opinión pública. Es
hora de acabar la indiferencia ante la humillante situación de los
presos cubanos.
Dr. Darsi Ferrer Ramírez, preso de conciencia.
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