Al conmemorarse un nuevo aniversario de la Guerra de 1973, según el calendario gregoriano, creemos oportuno ofrecer una breve reseña de la confrontación bélica.
Un ataque por sorpresa
El 6 de octubre de 1973, Iom Kipur, el día más sagrado del calendario judío, Egipto y Siria comenzaron un sorpresivo ataque coordinado contra Israel. El equivalente de las fuerzas totales de la OTAN en Europa se movilizó sobre las fronteras del Estado judío. En las Alturas de Golán, aproximadamente 180 tanques israelíes enfrentaron la embestida de 1.400 tanques sirios. A lo largo del Canal de Suez, menos de 500 defensores israelíes fueron atacados por 80.000 egipcios.
Puesto a la defensiva durante los primeros dos días de combate, Israel movilizó sus reservas, rechazó a los invasores y finalmente llevó la guerra al territorio sirio y egipcio. Los Estados árabes fueron rápidamente reabastecidos por mar y aire desde la Unión Soviética, que rechazó los esfuerzos de Estados Unidos por alcanzar un inmediato cese del fuego. Como resultado, Estados Unidos comenzó con retraso su propio puente aéreo hacia Israel.
Dos semanas más tarde, Egipto fue salvado de una desastrosa derrota por el Consejo de Seguridad de la ONU, que había dejado actuar mientras la marea estaba a favor de los países árabes.
La Unión Soviética no mostró ningún interés en tomar medidas para la pacificación; mientras parecía que los árabes podrían ganar. Lo mismo puede decirse del secretario general de la ONU, Kurt Waldheim.
El 22 de octubre, el Consejo de Seguridad adoptó la Resolución 338 que pedía a “todas las partes que combaten que cesen toda hostilidad y finalicen de inmediato toda actividad militar”. La votación se produjo el día en que las fuerzas israelíes habían cercado al Tercer Ejército egipcio y se disponían a destruirlo.
Pese al éxito final del Ejército de Defensa de Israel en el campo de batalla, la guerra fue considerada un fracaso diplomático y militar. Un total de 2.688 soldados israelíes fueron muertos.
En 1971, el presidente egipcio Anwar Sadar sugirió la posibilidad de firmar un acuerdo con Israel, siempre que todos los territorios ocupados le fueran devueltos. Sin embargo, no se hizo ningún avance hacia la paz; de manera tal que, al año siguiente, Sadat dijo que la guerra era inevitable y que se preparaba para sacrificar a un millón de soldados en la confrontación con Israel.
Su amenaza no se materializó ese año. A lo largo de 1972, y gran parte de 1973, Sadat amenazó con la guerra a menos que obligaran a Israel a aceptar su interpretación de la Resolución 242: total retirada de los territorios tomados en 1967.
Simultáneamente, el líder egipcio llevó a cabo una ofensiva diplomática entre los países europeos y africanos para ganar apoyo a su causa. Apeló a los soviéticos para presionar a Estados Unidos y para que le proporcionaran a Egipto más armas ofensivas para cruzar el Canal de Suez. La Unión Soviética estaba más interesada en mantener la estrategia de disuasión que en la confrontación en el Oriente Medio; por lo tanto, rechazó las demandas de Sadat. La respuesta de Sadat fue expulsar abruptamente a cerca de 20.000 asesores soviéticos de Egipto.
En una entrevista en abril de 1973, Sadat advirtió nuevamente que volvería a hacer la guerra con Israel. Pero era la misma amenaza que había hecho en 1971 y en 1972, y la mayoría de los observadores permanecieron escépticos. Estados Unidos coincidió con el punto de vista de Israel de que Egipto debía entablar negociaciones directas. La tregua auspiciada por Estados Unidos llevaba tres años, y el secretario de Estado Henry Kissinger había abierto un nuevo diálogo a favor de la paz en la ONU.
Casi todo el mundo creía que la posibilidad de una nueva guerra era remota.
Sadat reaccionó rudamente a la iniciativa de Kissinger: “Estados Unidos sigue estando bajo la presión sionista. Los lentes que Estados Unidos usa son lentes enteramente sionistas, que lo ciegan completamente de todo, excepto a lo que Israel quiere. Nosotros no aceptamos eso”.
Al menos nueve países árabes, entre ellos cuatro naciones alejadas de Oriente Medio, colaboraron activamente con el empeño bélico de Egipto y Siria.
Unos pocos meses antes de la Guerra del Iom Kipur, Irak transfirió un escuadrón de aviones caza a Egipto. Durante la Guerra, una división iraquí de unos 18.000 hombres y varios centenares de tanques fueron emplazados en el Golán Central y participaron en el ataque del 16 de octubre contra las posiciones israelíes. Los Migs iraquíes comenzaron a operar sobre las Alturas de Golán desde el 8 de octubre, el tercer día de la Guerra.
Además de servir como respaldo económico, Arabia Saudita y Kuwait enviaron tropas al frente de batalla. Una brigada saudita de aproximadamente 3.000 hombres fue despachada a Siria, donde participó en los alrededores de Damasco. Asimismo, Libia envió aviones de combate Mirage a Egipto, violando la prohibición de París de transferir armamentos de fabricación francesa. (De 1971 a 1973, el presidente libio Muamar Kadafi concedió a El Cairo más de 1.000 millones de dólares en ayuda para rearmar a Egipto y pagarle a los soviéticos por las armas que le fue suministrando).
“Todos los países deben librar la guerra contra los sionistas, que quieren asolar todas las instituciones humanas, destruir la civilización y la obra que pretenden hacer las buenas personas”, rezaba un artículo publicado entonces.
Otros países norafricanos respondieron al llamado de árabes y soviéticos de ayuda para los países que se encontraban en el frente de combate. Argelia envió tres escuadras de aviones cazas y bombarderos, una brigada blindada y además 150 tanques. Aproximadamente de 1.000 a 2.000 soldados tunecinos tomaron posición en el delta del Nilo. Sudán estacionó 3.500 soldados en el sur de Egipto, y Marruecos envió tres brigadas al frente, incluidos 2.500 combatientes a Siria.
Las unidades de radar libanesas fueron usadas por las fuerzas de la defensa aérea de Siria. El Líbano también permitió que terroristas palestinos bombardearan asentamientos civiles israelíes desde su territorio. Los palestinos lucharon en el frente sur junto con los egipcios y los kuwaitíes.
El participante menos entusiasta en la contienda de octubre fue probablemente el rey Hussein de Jordania, a quien aparentemente no habían mantenido informado de los planes de guerra egipcios y sirios. Pero Hussein envió dos de sus mejores unidades, la cuadragésima y la sexagésima brigada blindada a Siria. Estas fuerzas tomaron posición en el sector sur, defendiendo la ruta principal Amán-Damasco y atacaron posiciones israelíes a lo largo de la carretera de Kuneitra-Sassa, el 16 de octubre. Tres baterías de artillería jordanas también participaron en el asalto, llevado a cabo por cerca de 100 tanques.
El ministro sirio de Defensa Mustafá Tlas dijo a la Asamblea Nacional siria en diciembre de 1973 sobre el siguiente ejemplo de “supremo valor” de las tropas sirias: “Existe el caso notable de un recluta de Alepo que asesinó a 28 soldados judíos por sí mismo, matándolos como corderos. Todos sus camaradas de armas fueron testigos de esto. Él mató a tres de ellos con un hacha y los decapitó… Luchó cara a cara con uno de ellos y arrojando su hacha se las arregló para romperle el cuello y devorarle la carne en presencia de sus camaradas. Éste es un caso especial. Necesitaba yo destacarlo para condecorarlo con la Medalla de la República. Le concederé esta medalla a cualquier soldado que tenga éxito en matar a 28 judíos, y le cubriré con aprecio y honor su bravura”.
Numerosos observadores reportaron que el tratamiento de Israel a los soldados capturados fue irreprochable. Hugh Baker, representante de Amnistía Internacional, declaró: “Ellos han sido bien tratados… y parecen estar recibiendo la mejor asistencia médica posible”.
Poco después de su liberación, el coronel sirio Atnon El-Kodar se quejó de haber sido maltratado por los médicos israelíes, acusándoles de que innecesariamente le habían amputado una pierna. Un periodista norteamericano, Ed de Fontaine, que había conocido a Kodar en un hospital israelí, pensaba que el coronel debía “tener muy mala memoria respecto a lo que se había hecho para salvarle la vida… Él me dijo que le debía la vida a [su] médico”.
En contraste, los soldados israelíes capturados por tropas sirias y egipcias fueron maltratados. Después de rendirse, docenas de prisioneros de guerra israelíes fueron asesinados, otros fueron torturados en violación a la Convención de Ginebra sobre Prisioneros de Guerra.
Según un informe presentado ante la Cruz Roja Internacional por el Gobierno de Israel, el 8 de diciembre de 1973, las tropas israelíes descubrieron cadáveres de soldados israelíes en las Alturas de Golán, atados de pies y manos, y con los ojos sacados. Habían sido ejecutados a quemarropa.
En el frente egipcio, según un informe presentado ante la Cruz Roja el 9 de diciembre de 1973, a los soldados israelíes no les fue mejor. Los soldados que se rindieron fueron apaleados, sujetos a flagelaciones, agresiones sexuales, quemaduras y hambre y muchos fueron ejecutados.
Después de la guerra, Siria rehusó durante meses proporcionar listas de prisioneros de guerra a Israel, a la Cruz Roja o al secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger.
El Sunday Times de Londres reportó que los oficiales sirios habían entregado prisioneros de guerra israelíes a los equipos de interrogación militar soviéticos. “Los interrogadores …han empleado técnicas médicas y de otras clases para quebrar la resistencia de los israelíes”, decía el Times.
Kuneitra, un pequeño poblado situado justo al norte de la frontera sirio-israelí, no fue destruido por Israel después de la guerra. El pueblo resultó gravemente afectado tanto en el conflicto de 1967 como en el de 1973. En la Guerra de Iom Kipur fue bombardeado y capturado por tropas sirias, retomado por los israelíes, y luego defendido contra intensos contraataques sirios. Los tanques rodaron por el pueblo, entre los edificios y a través de ellos. Kuneitra también sufrió daños durante los 81 días de duelos de artillerías que precedieron al cese de hostilidades.
La estratégica posición de Kuneitra cerca de la frontera israelí resultaba conveniente para la localización de las instalaciones del Ejército sirio, incluidos los centros de mando y de control en toda el área del frente. Siria concentró por lo menos a la mitad de su ejército en esta región, de la cual Kuneitra era la capital. Allí se construyeron instalaciones militares, cuarteles, centros de apoyo, y depósitos de combustible y municiones. Como resultado, la fuente de subsistencia de los habitantes dejó de ser la agricultura del campesinado primitivo para convertirse en el servicio del Ejército.
Mucho antes de la supuesta destrucción del pueblo por Israel, el Times de Londres reportaba que Kuneitra, que una vez “tuvo alrededor de 17.000 habitantes además de una guarnición del ejército sirio… está en ruinas y desolada luego de siete años de guerra y pillaje. Parece ahora un pueblo del oeste sacudido por un terremoto… Casi todos los edificios están seriamente dañados y varias decenas se han derrumbado…”.