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General: La sabiduría popular.
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: ELSANTANECO  (Mensaje original) Enviado: 28/07/2010 15:40

La sabiduría popular.

La gente del campo salvadoreña, es quizás una de las poblaciones más ricas en cuentos anécdotas, historias, leyendas etc.

Mi tío era el propietario de una grande finca que lindaba cerca de un cementerio.  Cada año mis amigo y yo subíamos a las hermosas temporadas de café. Todos éramos estudiantes del bachillerato, menos Willians que era universitario de Quinto años de abogacía jurídica. 

Lo que más nos gustaba era ir a las fogatas donde muchachas “rubias” de Clalate llegaban a las cortas de café. En aquellas fogatas y después de pasar todo los ajetreos del día, don Panchito, se sentaban frente al fuego en una piedra para contar sus muy habituales “historias”. 

La historia más conocido e “espeluznante”  era la de un cura sin cabeza que salía de las 18 horas en delante hasta las 00. Horas, todo los días. Aquel cura, había sido decapitado por los militares por el delito de haber ayudado a unos campesinos sospechosos de ser comunitas. Y de hecho, la tumba del cura yacía, como una afrente pública, precisamente a la entrada de aquel cementerio, hecho para la gente campesina, no para gente ilustre o religiosos de la “ilustre iglesia católica.  

Los lugareños que pensaban que aquel cura no descansaba en paz, por estar en un lugar no apropiado para su “clase social”, habían hecho más de mil cosas para ayudar aquella “alma en pena”. Según don Pancho, hasta una carta al propio papa habían enviado, para que la iglesia de la zona autorizara el traslado de los resto de aquel pobre cura obrero.

Mientras tanto, la hija de uno de aquellos militares que había visto aquel cura decapitado, había  muerto tres días después del susto.

Aquel año Willians no fue con nosotros. No sabíamos nada de él. Después de escuchar a don Pancho, o don Panchito, como lo conocía toda la gente cariñosamente, me fui a dormir, o por lo menos a intentar conciliar el sueño.

Al ser tan religioso no podía dejar de sentir miedo al recordar aquella espeluznante historia, que por el cura solo lo sentía por haber sido un paladín de la clase trabajadora.  Mientras intentaban dormir, alguien toco la puerta. Ton, ton, ton. ¿Quien es pregunte? Con miedo. Tenía una novia, más de alguna vez nos habíamos besado. ¿Seré ella?, me pregunte. Abrí la puerta. Naturalmente con miedo. No era mi novia, pero tampoco era el cura Sin cabeza, jejej era Willans.

Estaba vestido de Verde Olivo, tenia la barba larga, no sé si parecía rabino o a Fidel Castro. Halo vos, como estas me dijo? Que poso, Man, le dije. Dándole un apretón de manos, y un  breve abrazo que pude notar que tenía un fusil en su hombro.

Mira vos, me dijo, no le digas a nadie pero soy Miembro del FMLN, y necesito de tu ayuda. ¿En que te puedo ayudar le dije? Para mi era la primera vez que tenía a un guerrillero  “comunista” y ex amigo, frente a mí. Yo había leído unos manuales soviéticos, y un poco de la Revolución cubana, no era reaccionario a pesar de ser mi familia adinerada, pero de mi intelectualidad mediocre no pasaba a más.

Pero sabía que tenía que ayudar a Willians. Nos podes sacar hasta el cráter me dijo, vos conoces mejor que yo está zona. Esta bien exclame,  pero con una condición. Cual respondió Willians. Yo me niego ir desarmado. Y que armas podes usar, me dijo, dado que no tenemos tiempo para instruirte. Puedo usar todas las UZI, le dije. Me dio una Uzi, que daban una nena, con semblante argentino o tal vez universitaria también, no sé. Ella tenía en su mochila un G3 recortado. El cual armo, para su uso propio.

Partimos como a las 22 horas, cerca de las 23 y 30. Willians que se notaba que era el jefe del grupo toma la decisión más complicada, para mi aun juvenil mentalidad. Nos íbamos a quedar hasta el amanecer en la parte de una finca cuyo límite era precisamente frente al cementerio y frente a la tumba del Cura obrero, como lo conocían los oriundos de la zona. Willians Rompió el cerco, con una tijera corta acero, y nos pasamos a la otra parte del cementerio, mientras yo miraban aquella tumba, “cagandome de miedo”. Sentía los pies grandes, pesados como piedra. Pero no podía dar a conocer que tenia miedo, puesto que la “argentina” una  linda nena, estaba parada justo a mi lado.

Apretaba la UZI quizás, con tanta ansia  como su fuera la Biblia. Pero evidentemente no daba a conocer mi miedo porque me daba vergüenza, especialmente por las nenas, evidentemente más valientes que yo. Pero no tenía miedo a un combate, dado que deseaba  pelear con los soldados que por cierto sabía lo criminales que eran, especialmente los guardias nacionales. Tenia miedo al cura sin Cabe o decapitado.

Willlians, y su otra gente estaban muertos de cansados, por ende, era justo que yo hiciera la primera posta.

Me quedó en la posta, precisamente frente a la Tumba del Cura. Solo esperaba verlo. Y al verlo no sabia si dispararle, porque era un obrero, un justo que dio su vida por los humildes, decirle que ara comunista. ¡Pero como podrá comunicarse alguien sin Cabeza jejej.

Miraba con la cara llena de sudor, y mi cabella largo, como era la  moda de la época, aquella pequeña vereda donde el famoso cura decapitado se paseaba justo antes de la 00 horas. De pronto veo una sombra negra que con la luz de la luna se movía al son de  una pequeña brisa.

Por la gran puta, pensé, hoy si me canto la región de Diablos. Quite el seguro de mi arma, y  con un harto miedo, y con los pies temblorosos, me dirigí hacia aquella sombra negra. Mi única salvación era mis manuales ateos, que me daban calma pero no me quitaban el miedo. Mierda de mis manuales soviéticos, pensaba, por guevon (perezoso)  no los he leído todos.

Temblando de miedo, como sino fuera hombre bien macho jejej, avance hasta llegar a la sombra. Menos mal que las nenas estaban tan cansadas que dormían profundamente. Al llegar hasta la sombra, me di cuenta que era solo un reflejo. Era la sombra de un árbol de “Florifundia”  que pegaban precisamente sobre la tumba del Cura, la cual se movía por el viento.

Tres día después lleve un ramo de flores hasta la tumba del Cura y le prometí que cuando ganara la Revolución salvadoreña sus restos descansarían en paz.

 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: ELSANTANECO Enviado: 28/07/2010 16:07

 

 

Releído…

La sabiduría popular.

La gente del campo salvadoreña, es quizás una de las poblaciones más ricas en cuentos anécdotas, historias, leyendas etc.

Mi tío era el propietario de una grande finca que lindaba cerca de un cementerio.  Cada año mis amigo y yo subíamos a las hermosas temporadas de café. Todos éramos estudiantes del bachillerato, menos Willians que era universitario de Quinto años de abogacía jurídica. 

Lo que más nos gustaba era ir a las fogatas donde muchachas “rubias” de Clalate llegaban a las cortas de café. En aquellas fogatas y después de pasar todo los ajetreos del día, don Panchito, se sentaban frente al fuego en una piedra para contar sus muy habituales “historias”. 

La historia más conocida y “espeluznante”  era la de un cura sin cabeza que salía de las 18 horas en delante hasta las 00. horas, todo los días. Aquel cura, había sido decapitado por los militares, por el delito de haber ayudado a unos campesinos sospechosos de ser comunitas. Y de hecho, la tumba del cura yacía, como una afrente pública, precisamente a la entrada de aquel cementerio, hecho para la gente campesina, no para gente ilustre o religiosos de la “ilustre” iglesia católica.  

Los lugareños que pensaban que aquel cura no descansaba en paz, por estar en un lugar no apropiado para su “clase social”, habían hecho más de mil cosas para ayudar aquella “alma en pena”. Según don Pancho, hasta una carta al propio papa habían enviado, para que la iglesia de la zona autorizara el traslado de los resto de aquel pobre cura obrero.

Mientras tanto, la hija de uno de aquellos militares que había visto aquel cura decapitado, había  muerto tres días después del susto.

Aquel año Willians no fue con nosotros a las cortas. No sabíamos nada de él. Después de escuchar a don Pancho, o don Panchito, como lo conocía toda la gente cariñosamente, me fui a dormir, o por lo menos a intentar conciliar el sueño.

Al ser tan religioso no podía dejar de sentir miedo al recordar aquella espeluznante historia, qué por el cura solo lo sentía por haber sido un paladín de la clase trabajadora.  Mientras intentaba dormir, alguien toco la puerta. Ton, ton, ton. ¿Quien es pregunte? Con miedo. Tenía una novia, más de alguna vez nos habíamos besado. ¿Será ella?, me pregunte. Abrí la puerta. Naturalmente con miedo. No era mi novia, pero tampoco era el cura Sin cabeza, jejej era Willans.

Estaba vestido de Verde Olivo, tenia la barba larga, no sé si parecía rabino o a Fidel Castro. Hola vos, como estás  me dijo? Que paso, Man, le dije. Dándole un apretón de manos, y un  breve abrazo que pude notar que tenía un fusil en su hombro.

Mira vos, me dijo, no le digas a nadie pero soy Miembro del FMLN, y necesito de tu ayuda. ¿En que te puedo ayudar le dije? Para mi era la primera vez que tenía a un guerrillero  “comunista” y ex amigo, frente a mí. Yo había leído unos manuales soviéticos, y un poco de la Revolución cubana, no era reaccionario a pesar de ser mi familia adinerada, pero de mi intelectualidad mediocre no pasaba a más.

Pero sabía que tenía que ayudar a Willians. Nos podes sacar hasta el cráter me dijo, vos conoces mejor que yo está zona. Esta bien exclame,  pero con una condición. Cual respondió Willians. Yo me niego ir desarmado. Y que armas podes usar, me dijo, dado que no tenemos tiempo para instruirte. Puedo usar todas las UZI, le dije. Me dio una Uzi, que andaba una nena, con semblante argentino o tal vez universitaria también, no sé. Ella tenía en su mochila un G3 recortado. El cual armo, para su uso propio.

Partimos como a las 22 horas, cerca de las 23 y 30. Willians que se notaba que era el jefe del grupo toma la decisión más complicada, para mi aun juvenil mentalidad. Nos íbamos a quedar hasta el amanecer en la parte de una finca cuyo límite era precisamente frente al cementerio y frente a la tumba del Cura obrero, como lo conocían los oriundos de la zona. Willians Rompió el cerco, con una tijera corta acero, y nos pasamos a la otra parte del cementerio, mientras yo miraban aquella tumba, “cagandome de miedo”. Sentía los pies grandes, pesados como piedra. Pero no podía dar a conocer que tenia miedo, puesto que la “argentina” una  linda nena, estaba parada justo a mi lado.

Apretaba la UZI quizás, con tanta ansia  como si fuera la Biblia. Pero evidentemente no daba a conocer mi miedo porque me daba vergüenza, especialmente por las nenas, evidentemente más valientes que yo. Pero no tenía miedo a un combate, dado que deseaba  pelear con los soldados que por cierto sabía lo criminales que eran, especialmente los guardias nacionales. Tenia miedo al cura sin Cabeza o decapitado.

Willlians, y su otra gente estaban muertos de cansados, por ende, era justo que yo hiciera la primera posta.

Me quedó en la posta, precisamente frente a la Tumba del Cura. Solo esperaba verlo. Y al verlo no sabia si dispararle, porque era un obrero, un justo que dio su vida por los humildes, o decirle que ara comunista. ¡Pero como podrá comunicarse alguien sin Cabeza jejej.

Miraba con la cara llena de sudor, y mi cabello largo, como era la  moda de la época, mojado del sudor,  aquella pequeña vereda donde el famoso cura decapitado se paseaba justo antes de las 00 horas. De pronto veo una sombra negra que con la luz de la luna se movía al son de  una pequeña brisa.

Por la gran puta, pensé, hoy si me canto la región de Diablos. Quite el seguro de mi arma, y  con un harto miedo, y con los pies temblorosos, me dirigí hacia aquella sombra negra. Mi única salvación era mis manuales ateos, que me daban calma pero no me quitaban el miedo. Mierda de mis manuales soviéticos, pensaba, por guevon (perezoso)  no los he leído todos.

Temblando de miedo, como sino fuera hombre bien macho jejej, avance hasta llegar a la sombra. Menos mal que las nenas estaban tan cansadas que dormían profundamente. Al llegar hasta la sombra, me di cuenta que era solo un reflejo. Era la sombra de un árbol de “Florifundia”  que pegaban precisamente sobre la tumba del Cura, la cual se movía por el viento.

Tres día después lleve un ramo de flores hasta la tumba del Cura y le prometí que cuando ganara la Revolución salvadoreña sus restos descansarían en paz.



 
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