Conozco de antiguo a los disidentes cubanos. Los conocí en Miami, fueron mis amigos y eran unos amigos que a menudo se sentían irritados con muchos de mis ídolos, ya fueran músicos, escritores o cineastas. Puedo comprender a mis amigos, durante años vieron cómo los intelectuales de fama internacional pasaban por la ciudad que ellos habían construido, acudían a su festival internacional de cine, el mismo en el que se presentaron tantos directores españoles al público norteamericano, un festival dirigido por un cubano exiliado, Nat Chediak: los veían acudir a una feria internacional del libro, por largo tiempo coordinada por un ex preso político, Ángel Cuadra, que pasó un buen tiempo en prisión por enviar manuscritos de sus poemas al exterior; los veían acudir a grabar discos en los estudios montados por Gloria y Emilio Estefan, hija ella de un veterano de Bahía de Cochinos. Y pasaban por Miami, la segunda ciudad de Cuba, y una de las pocas en que los cubanos podían votar por más de una opción política, leer lo que quisieran y comer lo que quisieran, sin hacer ningún comentario sobre lo que pasaba en La Habana, o en la Isla en general. Escurriendo el bulto, evitando opinar…
Ahora parece que se ha levantado la veda del barbudo. Ya es posible criticar de forma abierta al dictador de La Habana. Y sin embargo, sus crímenes no son hoy peores que hace seis meses. Si hoy los hermanos Castro son tiranos, ya lo eran hace uno, quince, veinticinco años… En realidad, desde que tengo memoria, siempre ha habido un Castro en el poder en Cuba. En realidad, desde que tengo uso de razón, siempre ha sido otro Castro el designado para suceder en el poder a su hermano mayor. Más de medio siglo de gobernantes que no han sido elegidos –es tan incómodo depender de los indecisos votantes—, más de medio siglo de monopolio del poder pero sólo ahora parecen muchos intelectuales despertar ante esa evidencia.
No deseo criticarlos. Algunos, los menos, llevaban ya décadas protestando. Vargas Llosa lleva protestando contra los Castro varias décadas. Pero otros muchos acaban de descubrir que Cuba es una dictadura. Son varios los que nacieron después de llegar al poder Castro y de alguna manera parecen haber considerado que un Castro en La Habana era una situación perfectamente normal.
Es, lo digo sin ironía ni sarcasmo, comprensible esa ignorancia porque se trataba de una dictadura lejana que en su día había logrado engañar incluso a pesos pesados del pensamiento como Sartre o Susan Sontag. Pero que sea comprensible no lo hace menos doloroso. Durante medio siglo mis amigos de Miami, los que organizaban festivales de cine, los que recibían amablemente a intelectuales de medio mundo y no recibían a cambio sino desconfianza –eran, después de todo, “desertores del paraíso”, gente que había rechazado a un líder que todos menos ellos parecían querer–, fueron dejados a un lado. Ahora resulta que tenían razón. ¿Qué os parece, Fidel era un dictador? Confío en que alguien tenga el buen gusto de ir a su ciudad, esa a la que tantos han ido a grabar discos y presentar películas a decírselo. Se lo merecen.
http://www.factual.es/opinion/columnas/2010/05/12/27160