Marx sobre el capital ficticio
La escasez de dinero no es la causa de la crisis, al contrario, la crisis es la que provoca escasez de dinero. Los economistas burgueses, con su mentalidad de banqueros, confunden la causa con el efecto, la apariencia con la esencia. Cuando la economía entra en crisis, el crédito se agota y la gente exige en su lugar dinero en metálico. Este es el efecto de la crisis, pero a su vez se convierte en causa, reduciendo la demanda y creando una espiral descendente.
Los banqueros y sus amigos en el gobierno insisten en que la causa de la crisis es que el sistema financiero tenía demasiado poco capital. Es una declaración asombrosa. Durante las últimas dos décadas se ha visto un enorme carnaval de rentabilidad donde los bancos han conseguido ingentes ganancias ¡Ahora dicen que no tienen suficiente capital! En realidad, durante el boom hubo en circulación una cantidad enorme de préstamos y esta superabundancia de capital demostraba por sí misma los límites de la producción capitalista. Había enormes sumas de capital disponible para la especulación que no podía encontrar una salida en el sector productivo y la burguesía tuvo que encontrar otra forma de utilizarlo.
Marx señaló hace mucho tiempo que el ideal de la burguesía era hacer dinero del dinero, sin tener que pasar por el proceso doloroso de la producción. En el último período parecía que habían conseguido esta idea (excepto en China donde sí ha habido un desarrollo real de las fuerzas productivas). En EEUU, Gran Bretaña, España, Irlanda y en muchos otros países, los bancos invirtieron billones en especulación, sobre todo en el sector inmobiliario. Esta fue la base sobre la que se edificó y floreció el escándalo de las hipotecas subprime, generando cantidades inimaginables de capital ficticio.
Ya en la época de Marx existían grandes cantidades de capital circulante, que es el capital que forma la base del capital ficticio. En aquella época también hubo estafas crediticias, el equivalente a los actuales "derivados" [Nota de El Militante: Los "derivados" consisten básicamente en apuestas sobre el precio futuro de las materias primas, las monedas, el valor de las acciones, bonos de la deuda pública, etc. Representa la forma más extrema de especulación económica capitalista; es decir, de conseguir una ganancia sin crear un átomo de riqueza].
Sin embargo, cuando se compara con la situación actual palidece todo el significado de especulación. La cantidad total de especulación a escala global es pasmosa. Tomemos sólo un ejemplo: el mercado de los créditos llamados credit default swap. Este mercado permite que dos partes apuesten sobre la probabilidad de que una empresa incumpla el pago de su deuda. Han crecido hasta cerca de 90 billones de dólares las cantidades de capital ficticio asegurado. Es decir, probablemente más que el doble del crédito pendiente de pago en todo el mundo. Pero los contratos no están anotados en ninguna parte excepto en los libros de los socios. Nadie sabe el volumen real de la transacción, por lo tanto, eso expone a la economía mundial a un enorme riesgo. Eso explica el pánico en Wall Street y en la Casa Blanca. Temen, correctamente, que cualquier vaivén severo pueda derribar todo el edificio inestable de las finanzas internacionales, con consecuencias difíciles de prever.
Incluso en el siglo XIX, en la cima del boom, cuando el crédito era fácil y la confianza aumentaba, la mayoría de las transacciones se hacían sin ningún dinero real. Al principio de cada ciclo hay abundancia de capital y los tipos de interés son bajos. El tipo de interés bajo empuja las ganancias de las empresas en el primer momento del ciclo y anima el crecimiento. Más tarde, el tipo de interés alcanza su nivel medio en el momento álgido de prosperidad. Aumenta la demanda de crédito y por tanto los tipos de interés en el pico de un boom deberían subir, pero en el último boom no ha ocurrido así.
En los años recientes, la Reserva Federal ha aplicado una política de mantener deliberadamente bajos los tipos de interés (en una etapa fueron incluso negativos en términos reales, considerando el nivel de inflación). Se trataba de una irresponsabilidad desde un punto de vista capitalista. Creó una burbuja inmobiliaria y de este modo se pusieron las bases para la crisis actual. Pero en la medida que se conseguían grandes ganancias y los inversores estaban felices, a nadie le importaba. Todos se unieron contentos a este loco carnaval de rentabilidad. Los banqueros más respetables y los economistas más doctos unieron sus manos y bailaron al coro de: "Come, bebe y sé feliz, ¡mañana estaremos muertos!"
La razón por la que ahora se quejan de que no tienen un capital suficiente es porque una gran parte de sus activos son ficticios, el resultado de una estafa sin precedentes en todo el sector financiero. Mientras el boom continuaba a nadie le importaba. Pero ahora que el boom se ha terminado, todos estos activos están bajo sospecha. Los banqueros, que ayer estaban dispuestos a comprar grandes cantidades de deuda de los demás, ya no están dispuestos a hacerlo. La desconfianza y la sospecha se han generalizado. El viejo optimismo acomodadizo se ha sustituido por una actitud tacaña a la hora de prestar y tomar prestado. Todo el sistema bancario, del que depende la circulación de capital, está a punto de paralizarse.
A menos y hasta que los malos activos sean eliminados, muchas instituciones carecerán del capital necesario para extender el crédito fresco en la economía. Marx hace mucho que describió esta etapa del ciclo:
"Está claro que hay escasez de medios de pago durante un período de crisis. La convertibilidad de las letras de cambio sustituye a la metamorfosis directa de las mercancías, tanto más cuanto que precisamente en estos períodos aumenta el número de las casas comerciales que trabaja simplemente a crédito. Y una legislación bancaria ignorante y errónea, como la de 1844-45, puede contribuir a acentuar todavía más la crisis.
"En un sistema de producción en que toda la trama del proceso de reproducción descansa sobre el crédito, cuando éste cesa repentinamente y sólo se admiten los pagos al contado, tiene que producirse inmediatamente una crisis, una demanda violenta y en tropel de medios de pago. Por eso, a primera vista, la crisis aparece como una simple crisis de crédito y de dinero. Y en realidad, sólo se trata de la convertibilidad de las letras de cambio en dinero. Pero estas letras representan en su mayoría compras y ventas reales, las cuales, al sentir la necesidad de extenderse ampliamente, acaban sirviendo de base a toda la crisis. Pero, al lado de esto, hay una masa inmensa de estas letras que sólo representan negocios de especulación, que ahora se ponen al desnudo y explotan como pompas de jabón; además, especulaciones montadas sobre capitales ajenos, pero fracasadas; finalmente, capitales-mercancías depreciados o incluso invendibles o un reflujo de capital ya irrealizable. Y todo este sistema artificial de extensión violenta del proceso de reproducción no puede remediarse, naturalmente, por el hecho de que un banco, el Banco de Inglaterra, por ejemplo, entregue a los especuladores, con sus billetes, el capital que les falta y compre todas las mercancías depreciadas por sus antiguos valores nominales. Por lo demás, aquí todo aparece al revés, pues en este mundo hecho de papel no se revela nunca el precio real y sus factores, sino solamente barras de oro, dinero metálico, billetes de banco, letras de cambio, títulos y valores. Y esta inversión se pone de manifiesto sobre todo en los centros de que se condensa todo el negocio de dinero del país, como ocurre en Londres; todo el proceso aparece como algo inexplicable, menos aún en los centros mismos de producción". (Carlos Marx. El Capital. Volumen III. Capítulo XXX. Capital dinero y capital efectivo).
Los capitalistas deben sacar todo este capital ficticio del sistema. Como un hombre cuyo cuerpo ha sido envenenado o un drogadicto que lucha contra los efectos de su adicción, deben expulsar el veneno del organismo o perecerán. Pero es un proceso doloroso y crea nuevos peligros para el organismo. Cuando el sistema se reduce y el crédito se agota, los capitalistas retiran de circulación sus deudas. Aquellos que no pueden pagar entrarán en bancarrota. Como resultado crece el desempleo y esto, a su vez, reduce la demanda, provocando nuevas bancarrotas y nuevas deudas que no se pueden pagar. De esta manera, todos los factores que impulsaron la economía hacia adelante durante el último período se convierten en su contrario.
Bancarrota de la economía burguesa
Los economistas se aferran insistentemente a la vieja ilusión de que era imposible una recesión mundial, que habían aprendido las lecciones del pasado (como un borracho aprende la lección después de la resaca). Decían que la crisis financiera se limitaría sólo a EEUU, que la economía norteamericana de alguna manera se "desacoplaría" del resto del mundo (así contradecían todo lo que antes habían dicho sobre la globalización), que Europa y China se convertirían en las nuevas fuerzas motrices de la economía mundial, y así otras cosas por el estilo.
¡Qué vacíos suenan hoy estos argumentos! Los precios de los bienes raíces están cayendo globalmente. La economía global se está desacelerando. Las economías europeas ya están apreciablemente desaceleradas y, con la inevitabilidad de nuevos fracasos bancarios y la escasez de capital disponible y crédito, este proceso continuará. Es verdad que las llamadas economías emergentes han continuado su crecimiento, pero es impensable que puedan permanecer apartadas de la crisis general cuando la afluencia de capital se agota y los precios de las mercancías retroceden. Por supuesto, este proceso tardará un tiempo y será desigual. Algunos países entrarán más pronto en crisis, otros más tarde. Pero al final, todos se verán arrastrados.
Es indiferente en qué país comience la crisis, lo principal es que en las condiciones modernas ésta pasará de un país y continente a otro. En este caso comenzó en EEUU, que es el país que había llevado hasta su máximo extremo la manía crediticia. Pero poco después, y contra todos los pronósticos de los economistas, se extendió a Irlanda, España, Gran Bretaña y a toda Europa. Sus repercusiones alcanzarán América Latina, Asia y África. Un país detrás de otro caerá como si se tratara de un dominó. China no escapará aunque por el momento sigue avanzando.
En una crisis los capitalistas están obligados a recurrir a medidas extraordinarias para acaparar una parte del mercado mermado. Recurren a la venta con descuento, al dumping y otros métodos para socavar a sus competidores. Con eso, agravan la crisis porque fomentan una espiral deflacionaria descendente. La gente retrasa sus comprar a la espera de precios más bajos y de esta manera empujan los precios aún más a la baja. Vemos este fenómeno más claramente en el mercado inmobiliario.
El contagio se extiende como una epidemia incontrolada de un país a otro. Será evidente que cada país ha sobre-exportado (es decir, sobreproducido) y también sobre-importado (sobre-comerciado). (Ver El Capital. Volumen 3. p. 481. En la edición inglesa). Será evidente que cada uno de ellos ha estirado el crédito demasiado y avivado las llamas de la inflación y la especulación, que ahora deben extinguirse, no importa a qué costo. Es decir, no es cuestión de este o ese país, de este o ese banco, de este o ese especulador individual, sino del propio sistema. Es verdad que ninguna recesión dura eternamente. A largo plazo, se alcanzará un nuevo equilibrio, los precios se estabilizarán, se restaurará la rentabilidad y comenzará un nuevo ciclo. Pero no hay ningún síntoma de esto a la vista. La crisis aún no ha terminado, apenas acaba de comenzar. Nadie sabe cuándo terminará. Y, de cualquier manera, como dijo Keynes, "a largo plazo todos estaremos muertos".
Es fácil ser sabio después que pasaron los acontecimientos. Los economistas burgueses son excelentes pronosticando las cosas cuando ya han ocurrido. En este aspecto se parecen a los autores de Viejo Testamento que pronosticaban con una precisión infalible acontecimientos históricos que habían ocurrido varios cientos de años antes. La gente crédula, como los Testigos de Jehová, están muy impresionados por ello, lo citan como una prueba de la inspiración divina de la Biblia. Otros, de una persuasión más escéptica y científica, dan la bienvenida a estas "predicciones" con grandes carcajadas. Las mismas personas que ridiculizaban a los marxistas y nos aseguraban que no habría más crisis, ahora gimen y agitan las manos. Nos dicen que es la crisis más profunda desde los años treinta, y esperan que nadie se dé cuenta de la flagrante contradicción entre esto y lo que decían solamente ayer.
La realidad es la siguiente: que durante los últimos veinte o treinta años los economistas burgueses no han comprendido nada, no han anticipado nada y no han previsto nada. Han sido incapaces de pronosticar los booms ni las recesiones. Han pasado décadas intentando convencernos de que el ciclo económico había desaparecido, que el desempleo de masas era algo del pasado, que el monstruo de la inflación se había domesticado, y así otras cosas por el estilo. Todos los políticos reformistas, naturalmente, aceptaban este sinsentido como una moneda buena. En Gran Bretaña, Gordon Brown alardeaba: "El ciclo de boom y recesión ha desaparecido". Ahora ha tenido que tragarse sus palabras porque la economía británica se desliza hacia la recesión. Todo esto demuestra que la economía burguesa no es adecuada para nada excepto para justificar un sistema degenerado y en bancarrota.
Lo que nosotros pronosticamos
Comparemos las perspectivas de los marxistas con las que trazó la burguesía. En contraste con los economistas burgueses que cometieron el grave error de creer su propia propaganda, la corriente marxista explicó la realidad de la situación en el documento Al filo de la navaja: perspectivas para la economía mundial¸ escrito en 1999, donde escribimos lo siguiente:
"En el pasado se decía que el papel de la Fed (Reserva Federal de EEUU) era llevar el cuenco de ponche cuando la fiesta estaba en pleno apogeo. Pero ya no es este el caso. Mientras públicamente hablan al público de fidelidad y austeridad, Alan Greenspan tolera la formación de la mayor orgía de especulación financiera de la historia, aunque debería ser consciente de los peligros que ello implica. Es como el emperador Nerón, que se divertía mientras Roma se quemaba. En realidad, subiendo los tipos de interés un miserable cuarto de punto, ha echado más leña al fuego de la especulación bursátil. De esta forma, el viejo dicho de ‘a quién los dioses desean destruir, primero lo vuelven loco’ es totalmente correcto".
Y seguimos leyendo:
"Las barreras fundamentales para el desarrollo de las fuerzas productivas en la época moderna son la propiedad privada de los medios de producción y el Estado nacional. Sin embargo, durante un tiempo el sistema pudo superar parcialmente estas barreras por una serie de medios, como el desarrollo del comercio mundial y la expansión del crédito. Hace tiempo Marx explicó el papel del crédito en el sistema capitalista. Es un medio a través del cual el mercado puede ir más allá de sus límites normales. En el mismo sentido, la expansión del comercio mundial puede proporcionar una salida durante un tiempo, a costa de preparar una crisis catastrófica aún mayor en el futuro:
" ’La producción capitalista está ocupada constantemente en el intento de superar sus barreras innatas, pero superarlas por medios que luego harán que estas mismas barreras adquieran un tamaño formidable. La barrera real de la producción capitalista es el propio capital’ " (El Capital, vol. 3).
"El circuito de la producción capitalista depende entre otras cosas del crédito. La solvencia de un eslabón de la cadena depende de la solvencia del otro. La cadena se puede romper por numerosos puntos. Más pronto o más tarde, el crédito debe saldarse en efectivo. Con demasiada frecuencia aquellos que se endeudan durante el proceso de auge capitalista se olvidan de este hecho. En la primera fase de expansión capitalista, el crédito actúa como un estímulo de la producción: ‘el desarrollo del proceso productivo se alarga por el crédito, y éste conduce a una extensión de las operaciones comerciales o industriales’ (El Capital, vol. 3).
"Ésta es sólo una cara de la moneda. La rápida expansión del crédito y la deuda empuja el mercado más allá de sus límites normales, pero en un cierto momento esto vuelve a su posición original. Durante el boom, el crédito parece no tener límites, como el Cuerno de la Abundancia de la antigua mitología griega. Pero tan pronto como aparece la crisis la ilusión se desvanece. Los reembolsos se retrasan, las mercancías no se venden en los mercados ya abarrotados y los precios caen. El desarrollo del mercado mundial no altera este proceso fundamental, salvo en que cuando se manifiesta lo hace con un alcance inmensamente mayor. La acumulación de deudas en última instancia hace más profunda y más prolongada la crisis de lo que hubiera sido de otra forma. La reciente historia de Japón es más que suficiente para confirmar esto. Después de una década de boom, caracterizada por el aumento rápido de los precios de los activos y las acciones, la burbuja estalló finalmente debido a un marcado aumento de los tipos de interés. La situación fue muy similar a la de EEUU en la actualidad. El 25 de diciembre de 1989, el Banco de Japón subió los tipos de interés causando una profunda caída de la Bolsa, pero como los precios del suelo aún continuaban subiendo fue necesario una nueva suba de los tipos de interés. En total, los tipos subieron un 6% y a final de año los precios de las acciones cayeron un 40%. A pesar de todo, el Banco de Japón mantuvo los tipos de interés elevados, medida entonces alabada por los economistas, que destacaron el prudente manejo de la economía por parte de la entidad japonesa. El resultado fue prolongar la recesión durante una década.
"Con la globalización y la abolición de las restricciones al crédito y las transacciones financieras, el alcance de la expansión nunca antes fue tan grande, ni tampoco el potencial para un crash a escala mundial. Sin embargo la crisis no se origina por el capital ficticio, por las estafas de la Bolsa y el uso excesivo del crédito. Marx lo explica en el tercer volumen de El Capital:
"’También ignoramos estas falsas transacciones y especulaciones que favorece el sistema crediticio. Entonces, una crisis sólo se puede explicar como resultado de una desproporción de producción entre el consumo de los capitalistas y su acumulación. La sustitución del capital invertido en producción depende en gran medida del poder de consumo de las clases no productivas; mientras, el poder de consumo de los trabajadores está limitado, en parte por las leyes salariales, en parte por el hecho de que son utilizados en la medida que son rentables para la clase capitalista. La razón última para todas las crisis reside en la pobreza y el consumo restringido de las masas frente al vigor de la producción capitalista en desarrollar las fuerzas productivas como si sólo el poder de consumo absoluto de la sociedad fuera su límite’" (El Capital, vol. 3)
"La expansión del comercio mundial y la apertura de nuevos mercados en Asia también proporcionaron un estímulo temporal, pero sólo a costa de provocar un colapso incluso mayor". (Fundación Federico Engels. Marxismo Hoy. Nº 7)
Estas líneas fueron escritas hace casi una década, cuando la aplastante mayoría de los economistas burgueses aún negaban la posibilidad de una recesión mundial. Así que tenemos todo el derecho a preguntar: ¿Quién comprendió mejor los procesos de la economía mundial y quién hizo predicciones correctas? ¿Los economistas burgueses o los marxistas?