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General: Entrevista con un vampiro sionista
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من: Matilda  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 29/09/2010 22:00
Entrevista con un vampiro.
Ariel Sharon <br />
Ariel Sharon
Este es el texto de una entrevista a Ariel Sharon (señalado en el texto como T) realizada por Amos Oz, conocido periodista y escritor israelí de izquierdas y antiguamente pacifista, publicada en el periódico israelí Davar el 17 de diciembre de 1982. El texto apareció en 1983 en una selección en hebreo del mismo autor, traducida ese mismo año al francés por Clamann Lévy en París con el título: "Las voces de Israel". Oz tituló esta entrevista "Tierno y delicado"
 

"¿Es posible que lo que Hitler infligió a los judíos no haya sido solamente un hachazo, sino también una mordedura de serpiente cuyo veneno se ha insinuado en los corazones de algunos de nosotros?"
  Amós Oz


Entrevista con el Vampiro

 
 
Más vale ser un judeo-nazi vivo que un mártir muerto.
 
"Por mí, puede usted calificarme de lo que quiera, de monstruo o de asesino, si le gusta. Tenga muy en cuenta que yo no odio a los árabes. Al contrario. Personalmente, me siento mucho mejor entre ellos, sobre todo con los beduinos, que entre los yids [1]. Los árabes, al menos aquellos a los que no hemos corrompido, son personas orgullosas, razonables, crueles o generosas según haya necesidad. Los yids son completamente retorcidos. Para enderezarlos habría que retorcerlos con fuerza en el otro sentido. En dos palabras, esta es toda mi filosofía.

"Por mí, puede otorgar al Estado de Israel todos los nombres de infamia que quiera, llamarlo Estado judeo-nazi si le apetece, como Liebovitz [2], ¿por qué no? Más vale un judeo-nazi vivo que un mártir muerto. A mí me da igual ser un Gadafi. A los goyim [3] no les pido ni su admiración ni su cariño. Tampoco les pido nada a judíos de su especie. Tengo ganas de vivir, tengo ganas de que mis hijos vivan, con o sin la bendición del Papa y de los otros grandes espíritus del New York Times. Al primero que levante la mano contra mí o contra mis hijos, lo destruiré, a él y a sus hijos, sin preocuparme de la sacrosanta pureza de las armas, y ya sea católico, musulmán, judío o pagano. A lo largo de toda la Historia, las almas nobles que se han negado a matar han sido masacradas por sus vecinos: es una Ley de Bronce [4].
 
¡Gracias a Dios, nos hemos desecho de ser la élite y la luz! ¡Cuánta mierda envuelta en seda!
 
"Aunque usted me demuestre matemáticamente que la guerra que hacemos ahora en el Líbano y que estamos lejos de haber terminado no es en absoluto una guerra limpia ni moral, ni digna de nosotros, me tiene sin cuidado. Aún diría más: aunque usted me demuestre que en el Líbano no hemos alcanzado ni alcanzaremos ninguno de los objetivos que nos habíamos fijado, ni la llegada al poder de un gobierno libanés bien dispuesto hacia nosotros, ni la retirada de los sirios, ni la destrucción de la OPL, ni Haddad, ni los cuarenta kilómetros [5]: me tiene sin cuidado. Aun con todo, valía la pena. Y si tuviera que suceder que dentro de un año que Galilea vuelve a recibir obuses katiusha, lo que me da un poco igual, haremos otra guerra, destruiremos y mataremos dos veces más hasta que tengan bastante. ¿Y sabe por qué valía la pena? Porque hay muchas posibilidades, me parece, de que esta guerra nos haya hecho dignos de odio para todos los países que se dicen civilizados [6]. De una vez por todas. Así quizá acaben definitivamente todos los charloteos sobre la especificidad de la moral judía, sobre las lecciones que hay que aprender del genocidio y de las persecuciones, sobre los judíos que se supone que salieron de las cámaras de gas con el alma blanca y pura. ¡Basta de sandeces! Lo que hicimos en Tiro y Saida [Sidón], la destrucción de Ein-Haloue [7] (lástima que ese nido de víboras no haya sido totalmente aniquilado), los fuertes bombardeos sobre Beirut, las minúsculas masacres en esos campos de quinientos árabes, usted habla de masacre; es una pena que fueran las Falanges las que se ocuparon y no nosotros, con nuestras manos tiernas y delicadas. Pues bien, todas estas nobles y buenas acciones han terminado definitivamente con la viejas cantinelas a propósito del pueblo de élite, luz de las naciones. ¡Cuánta mierda envuelta en seda! ¡Gracias a Dios, nos hemos desecho de ser la élite y la luz!.
 
¿Son desgraciados los malos en ese mundo? 
No sufren ni indigestión ni castigo divino.
 
"Sepa que yo personalmente no tengo ninguna razón de ser mejor que Jomeini, que Breznev, Assad, Gadafi o Margaret Thacher, e incluso que Henry Truman [8] que mató a medio millón de japoneses en dos bonitos bombardeíllos. Quiero ser más astuto que ellos. Más hábil, más prudente, más eficaz, pero en ningún caso tengo la ambición de ser mejor o más hermoso. Dígame usted mismo: ¿son desgraciados los malos en ese mundo? ¿qué les falta? A cualquiera que trata de atentar contra ellos de cualquier manera, le cortan brazos y manos. Incluso a veces a quienes no les han hecho nada. Cogen y devoran todo lo que tienen ganas de comer, cuando tienen suficiente fuerza para cogerlo y devorarlo. Y luego no sufren ni indigestión ni castigo divino.
 
Lo esencial es que se sepa que conviene acercarse a nosotros de puntillas. Para no encolerizar a la bestia herida.
 
Lo que yo quiero [9] es ver que Israel forma parte de ese club. Es cuestión de tiempo. Quizá el mundo empiece por fin a temerme antes que a compadecerme. Quizá se teman mis ataques de locura en vez de extasiarse ante mi noble alma. ¡Que se pongan a temblar! ¡Que nos traten de país de locos! ¡Que se digan que somos unos salvajes, que suponemos un peligro de muerte para todos los vecinos, que somos unos anormales, capaces de entrar en cólera por el asesinato de un solo niño, uno solo, y a causa de ello de hacer volar por los aires los pozos de petróleo de todo Oriente Medio. Y, dicho sea de paso, si se tratara de un niño vuestro tendríais el mismo lenguaje que yo. Que tengan en cuenta en Moscú, en Washington, en Damasco y en China que si tiran sobre nosotros, sobre un embajador, un cónsul, o incluso un tercer secretario encargado de cuestiones filatélicas, somos capaces, sin prevenir, antes de desayunar, de desencadenar una tercera guerra mundial. Con esta imagen de nosotros mismos, nos atraeremos -no se sorprenda- simpatías. Vistas las ideas que prevalecen hoy en la juventud y entre los intelectuales de Occidente, todos esos pijos y afeminados, se considerará que si nos conducimos así, es que somos víctimas de una injusticia y que nos vemos reducidos a la desesperación y al furor. Y en ese caso, se apresurarán a manifestarnos su apoyo y a identificarse con nuestra lucha. Así es como funciona la retorcida psicología de las nobles almas retorcidas. ¡Lea a Frantz Fanon! De todas formas, con o sin manifestaciones de apoyo a un Israel desesperado y, por lo tanto, peligroso, lo esencial es que se sepa que conviene acercarse a nosotros de puntillas. Para no encolerizar a la bestia herida. Que den vueltas a nuestro alrededor de puntillas.¡No será demasiado pronto!" [10]
 
Instalados T. y yo en la terraza de su agradable casa de campo, en uno de los moshav [11] más acomodados, contemplamos el espectáculo de una brillante puesta de sol sobre la cresta de las nubes, que alumbra en el horizonte inciertos incendios a las cambiantes luces de fuego, de oro, de malva y de gris tornasolado. Los naranjos [12] nos rodean de sus olores densos y sensuales. Estamos sentados ante un café, servido en unos finos vasos altos. T., quincuagenario [13], cuyo nombre se ha visto una vez más mezclado con episodios gloriosos, es un hombre fuerte y pesado, vestido con un pantalón corto, y cuya piel tiene el halo metálico de los rubios que viven al sol. Ha extendido sus piernas peludas ante sí y ha apoyado en los brazos del asiento sus manos nudosas, parecidas a dos bestias de carga, enormes y cansadas. En su cuello se adivina una cicatriz. Al tiempo que pasea la mirada por el naranjal y las huertas que se extienden por el flanco de una colina, me dicta con una voz calma, enronquecida por el tabaco, lo esencial de su filosofía:
 
Ahora (los judíos no israelíes) las están pasando canutas por nuestra culpa y, créame, es un placer verlo.
 
"Todavía hay otra cosa, más importante que todas las demás, el fruto más dulce de esta guerra en el Líbano: que ahora ya no se odia sólo a Israel, también se detesta a todos esos pequeños judíos delicados de París, de Londres, Nueva York, Frankfurt, Montreal y de otros países del mismo tipo. Por fin se les odia, a los amables pequeños yids que se pasan el día diciendo que ellos son diferentes, que no tienen nada en común con esos golfos de israelíes, que ellos son judíos de otra especie, limpios y honestos [14]. Igual que en otra época el judío asimilado de Viena o de Berlín suplicaba al antisemitismo que no lo confundiera con el Judío del Este, chillón y maloliente que se insinuaba en la sociedad civilizada para salir de su sucio gueto de Ucrania o de Polonia. No les sirvió de nada. Ni tampoco les servirá de nada a nuestros limpitos yids gritar hasta mañana que condenan a Israel, que nunca han querido ni querrán jamás hacer daño ni siquiera a una mosca, que prefieren dejarse degollar antes que luchar, que tienen por misión enseñar a los goyim la manera de ser buenos cristianos y de poner siempre la otra mejilla. No les servirá absolutamente para nada. Ahora las están pasando canutas por nuestra culpa y, créame, es un placer verlo. Sienta muy bien. Están acabados, esos pequeños judíos que han convencido a los goyim de ceder ante los cabrones de Vietnam, de ceder ante Jomeini, de ceder ante Brezniev, de tener piedad con el jeque Yamani por su infancia de colonizado, de hacer el amor y no la guerra. O mejor, no hacer ni lo uno ni lo otro sino escribir una tesis doctoral sobre el amor y la guerra. Se ha acabado todo eso. Ni siquiera pueden soportar al yid perfectamente maquillado, porque no se ha contentado con crucificar a Jesús, ha tenido que crucificar también a Arafat en Sabra y Chatila. ¡Helos ahí, metidos en el mismo saco que nosotros, y es fantástico! Se profanan sus cementerios, se queman sus sinagogas, se les insulta con todos los insultos clásicos, se le echa de los clubes honrados, se les dispara en sus restaurantes folklóricos, se asesina un poco a sus hijos, se les obliga a quitar la mezuza de sus puertas, a mudarse, a cambiar de profesión y pronto se pondrá esta inscripción en sus lujosas mansiones: "Judíos a Palestina". Y, ¿sabe qué? Vendrán a Palestina, no tendrán elección.
 
"Eso es lo que nos ha tocado de prima por la guerra del Líbano -Dígame: ¿no valía la pena? Los buenos tiempos ya no están muy lejos ahora, amigo.
 
Si un vecino se alza contra nosotros, hay que quitarle por la fuerza, incluido el uso de armas atómicas y definitivamente, la mitad de su territorio y quemarle la otra mitad. Incluido el petróleo.
 
"Los judíos van a empezar a venir. Los nuevos inmigrantes ya no se irán y los emigrantes volverán. Entonces los judíos asimilados comprenderán que no les sirve de nada ofrecerse voluntarios para ser "la conciencia de la humanidad" y todo eso. La conciencia de la humanidad comprenderá por medio de su culo lo que no ha podido entrar por su cabeza atascada: que los goyim, hoy como siempre, están enfermos de los yids y de su noble conciencia. Al pueblo judío no le quedará más que una vía: volver a casa, todos, y rápido, construirse un fuerte blindaje, una muralla sólida con un nido de metralletas en cada esquina y luchar como diablos contra todo aquel que ose abrir el pico por los alrededores. Si un vecino se alza contra nosotros, hay que quitarle por la fuerza, y definitivamente, la mitad de su territorio y quemarle la otra mitad. Incluido el petróleo. Incluido el uso de armas atómicas. Hasta que se le pasen las ganas de buscarnos las cosquillas. ¿Sabe en qué acabará todo esto? Agárrese, amigo, se va a llevar una buena sorpresa; le voy a decir a qué nos llevará todo esto. A tres grandes y nobles cosas, morales y justas, que usted como yo desea sin saber cómo obtenerlas: Primero, a la reagrupación de los exiliados; segundo, a la vuelta a Sión y tercero, a una paz justa y duradera. Perfecto. Después de eso el país conocerá más cuarenta años de paz y se realizará todo lo que deseamos. Ya no estaremos desarraigados, cada uno vivirá bajo su viña.
 
"En cuanto hayamos acabado este capítulo, el de la violencia, entonces será vuestro turno, el turno de declamar vuestro texto. Produzcan para nosotros una hermosa cultura, unos valores, el humanismo. Hagan la amistad entre los pueblos, la luz de las naciones, todo lo que quieran, la moral de los profetas. Háganos un Estado judío humanista por el que todo el mundo se felicitará, y por el que ustedes se felicitarán los primeros. Hagan que nos aplaudan mucho y el campeonato del mundo de altura moral. Así es, amigo. Primero vienen Josué y Jefté para limpiar el lugar, borrar cualquier huella de Amalek y después, sólo después, quizá venga el tiempo del profeta Isaías con el lobo y la oveja, el tigre y la cabra y todo ese zoo encantador. A condición de que también en los tiempos mesiánicos nosotros seamos el lobo y los goyim del lugar sean la oveja. Para mayor seguridad.
 
Lo único que yo sé es que mientras uno luche por su existencia, todo está permitido. Absolutamente todo.
 
"Me pregunta usted si no temo que la masa de pequeños judíos que nos van a enviar los antisemitas no nos envuelva en su melaza y nos reblandezca completamente. Mire: la historia tiene sus artimañas, su dialéctica, su ironía. ¿Quién ha ampliado las fronteras del Estado de Israel casi tanto como el Rey David desde el monte Hermón hasta Ras-Mohamad [15]? Levi Ben Dvora [Levi Eshkol]. Ha tenido que ser ese discípulo de Gordon, ese afeminado, ese vegetariano. ¿Quién en cambio se prepara para volvernos a meter dentro de los muros del gueto, quién es el cuervo estúpido de la fábula que canta para el zorro y deja caer el queso?¿Quién ha devuelto todo el Sinaí para tener una apariencia conveniente? ¡El jefe del Betar en Polonia! Este hombre tan orgulloso, Menahem Ben Hassia [Bejín]. Fíjese que nunca se puede estar seguro de nada. Lo único que yo sé es que mientras uno luche por su existencia, todo está permitido. Incluso lo que no lo está, incluso echar a todos los árabes de la orilla occidental del Jordán. Absolutamente todo.
 
"Judeo-nazismo, sí, Liebovitz tiene razón. Y, entonces, ¿por qué no? Escúcheme, amigo mío. Un pueblo que se ha dejado aniquilar y masacrar, que ha permitido que se haga jabón con sus hijos y pantallas de lámpara con la piel de sus mujeres, ese pueblo es un criminal mayor que sus asesinos. Peor que los nazis. Vivir en este mundo de lobos sin usar los puños, los dientes y las uñas es un crimen más horrible que asesinar. La prueba: los hijos de Heydrich, de Himmler y de Eichmann viven mejor que quieren e incluso se dan el lujo echarnos un sermón, mientras que los hijos de Baal-Shem Tov, de Gaon de Vilna y de todos los judíos humanistas y pacifistas que filosofaban tan bien en Praga y Berlín, esos no nunca le echarán un sermón a nadie. Han desaparecido para siempre.
 
Si nuestros deliciosos padres hubieran venido aquí, si -y no se caiga de la silla- hubieran masacrado a seis millones de árabes, o incluso nada más que un milloncillo, ¿qué habría pasado?
 
"Lea la poesía de Uri Zvi Greenberg [16] en vez del agua de rosas de Gordon y de Martin Buber. Tome, por ejemplo, su poema: "Dios mío, Padre de las Naciones". Apréndaselo de memoria: puede que un día eso salve la vida a sus hijos. Si nuestros deliciosos padres en vez de escribir obras sobre el amor del género humano, en vez de ir hacia las cámara de gas cantando "Escucha, Israel", si hubieran venido aquí, si -y no se caiga de la silla- hubieran masacrado a seis millones de árabes, o incluso nada más que un milloncillo, ¿qué habría pasado? Seguramente se habrían escrito sobre ellos dos o tres páginas poco agradables en los libros de historia, se les habría calificado con todo tipo de adjetivos, pero ahora nos encontraríamos aquí, un pueblo de veinte, veinticinco millones de habitantes. Respetable, ¿no? Y nuestros escritores habrían escrito hermosas novelas, como Gunter Grass o Heinrich Böll, sobre nuestro sentimiento de culpabilidad, nuestra vergüenza y nuestro arrepentimiento, y nos habrían aportado varios premios Nobel de literatura y de moral. Nuestro gobierno incluso hubiera podido pagar, gracias a los ingresos de nuestros pozos de petróleo, indemnizaciones a los árabes que no hubiéramos tenido tiempo de liquidar. Pero, al menos, el pueblo judío se encontraría en su tierra. ¡Veinte, veinticinco millones! Y, créame, a pesar de nuestros crímenes, todos esos cabrones de Moscú y de Washington no habrían dejado de adularnos de la mañana a la noche y de bombardearnos de halagos y de proposiciones. A pesar de nuestras manos cubiertas de sangre.
 
Estoy dispuesto a ocuparme voluntariamente de ejecutar el trabajo sucio, de los asesinatos de árabes según haya necesidad, de echar, quemar exiliar; todo lo que haga falta para que se nos odie.
 
"Aún hoy, por el pueblo judío estoy dispuesto a ocuparme voluntariamente de ejecutar el trabajo sucio, de los asesinatos de árabes según haya necesidad, de echar, quemar exiliar; todo lo que haga falta para que se nos odie. Dispuesto a calentar el suelo que pisan los yids de la diáspora hasta que se vean obligados a precipitarse a venir gritando hasta aquí. Aunque para ello tenga que volar por los aires varias sinagogas. Me da igual. Y me da igual si cinco minutos después de que haya acabado todo el trabajo sucio, cuando se haya logrado el objetivo y todo esté en su sitio, ustedes me hacen un proceso de Nuremberg. Me puede condenar a prisión de por vida. Me pueden colgar por crímenes de guerra [17] si les da la gana. Después limpiaréis cuidadosamente con lejía vuestra noble conciencia y seréis lo bastante guapos, altos y sanos como para entrar en el club de los pueblos civilizados. No lo duden. Déjenme que me ocupe de ese trabajo sucio, insúltenme con todos los insultos que se les ocurran. Lo que ustedes no pueden comprender es que el trabajo repugnante del sionismo no se acabó en 1948 y por vuestra culpa. A causa del 'yidismo' de vuestra alma, de vuestro espíritu heredado del exilio, del complejo de Herbert Hizé. ¡Es una lástima! Hubiéramos podido ser hoy un pueblo como los demás, con una moral de vegetarianos, con relaciones de buena vecindad con Iraq y Egipto, incluso con un breve certificado de antecedentes penales. Como todo el mundo, como los ingleses, como los franceses, como los alemanes y los norteamericanos, que han tenido mucho tiempo para olvidar lo que les hicieron a los indios, y como los australianos, que masacraron a casi todos los indígenas. ¿Qué hay de malo en ello? Un pueblo honorable con un certificadillo de antecedentes penales. Ocurre en las mejores familias. Y ya se lo he dicho, estoy dispuesto a asumir el certificado de antecedentes penales con Begin y Raful [18]. Acepto que sean ustedes quienes me sucedan, ustedes los cantarines mañanas, los puros, los vegetarianos. Ustedes escribirán libros de arrepentimiento sobre mis crímenes. El público admirará vuestro sentido moral. Y se les perdonará. Serán introducidos en los salones de más alto copete. Pero sólo después de que mi cañón y mi napalm hayan quitado a los indios las ganas de arrancar las cabelleras de vuestros hijos y de los míos, y después de que millones de yids hayan encontrado aquí una casa lo bastante grande como para acogerlos.
 
Mire en torno a usted con los ojos bien abiertos, verá que se acerca la noche, vuelve la noche.
 
"¿Por qué los llamo siempre yids? Se lo voy a decir. No con mis palabras, porque yo soy un judeo-nazi, ¿no?, sino con las palabras de nuestro Maestro Moisés, ¿sabe?, el de los Diez Mandamientos, un judío al que hasta los yids han dado un certificado de conformidad. Esto es lo que él dice de nosotros: "Y entre estas misma naciones no encontrarás reposo, ni un punto de apoyo para la planta de tus pies. Entonces, el Señor te dará un corazón asustado, introducirá el fracaso en tus ojos y la angustia en tu alma, y tu existencia flotará incierta ante ti, y temblarás noche y día, y no creerás en tu propia vida". He aquí todo el Exilo en una frase, la descripción exacta del yid, como si se la mirara al microscopio, tal y como el sionismo ha venido a hacerlo desaparecer. Pero esto no será posible mientras los yids no hayan comprendido dónde viven y qué les espera si no vuelven a casa antes de que anochezca. El yid tiene malas entendederas. "Pueblo tan testarudo como un asno". Mire en torno a usted con los ojos bien abiertos, verá que se acerca la noche, vuelve la noche. Y sabemos cuál es la suerte del yid que está fuera cuando cae la noche. ¡Tanto mejor si la guerra del Líbano ha ensombrecido un poco su horizonte, si empiezan a tener miedo y a sufrir. Van a volver a casa, a toda velocidad antes de que caiga la verdadera noche.
 
Pueden escribir de mí que soy el deshonor del género humano: no tengo inconveniente.
 
¿Soy antisemita? Bien, entonces borre todo esto, no anote lo que le acabo de decir. No hay que citar a un antisemita. Diga mejor lo que dijo Lilienblum [19]. Él no era antisemita; incluso tiene una bonita callecita que lleva su nombre en Tel Aviv (Y T. coge un cuadernito que había encima de la mesa desde que llegué y lee): "¿Acaso no es la señal que nuestros padres y nosotros mismos hayamos deseado y deseamos todavía seguir siendo la vergüenza de la humanidad? ¿Qué nos guste vivir como bohemios?" Lo dice Lilienblum, no yo. Créame, amigo, he mirado con lupa toda la literatura sionista, no adelanto nada sin pruebas. ¿Quiere oír a Herzl en persona? Se lo ruego: "Cuando el hombre está sano y sus negocios funciona, puede aguantar lo demás". No sé si Herzl hablaba yiddish, se dice que no, pero esta frase le viene derecha de la deformación yid, muestra exactamente el camino de Auschwitz. ¿No le bastan Lilienblum y Herzl. Escuche entonces lo que dice un filósofo y médico de talla internacional, Maimónides: "La razón por la cual perdimos nuestro reino y por la cual nuestro templo fue destruido, nuestro exilio prolongado, es que nuestros padres pecaron al no aprender la guerra y la conquista de territorios". La conquista de territorio, amigo. ¡No la simple defensa de las vidas y de los bienes! ¡Ni la línea verde!¡Ni la guerra al-no-haber-otra-alternativa! Pueden escribir de mí que soy el deshonor del género humano: no tengo inconveniente. Por el contrario, les propongo que nos repartamos el trabajo: yo haré lo que sea necesario para echar a los árabes lo más lejos posible de aquí, lo que sea para suscitar el antisemitismo, y ustedes escribirán poemas sobre la triste suerte de los árabes y vendrán a acoger aquí a los yids que yo habré hecho que se refugien aquí. Ustedes les enseñarán a ser la luz de las naciones. Yo destruiré Hirbet-Hizé y ustedes dirán su oración fúnebre y se manifestarán en contra de mí. Ustedes serán el honor de la familia, yo seré su vergüenza. ¿Le parece bien?"
 
En un momento de su monólogo, aquí o quizá antes, interrumpí a T. para expresar en voz alta una reflexión que tenía en mente, sin duda más para mí que para él:
¿Es posible que lo que Hitler infligió a los judíos no haya sido solamente un hachazo, sino también una mordedura de serpiente cuyo veneno se ha insinuado en los corazones de algunos de nosotros?
T. no protesta ni alza la voz, lo mismo que ha conservado la calma a lo largo de todo el monólogo, lo mismo que nunca ha levantado la voz durante las horas difíciles que ha conocido, o durante las hazañas famosas de las que ha formarte parte. Me responde tranquilamente:
  
"Escuche, amigo. Si los judíos hubieran practicado menos la masturbación intelectual sobre la salvación del mundo y el progreso de la humanidad -quiero decir, Marx, Freud, Fafka, Einstein también- si en vez de eso se hubieran dado prisa en crear, aunque hubiera sido sólo diez años antes, un pequeño Estado judío, una cabeza de puente independiente, y si para defender ese pedacito de país hubieran inventado un pedacito de bomba atómica, si hubieran hecho esas dos cosas, no habría habido Hitler. Ni genocidio. Nadie en el mundo habría osado tocar a los judíos y ahora estaríamos aquí veinte millones, desde el Canal hasta los pozos de petróleo. Ni siquiera habríamos tenido que tirar nuestra bomba sobre los árabes o los alemanes. Habría sido suficiente con que hubiera una bombita en un almacén de un minúsculo Estado judío, en 1936 o en 1939, para que ningún Hitler osara tocar un solo pelo a un solo judío: estarían vivos todos los que han desaparecido, ellos y sus descendientes. ¿Era realmente algo por encima de las posibilidades de los judíos del mundo entero el fundar, en los años treinta, un pequeño Estado con una pequeña bomba? Así quizá hubiéramos podido ahorrar a los goyim una Segunda Guerra Mundial y a nosotros mismos cinco o seis guerras con los árabes. Escuche lo que está escrito respecto a esto en el Deuteronomio: "Y seréis reducidos a un puñado de hombres, después de haber igualado en multitud a las estrellas del cielo, porque habrás estado sordo a la voz de tu Dios Eterno". ¿No le dan escalofríos al oír eso? Cerca de este mismo versículo, está escrito sobre los judíos de su especie: "El hombre más tierno y más delicado de vosotros...comerá la carne de sus hijos...hasta tal punto te verás sitiado y rodeado en todas las ciudades por tu enemigo". No le gusta demasiado, ¿verdad? Veo claramente por la cara que pone que no le gusta, no está en el espíritu de nuestras bellas tradiciones el comer la carne de los propios hijos. ¡Asqueroso, repugnante! Tiene razón. Pero si no queremos que nos vuelva a suceder, tenemos que deshacernos de una vez por todas de la enfermedad yid. No ser ese hombre tierno y delicado, en todo caso, no en este planeta, en el del Principito quizá, pero no en el nuestro.
 
"Venga, vamos dentro, que a los mosquitos que tengo aquí no les caen demasiado bien los izquierdistas. Tal como lo que veo, necesita un buen vaso de whisky. Siéntese. Tengo de varios tipos, ¿cuál prefiere? Sin duda va a necesitar un o dos minutos para decidirse. Tómese su tiempo, amigo, y cuando acabe de pensárselo, dígame qué ha decidido y beberemos juntos. En realidad, debería ahorcarlo, a usted y a todos sus amigos, pero en vez de eso, le suelto un discurso y le ofrezco un whisky. Quizá yo también me he vuelto un poco yid. Es muy contagioso".
 
*** 
 
Notas:
 
  1. Abreviatura de yiddish, judío alemán.
  2. Profesor Yeshayahu Liebovitz, universitario ortodoxo, conocido por su denuncia del nazismo en Israel.
  3. Nombre dado por los judíos a las personas extrañas a su culto y, especialmente, a los cristianos.
  4. La expresión "Ley de Bronce" es característica de la doctrina y del lenguaje del nacional-socialismo alemán.
  5. Esos eran los principales objetivos durante la invasión del Líbano decidida por Sharon a espaldas de su gobierno.
  6. El rechazo de la moral y de los principios de las civilizaciones es un leitmotiv de la literatura nazi.
  7. Campo de refugiados palestinos cerca de Sidón, sometido a violentos ataques de la aviación israelí, especialmente el 12 de junio de 1982.
  8. Esta claro que el autor habla en tanto que responsable principal de operaciones, que no es otro que Ariel Sharon.
  9. También está claro que este personaje es un "responsable en jefe", por lo tanto, de nuevo Ariel Sharon.
  10. Sharon acaba de explicar una de las trampas de la política de agresión israelí: cuanto más horribles son sus crímenes, más excusas se les encuentran
  11. Muy probablemente se trata de Kfar Malal, donde nació Sharon en 1928. Es un pueblo agrícola situado en el valle de Sharon, a diez millas de Tel Aviv y de Jafa. Fue uno de los primeros moshav que se fundaron en Palestina. En su origen estas granjas cooperativas eran administradas según principios comunitaristas inspirados en sus homólogos de la Alemania de los años 20 y 30 y animados por el régimen hitleriano.
  12. La granja de Sharon tenía naranjos.
  13. En 1982, fecha de la entrevista, Sharon tenía 52 años.
  14. Una de las tácticas del sionismo, desde que se pasó a la acción, fue favorecer la amalgama entre sionismo y judaísmo, especialmente por medio de la incitación a la ira y a la violencia contra los judíos.
  15. Ciudad costera del Sinaí, cerca de Sharm al-Sheikh.
  16. Poeta israelí nacido en Galicia y emigrado a Palestina en 1924. Se adhirió a la organización terrorista Irgun y fue elegido en la Knesset en tanto que miembro del partido Herut.
  17. Alusión a la investigación decidida unas semanas antes, el 29 de septiembre de 1982, sobre las masacres se Sabra y Chatila por parte de los falangistas bajo control de Sharon.
  18. Rafael Eytan, general del Ejército, amigo de Sharon; dimitió después de las masacres de Sabra y Chatila
  19. Pacifista judío ruso (1843-1910) que se convirtió a las tesis sionistas después de los pogromos de 1881.


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