Moribunda. En trance de liquidación. Así luce. Boquea como sus seniles líderes. Una pandilla de truhanes decrépitos. Aunque obstinadamente persistentes. Vividores contumaces. Verdugos desalmados. Tiranos sin posibilidad de subsistir en estos tiempos de globalización y comunicaciones ciberespaciales. Jadeante, arrastra los pies. Su bandera hoy es el fracaso como proyecto político, económico y social. Vaga en la oscurana, entre escombros y miseria, con mucha pena y sin gloria, hacia los confines de la prescripción histórica. Navega en ríos de sangre. Rema entre exiliados, presos políticos y muertos, muchos de ellos fusilados. Después de infligir mucho daño y sufrimiento llega a su fin, por fin, la malhadada revolución cubana.
Fueron cincuenta años de opresión, violaciones, ignominia, perversión, penurias, horrendos crímenes y la vejación de un pueblo estafado en sus sueños y esperanzas. Pero le llegó la hora. Como a todo cochino. Sin recursos para sostener por más tiempo el modelo clientelar -planea despedir un millón de trabajadores públicos- al régimen tiránico no le quedó más remedio que dar un golpe de timón. Y lo hace porque lo que ordeña de la "hermana" revolución venezolana ya no alcanza para compartir entre la población y una burocracia (burguesía) fosilizada, corrupta. Gira sin pudor hacia la denostada economía de mercado. Requiere urgentemente inversión privada, extranjera, como antes lo hicieran Rusia y sus satélites, China, Vietnam y otros totalitarismos comunistas con capitalismo de Estado.
En su inexorable "reingreso" al mercado, Cuba está dando pasos en sentido contrario a los postulados más "sagrados" de su revolución: revertir el centralismo que propició la dependencia colectiva que, a su vez, le otorgó al Estado el control absoluto de la sociedad. El primer paso fue devolver tierras a los campesinos para que las exploten con fines productivos (neoliberalismo puro). Ahora se lanza en otra carrera frenética. Privatiza playas y servicios turísticos. Además recibe inversión extranjera para desarrollar marinas y campos de golf para el turismo de lujo. Mientras, en Venezuela, con asesoría cubana, se toleran las invasiones de hoteles en Margarita.
Esta evolución al capitalismo estaba prevista con la llegada de Raúl Castro a la presidencia. Pero la recuperación de Fidel frenó los planes. La apremiante situación los reimpulsa.
Lo insólito es que mientras Cuba se libera del arcaico comunismo, el caudillo vernáculo paga para "dotarnos" de ese sistema fracasado, empobrecedor, violento y negador de elementales derechos ciudadanos y humanos. Lo hace para ejercer el poder mediante la opresión, "arte" que manejan espléndidamente los cubanos.
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