La fracasada huelga general del pasado día 29 de septiembre y el resultado de las traídas y llevadas primarias del PSOE madrileño tienen como denominador común el declive políticamente mortal del zapaterismo.
La huelga general fracasó estruendosamente porque la credibilidad social de los Sindicatos está bajo mínimos gracias a la visualización que tiene el ciudadano de que los Sindicatos han sido -y son- un brazo armado de Zapatero. No son una palanca de defensa de los trabajadores sino una coartada para las políticas erráticas del Presidente. No son una maquinaría valedora de los intereses de los parados y sólo parecen interesarse por los que trabajan. Además son un mero aparato para recibir dinero público. El mismo día de la huelga el Gobierno concedía a los Sindicatos un millón de euros.
La reacción sindical ha sido tardía, oportunista, contradictoria, y no ha engañado a nadie. La sociedad ha percibido la huelga como una trampa, como un montaje. Los arrumacos y cariños entre Fernández de la Vega y Méndez al día siguiente en la SER, que ejercía como alcahuete y casa de citas política, así lo constataban por si a alguien le quedaba alguna duda. Toxo ha sido el convidado de piedra o el tonto útil en esta mascarada. Le lió Méndez. Pero el derrotado ha sido Zapatero.
Las primarias en el PSM, la organización madrileña del PSOE, también han tenido mucho de trampa. El ciudadano, que en principio ni entraba ni salía en el asunto porque se trataba de una lucha interna por el poder entre socialistas, ha percibido, sin embargo, que Zapatero podía dejarse pelos en la gatera, y se ha interesado más de lo normal. No nos engañemos, hubiese sido un tema menor, como ha ocurrido en otras organizaciones socialistas en que se han producido primarias, sin pena ni gloria, si al fondo no hubiese estado Zapatero. Gómez da igual, es un hombre que no mide hoy más centímetros políticos de los que media hace un mes y de los que medirá dentro de un mes, pero ha sido utilizado por la “vieja guardia” del felipismo para cuartear al prepotente líder. Si Trinidad Jiménez no se hubiese prestado a la tramoya, Gómez hubiese tenido lo que quería, y por lo que venía piándolas desde hace mucho tiempo, su candidatura, y Zapatero, al menos en esto, hubiese quedado indemne. Pero Zapatero está en la inopia, fuera de la realidad. No sabe que ya no es lo que era. Ni en España ni mucho menos en el PSOE. Ya empiezan a no hacerle caso ni los suyos. Y es sólo el principio. ¿Se va a dejar pisar Patxi López por Zapatero a partir de ahora si intenta llevar más lejos sus coqueteos con el PNV? El efecto dominó funciona en estos casos porque la debilidad del jefe se contagia y suele aprovecharse.
Después de la fracasada huelga general y del fiasco de las primarias del PSOE, los implicados deberían mover ficha, pero no lo harán. Zapatero debería tentarse la ropa. Tiene los enemigos en casa, y son poderosos. Las cúpulas sindicales deberían replantearse su papel, antes de que se lo impongan los propios trabajadores. Se necesita un nuevo modelo sindical. Desde el pasado día 29 una huelga general política ya no moverá nada. Y los llamados “piquetes informativos” no se sostienen en la sociedad de la comunicación. Piquetes de quinientos energúmenos para extorsionar e impedir el derecho al trabajo carecen de sentido en el siglo XXI. Una Ley de Huelga, contemplada en la Constitución pero nunca planteada, es necesaria. El próximo Gobierno del Partido Popular tendrá que sacarla adelante. Zapatero como gran prestidigitador de vaguedades y los Sindicatos como correa de transmisión de una izquierda sin ideas y rancia ya no engañan a nadie. Los Sindicatos, en la forma en que tratan de sobrevivir, son paquidermos del pasado.
Los llamados “piquetes informativos” han producido muchos destrozos en las haciendas particulares y ha habido heridos. En cualquier país de nuestro entorno los destrozos los pagarían los Sindicatos convocantes. Se han cometido delitos que están recogidos en el Código Penal. A ver si la Fiscalía toma nota. La mínima respuesta de paro a la huelga general se debió a la actuación de los piquetes. Y esto lo sabemos todos y los Sindicatos también, a pesar de sus irreales cifras de seguimiento que producen risa porque son el cuento de la lechera.
En cuanto a las primarias, Tomás Gómez no es un político que por talante, peso específico real, experiencia y valores objetivos pueda considerarse válido para encarnar el postzapaterismo. No dudo que él ahora se sienta crecido y se lo crea, o se lo hagan creer. Y todo ello aderezado por un perfil psicológico que dibujan los que le conocen: inseguro, introvertido, constructor de un personaje que enmascara su yo. Todo ello se evidencia en sus modos externos: su forma de hablar, su pertinaz tendencia a tomarse como ataques personales las críticas políticas, su continente taciturno. Es licenciado en Ciencias Económicas pero no se le conoce otro trabajo que el político desde sus años de empleado en el Ayuntamiento de Parla.
Gómez no encarnará el postzapaterismo pero sí ha servido a quienes van a tratar de subsistir en el largo desierto que espera al PSOE tras Zapatero. Porque lo que aún muchos no ven es que Zapatero no sólo ha conseguido enfrentar a los españoles, rebajar los índices de confianza en España en el exterior, crear millones de parados, convertir al país en una especie de protectorado económico vigilado, hacer el ridículo por esos mundos con sus ocurrencias, sino que también ha conseguido, en el plano interno, cortar las alas del PSOE como opción de Gobierno para muchos años. A quien sólo le preocupa, por encima de los principios, de los intereses nacionales y de lo razonable, mantenerse patéticamente en el poder unos meses más, pactando con quien se le ofrece y al precio que le piden, los suyos le van a pasar factura. No ha representado al PSOE en su conjunto, sino a parte de él. Una parte cada vez más pequeña.
En el entuerto de Madrid ha habido aspectos chuscos. Por ejemplo esas afirmaciones de Leire Pajín y de Tomás Gómez adornando a Zapatero nada menos que con la decisión de convocar las primarias. ¿Se creerán que los españolitos somos amnésicos? La prueba del algodón de que el Presidente no quería primarias es que en la audiencia en la Moncloa pidió a Gómez que diese un paso atrás, que dejase vía libre a Trini, y que, en todo caso, fuese el número dos en la lista. Esa es la verdad. Vendernos ahora que Zapatero quería elecciones en el socialismo madrileño es una broma. Los usos y costumbres de Zapatero no han ido nunca por ahí. ¿Recuerda alguien cómo fueron candidatos al Ayuntamiento de Madrid Trini y Sebastián? Leguina había pedido la celebración de primarias porque aspiraba a ser candidato y no le hicieron ni caso. Cargar las tintas en eso de la democracia interna del PSOE es otro voluntarismo.
En las primarias socialistas madrileñas no hemos visto los ciudadanos un debate de ideas entre dos modos diferentes de entender el PSOE, ni propuestas sobre lo que parece que se ventilaba: el futuro de la Comunidad de Madrid. Lo que hemos visto es una lucha de poder en clave interna, personalizada en dos nombres y dos biografías: Tomás Gómez y Trinidad Jiménez. El Gobierno se ha decantado por Trini, el felipismo por Gómez. La presencia de José Barrionuevo entre los jaleadores de Gómez es significativa. El recuerdo del GAL está detrás. Ver a Gregorio Peces-Barba, a Carlos Romero y a otros jubilados con Gómez fue enternecedor. Gómez parecía el director de una nueva versión de “La noche de los muertos vivientes”. Su aspecto taciturno, de un tipo al que parece que se le tiene que dar siempre el pésame por algo, avalaba esa imagen. Había ganado pero no parecía seguro de lo que le había ocurrido.
Cuando dice Gómez que está orgulloso de los Gobiernos de Felipe González no puede eludir que los Gobiernos de González son los del GAL y la corrupción generalizada, los de las dimisiones de dos vicepresidentes del Gobierno, los procesamientos de dos ministros del Interior y la dimisión de un tercero, los de los procesamientos de dos secretarios de Estado de Seguridad, los de los procesamientos de dos Presidentes de Navarra y la dimisión de los de Murcia y Aragón, los de los procesamientos de los directores generales de la Policía y de la Guardia Civil, etc, etc. Las invocaciones y las malas compañías, que Gómez asume, no le suman votos de los madrileños, salvo que sean socialistas y más bien “retros”.
La lucha entre los dos candidatos de las primarias socialistas de Madrid ha tenido como único argumento la controversia entre quién de los dos era más idóneo para vencer a Esperanza Aguirre en las urnas. Este ha sido todo el argumentario que el ciudadano ha encontrado. ¿Y cuál es su idea de Madrid? Ahora que ha pasado el mediáticamente jaleado trance en ese punto estamos como estábamos.
A toro pasado, las encuestas del PSOE en las que se basó el intento de desterrar a Gómez creo que tenían su aquél. Entre los dos candidatos Trini, desde ópticas objetivas, tiene más peso político, más experiencia, y está más en los parámetros que precisa un titular de la Presidencia de una Comunidad como Madrid. Está en los parámetros que tenía Leguina, y no en los que tenía Simancas. Gómez es un nuevo Simancas pasado por Parla. Pero confundir Parla con la Comunidad de Madrid sería un error grave. Nada que ver.
Tanto Trini como Gómez son criaturas de Zapatero. Trini no ha escatimado elogios al jefe. Incluso llegó a decir: “Lo mismo que está haciendo Zapatero lo podemos hacer nosotros en Madrid”. ¡Menudo banderín de enganche! Y Gómez se ha cuidado mucho de no mostrar discrepancias políticas con el jefe, salvo, obviamente, en la defensa de su candidatura. Gómez ha aparecido ante los socialistas madrileños como un crítico de Zapatero, y eso vende. Pero en lectura socialista interna. Porque de cara al ciudadano Gómez es tan o más radical que Zapatero. Llamó al Gobierno de Esperanza Aguirre “fascista”, despreciando a quien había conseguido la mayoría absoluta más abultada en la historia de la Comunidad. Claro que el inefable Pedro Castro llamó a los votantes del PP “tontos de los cojones”. Pues en esa línea está Gómez. Probablemente arrepentido, y volviendo a sus orígenes, en unas declaraciones la mañana siguiente a su triunfo, Gómez se desgañitó elogiando a Zapatero y considerándole su mentor. Trini y Gómez son la doble cara de un zapaterismo que no cambia de tono, de usos y de falacias. Un zapaterismo rancio.
Hace mucho que pienso que las personas no cambian de talante, de “tics”, y Gómez no cambiará. Es el mismo Gómez de su oposición atolondrada y errática, con sonoras ocurrencias, de los últimos tres años. Con Trini podían esperarse cambios, nuevo estilo, formas distintas, pero con Gómez no.
Lo que se ha evidenciado, por más que los avisados lo supiésemos, es que el PSOE está partido en dos. Esos quinientos votos de diferencia en las primarias a favor de Gómez, entre dieciocho mil votantes, lo prueban. Ha habido muchas agrupaciones en las que Gómez ha ganado por menos de diez votos, y otras en que ha perdido. Y estamos hablando del secretario general de los socialistas madrileños, que se supone controlaba el “aparato”. Supongo que esas lecturas las estarán haciendo en Ferraz. Malos enemigos internos se ha creado el candidato, y no son los menos peligrosos Blanco y Rubalcaba.
Pero la Comunidad de Madrid es otra cosa. Para gobernarla se necesitan ideas no ocurrencias, mesura y no crispación, conocimiento de la realidad y no voluntarismo. Pasada página de una lucha socialista interna, ahora nos queda saber qué ofrece el PSOE de cara a las elecciones de mayo del año próximo, y que los ciudadanos decidan que es lo mejor para que Madrid, sin aventuras, siga siendo la locomotora económica de España. Y en eso Gómez está, hoy por hoy, tan verde como lo estaría Trini si hubiese ganado las primarias.
Creo que Gómez es un candidato capaz acaso de evitar que el votante socialista harto del zapaterismo se vaya a IU o se quede en casa. Incluso con la falta de credenciales políticas creíbles de Gómez. Otra cosa es aventurar que sea capaz de llegar a más. En cualquier caso tendrá que cambiar mucho su discurso, sus “tics” radicales, y su efervescencia de militante talibán.
Mientras, el director general del FMI, Strauss-Kahn, declaraba que “en España queda mucho por hacer” y que el Gobierno “debe ser mucho más decidido y rápido con las reformas”. El Banco de España advertía de que “la recuperación económica se ha debilitado en julio y agosto”. Y la agencia “Moody’s” rebajaba el rating de España; nuestra confianza es menor. La reacción de la vicepresidenta Salgado: “Podían habernos rebajado más”. El que no se conforma es porque no quiere.
Los Presupuestos para 2011 son una especie de fábula llena de números falsos. Como no se va a recaudar lo que prevé las cifras no valen. Es un castillito de voluntarismo hueco como lo fueron los Presupuestos de 2010, y los de 2009 y… Todo ha quedado rebasado por la realidad tozuda que el Gobierno no quiere ver y no quiso ver nunca. Cuatro de cada diez euros de los Presupuestos se destinan a pagar el paro y a pagar los intereses de la deuda. Un desastre. Salgado dice que estos Presupuestos están destinados a crear confianza. Es obvio que si se trataba de eso no lo ha conseguido.
Ajeno a todo, aislado en la Moncloa, Zapatero es un dios menor caído. El fracaso de la huelga general no sé si le habrá hecho reflexionar, y la derrota de su candidata en las primarias y, sobre todo, lo que tiene detrás: la movilización de un felipismo rancio pero activo, y las viejas cuentas que le han pasado quienes no ven en él sólo un mal gobernarte, el peor Presidente del Gobierno de la democracia, sino el posible enterrador del PSOE por muchos años como opción fiable de Gobierno. Con este dios menor caerán sus palmeros. El postzapaterismo está ya ahí. Mientras, el protagonista de la cosa seguirá sonriendo. Que le preste alguna sonrisa a Gómez